Estamos en medio de una escaramuza entre los que nos dedicamos a la educación superior. Algunas declaraciones públicas han levantado olas y pronosticado tormentas. No creo que lleguemos a tanto. He leído a casi todos los que han opinado y los documentos que se han hecho públicos –y algunos privados- y me consta que hay más consenso que diferencias. A mi humilde entender estos puntos, o algunos, incluso otros más, pueden servir para consolidar la unidad de quienes queremos elevar cada vez más la formación de maestros en nuestro país.
- No se debe detener el proceso de formación de maestros en ningún momento. Cada año que perdemos representa un costo elevado para la calidad de vida de la sociedad dominicana. Los resultados se verán en décadas, así ha sido en todos los casos exitosos en el mundo, pero no se puede parar la matriculación y enseñanza.
- La normativa 09-15 no está escrita en mármol ni en granito, por lo tanto, es pasible de revisarse y mejorarse. Peor fuera que no la tuviéramos y ni imaginar que la anuláramos. Es descabellada siempre la actitud de Génesis 1:1 en los cambios de gobierno. Acotejemos la carga en el camino y revisemos entre todos lo que se puede y debe mejorar.
- Los exámenes deben aplicarse (POMA y CB) y servir de puerta de acceso a los mejores candidatos para una formación de alta calidad. Eso no quita que estudiantes que estén en una franja cercana al nivel de aceptación reciban un entrenamiento de varios meses para superar lagunas y volver a aplicar. Por una vía o la otra, únicamente deben ser formados como docentes los mejores.
- No olvidemos las listas de elegibles, que aprobaron los exámenes para ser maestros y todavía no les contratan. Tampoco olvidemos los miles que no han pasado el concurso y sus vidas han quedado levitando en la nada. Se formaron por años como maestros y al no poder pasar la prueba de acceso han descubierto que han perdido gran parte de su vida en un proyecto que no tiene posibilidades, y el Estado invirtió un dinero que luce perdido. No son yucas, son personas.
- La educación de los niños y niñas dominicanas, sobre todo los más pobres, es tan importante que no debe dejarse sólo en manos del gobierno, ni del sindicato, ni de las universidades, ni de los empresarios, ni de la sociedad civil. Es una tarea de todos y cada voz calificada debe escucharse. El diálogo es obligatorio entre todos.