En 1968 Johnny Cash irrumpió con su música en una cárcel de California. Instalado en la inmensa cafetería, desfundó su guitarra, dijo su nombre (gesto cortés pero innecesario) y empezó a cantar Folsom Prison Blues, que cuenta la vida de un prisionero que envidia la libertad del tren, cuyo silbido escucha a la distancia.
Del otro lado tenemos a Cananea, pueblo de Sonora que es más conocido por el corrido de su cárcel que por las huelgas de sus mineros: “La cárcel de Cananea, está situada en una mesa, donde yo fui procesado por causa de mi torpeza”.
Siempre pórtate bien y no juegues con las armas, me decía mi mamá cuando era niño, pero una vez le disparé a un hombre nomás para verlo morir, cantaba Míster Cash entre esos muros, tristes y temidos. “Me agarraron los sherifes, al estilo americano, como era hombre de delito, todos con pistola en mano”. Se lamenta el encarcelado de Sonora.
El corrido de La cárcel de Cananea, lo han cantado todos, o casi: leyendas como Antonio Aguilar, Lorenzo de Monteclaro, Lucha Villa y hasta Alberto Vázquez y grupos de gran arraigo como Los Alegres de Terán o Los Caminantes, pero hasta donde yo sé, Los Tigres del Norte no. Sin embargo, acaban de presentar una versión norteña del Blues de la Prisión de Folsom, hecho que motiva este texto.
Los Tigres del Norte, es quizás la banda de música regional más famosa de México. En sus inicios, cuando eran unos chiquillos, cruzaron la frontera para buscar fortuna en California, donde además siguen viviendo. A fines de los 90 grabaron el corrido Jefe de Jefes en Alcatraz, lugar mítico, que tenía alguno que otro invitado distinguido, como el suavecito de Al Capone. Ahora han ido más lejos adaptando ritmo y letra, del blues al acordeón y del inglés al español…todo con la ayuda y venia de la nuera de Johnny: Ana Cristina Cash.
Johnny y Los Tigres se parecen, no solo en su origen sino también en el interés social que ponen a sus melodías. El llamado Hombre de Negro vio cómo sufría su numerosa familia (eran siete hermanos) en los campos de Arkansas durante la gran depresión, lo cual no dista mucho de los hermanos Hernández, que desde pequeños ayudaban a sus padres a cultivar la tierra; allá en Sinaloa.
Cash, además de convivir con la precariedad, tuvo que lidiar con la muerte de su hermano cuando apenas tenía 12 años. Lo peor fue que, pala al hombro, participó a cavar el hoyo para la tumba…Asimismo, nunca se desentendió de sus orígenes y los millones que sacaba de la música le servían para ayudar a instituciones de salud, educativas, religiosas…
Uno se preguntará, por qué Los Tigres fueron a meterse a una cárcel a cantar ese clásico. La versión oficial habla de un homenaje al Rey del Country, a quien le gustaba dar conciertos a los olvidados: “Ustedes son el público más entusiasta que he tenido”, decía ente Blues y Blues. También tocó en San Quentin y hasta a una cárcel de Suecia fue a dar, donde interpretó algunos temas de Kris Kristofferson.
Los Tigres, al tocar en una prisión donde la mayoría de los internos son de origen hispano (38%), no hacen sino confirmar su compromiso con la sociedad. Muchas de sus canciones aluden a las dificultades del inmigrante o critican los flagelos que azotan a México (pobreza, mal gobierno, matazones). Aunque, lo que más se les conozca sean los satanizados narcocorridos, esas aventuras de los nuevos bandoleros. Sino me creen, pregúntenle a la Reyna del Sur, que debe su existencia a Camelia la tejana…
¿Perdonaran los fieles admiradores de Johnny la osadía de estrujar una canción hasta volverla otra? Según leo, todo esto es parte de un ardid publicitario sobre un documental que saldrá en septiembre por Netflix. A mí por lo menos, me permitió acercarme más al Rey del Country: llevo más de tres días tarareando Folsom Prison Blues y otros tantos la Cárcel de Cananea…