Una variedad compleja de investigaciones artísticas, arqueológicas, antropológicas, folklóricas, artesanales y socio-históricas, ha servido y aún sirve de base al conocimiento del arte dominicano, tal como se puede observar en Marcio Veloz Maggiolo y Daniela Zanin : Historia, Arte y Cultura en las Antillas Precolombinas (1999); Marcio Veloz Maggiolo: Arte indígena y Economía en Santo Domingo (1977); Arq. José A. Caro Álvarez: Cemíes y Trigonolitos (1977); José Juan Arrom: Mitología y Artes Prehispánicas de las Antillas (1975); Emile E. de Boyrie de Moya: Monumento Megalítico y de Petroglifos Chacuey (1955) y Fernando Morban Laucer: Pintura Rupestre y Petroglifos en Santo Domingo (1970), entre otros.

Las investigaciones en torno a la identidad cultural dominicana se justifican en la producción artística, a partir de rasgos generales y específicos, pero también, a partir de una determinación sociocultural, a la vez que de una particularidad de la producción artística dominicana (pintura, escultura, dibujo, gráfica). En tal sentido, la Memoria de la pintura dominicana (8 vols.), de Danilo De los Santos, resulta ser un instrumento de trabajo para la investigación de críticos, curadores, historiadores del arte y la cultura dominicanos.

El apoyo de estudio del arte dominicano se reconoce en la documentación histórica, biográfica, iconográfica, genealógica y arqueológica, habida cuenta de las descripciones críticas, ecológicas, estéticas, etnológicas y sociográficas registrables  en el ambiente cultural y artístico dominicano.

Se reconoce entonces un fondo material, genealógico, testimonial y memorial que sirve de base a la artisticidad o a las “artisticidades” dominicanas. Lo que implica un contacto con sitios históricos, asentamientos, cuevas, talleres artesanales, medios de producción artística, herramientas específicas para el trabajo creador; edificaciones, pinturas, epigrafía, estatuaria y muralismo, entre otros dominios y fuentes para el estudio de la creación artístico-visual dominicana.

Se reconoce asimismo, y a partir de diversas creaciones artísticas, el “atractor”  lenguaje, así  como el conjunto estético-formal y material que presentifica y singulariza el orden y el motivo del producto artístico.

Toda la diversidad y la convergencia estilística del arte dominicano se expresa en tiempo y en espacio. Imágenes globales, imágenes particulares, representaciones visuales y otros productos genéricos, diferenciales que van articulando en proceso la idea de una conformación artística y estética propiamente dominicana.

La función del producto artístico perfila en su movilidad un marco estético-práctico, donde tanto el artista como la obra inciden y determinan en la experiencia creacional. Todo lo cual permite entender la práctica artística como experiencia y modo de expresión en el medioambiente artístico y cultural dominicano.

La afirmación de elementos identitarios e históricos va perfilando y singularizando  la presencia de un arte dominicano que ha ido evolucionando en sus formas, en sus ejes en el tiempo y en el espacio, mediante la creación continua de obras, objetos, marcas culturales, trayectos y sobre todo mediante la práctica individual de artistas y maestros artesanos dominicanos

A todo este fenómeno ha contribuido una historiografía de arte, una bibliografía crítica y al estudio de prácticas culturales conformadas por críticos, historiadores de arte y especialistas en animación y difusión artístico- cultural.

Los estudios artísticos y culturales de la República Dominicana y del Caribe presentan, en la actualidad, un síntoma de giro interdisciplinario y transdisciplinario que promete serios procesos de intercontacto entre dominios que desarrollan las humanidades críticas, artísticas, culturales, académicas y postacadémicas. Lo que implica nuevas lecturas, desarrollos, creaciones de objetos multidisciplinares del arte, la literatura y las acciones creadoras basadas en los diferentes imaginarios del mundo caribeño.