Coleccionar objetos, animales disecados, fotografías, pinturas, estampas o sellos de correos, monedas, libros raros, y cuantas cosas extrañas y curiosas que se le pueden ocurrir a la gente, es una pasión y una vocación. A estas iniciativas le ha acompañado históricamente las campañas militares de los antiguos imperios que convertían su éxito militar en trofeos como joyas y prendas, muebles, objetos raros y piezas escultóricas, lienzos, entre otras.
Estos trofeos de guerra luego pasaban a manos de reyes y jerarcas de estas sociedades que, conservadas en sus castillos y hogares fueron siendo acumuladas como objetos para demostrar curiosidad al visitante y obviamente poder. Con el tiempo la ciencia fue comenzando a preocuparse por el mundo natural y animal con sentido de estudio.
La apertura al mundo, el conocimiento geográfico, la expansión y las exploraciones, viajes y descubrimientos hacia el siglo XV posibilitaron la acumulación y el intercambio de la cultura representada en la materialidad de sus objetos que, además de ser vista como una atracción exótica, creó un comercio llamado de antigüedades que encontró entre interesados, una base de reproducción económica y riqueza.
Estas colecciones luego con la burguesía en el poder económico y político y unida a su nueva visión del mundo, donde el arte y la cultura eran sus aliadas, estas colecciones pasaron a manos del estado y a manos privadas convirtiéndose ambos en coleccionistas y los museos bitácoras, en sus depositarios para ser luego de disfrute público. Así comenzó la génesis de los museos.
La vieja polémica de confrontar el coleccionismo privado con el estado o sector público de la cultura, es estéril dado que a veces es el sector privado que mejor conserva los fondos patrimoniales bajo su custodia y cumple los requisitos para los cuales se fundan los museos y centros culturales que acopian y dan residencia a sus colecciones
Para que una colección sea de disfrute público deben ser estudiadas, catalogadas, conservadas y restauradas, para que puedan ser de utilidad a los visitantes, pues el tema no es custodiar una colección, sino estudiarlas para que comuniquen su valor informativo que per se no lo traducen, sino se estudian, clasifican, describen, conservan y valoran como una muestra que ayuda a entender el pasado, y explicar el presente, su función social es nula.
Los museos poseen colecciones y fondos. Esas colecciones definen su misión y dan funcionalidad a sus actividades e investigaciones. Estas colecciones pueden estar constituidas a su vez por distintos tipos de materiales: bibliográficos, arqueológicos, etnográficos, numismático, obras de arte y que a veces una donación o una colección posee distintos tipos de formatos: libros, fotos, piezas u objetos, obras de arte y en esos casos, hablamos de Fondo; también por determinada especialización se usa este concepto diferenciado de colección que es el conjunto de registros o entradas de una colección global.
Recientemente escuché en un conversatorio virtual que las colecciones con valor patrimonial para el país no pueden estar en manos privadas y que debe ser del estado custodiadas de estas. No obstante, en muchos casos el estado ni conserva, ni estudia, ni restaura, ni pone en valor adecuado colecciones patrimoniales que en muchos casos terminan en manos privadas, algunas de sus piezas por falta de control y seguridad.
La polémica entre colecciones privadas y colecciones públicas que debe estar normadas por una ley de cultura, con fronteras definidas y delimitadas, no contribuyen a la valoración de nuestras colecciones patrimoniales, no se trata de que estén en manos del sector privado determinadas colecciones importantes del país o que esta custodia ponga en peligro su valor patrimonial, formativo e informativo, de lo que se trata es de si donde está bajo custodia, sea público o privado, se respetan los estándares de restauración, conservación y depósito bien aclimatado, si se estudian, clasifican, catalogan y terminan puesta en valor a los públicos con criterios profesionales y acompañadas de programas educativos e interactivos con los públicos de manera que las colecciones puedan dialogar con los visitantes.
El problema no es poseer fondos patrimoniales que se queden durmiendo el sueño eterno en los depósitos o vitrinas, la gran responsabilidad de quien lo custodia ni siquiera es solo estudiarla y conservarla, sino finalmente que llegue a su destino: la puesta en valor y contacto con los públicos. Todo lo cual requiere los recursos necesarios para ello, la profesionalidad adecuada y la animación de un programa de públicos elaborado y conducido por especialistas, y todo ello requiere, visión, responsabilidad institucional y profesionalidad; y no siempre el estado es acompañado de esas prendas y normativas profesionales, técnicas y económicas, aunque es parte de su responsabilidad, naturalmente que sí.
La vieja polémica de confrontar el coleccionismo privado con el estado o sector público de la cultura, es estéril dado que a veces es el sector privado que mejor conserva los fondos patrimoniales bajo su custodia y cumple los requisitos para los cuales se fundan los museos y centros culturales que acopian y dan residencia a sus colecciones; por el contrario creo que debe existir una alianza estratégica que permita desarrollar programas de intercambios, colaboración, acciones comunes que impulsen el valor de esos patrimonios culturales no importando quien lo custodie, la preocupación debería ser en todo caso, cómo se custodian y cuáles acciones se llevan a cabo para valorarlo, conservarlo y ponerlo en valor como parte del patrimonio cultural de la nación.
El estado sí debe velar porque esos bienes culturales no sean parte de una red de tráfico ilegal, de un comercio ilícito que ponga en peligro el patrimonio nacional y cuya función es responsabilidad del estado, la custodia puede ser pública o privada, pero el propietario final de estos bienes culturales patrimoniales lo es el estado, y todo movimiento de esas piezas en el plano nacional o internacional debe tener no sólo informado a las instancias gubernamentales responsables de su cuidado, sino que su desplazamiento al exterior debe contar con el permiso requerido de sus organismos correspondientes del Ministerio de Cultura.