Cuando la verja oeste del Colegio de La Salle estaba sin edificar, los compañeros de clase de Flavio Darío hijo, pasábamos en directo al amplio patio colmado de rosas y almendros de su residencia. En las mañanas o en las tardes, los únicos comedimientos a cumplir eran las apacibles siestas o minuciosas lecturas de Don Flavio Darío Espinal Hued. Igualmente la sutileza para que se expandieran las artes visuales de Doña Nuris Jacobo. Ella coloreaba sus auténticos lienzos en la terraza de la mágica morada Espinal-Jacobo de la calle Onésimo Jiménez, Santiago de los Caballeros.
Esa fue la estancia familiar que Don Flavio Darío Espinal Hued erigió junto a Doña Nuris para educar exitosamente sus hijos Rosario, Juan José y Flavio Darío. Una biblioteca de consulta y frescas habitaciones donde sus hijos tenían escritorio y librero. El emperador Kublai Khan afirmaba “cimentar una familia, es más difícil que construir un imperio”. Hay mucho mérito en generar costumbres en los hijos que a futuro los harán exitosos con su propio esfuerzo. Verticalidad ética, responsabilidad, hábitos de lectura y pasión por estudiar y aprender. Ser padre, educador o distinguirse en las labores solidarias a favor de causas de justicia social, fueron virtudes decisivas de Don Flavio en la educación familiar.
Haciendo historia y justicia, el Honorable Ayuntamiento del Municipio de Santiago fundado en 1495, honra la Memoria de Don Flavio Darío Espinal Hued con una Resolución Municipal que reconoce los méritos de este santiaguero ejemplar y designa con su nombre una calle de la ciudad Santiago de los Caballeros. Don Flavio se distinguía por ser un humanista convencido y sempiterno. Un preclaro jurista que durante su vida profesional se destacó por un ejercicio jurídico y de ciudadanía ética, honesta, comprometida y visionaria.
A mi entender, su contribución más imperecedera y significativa fue diseñar los fundamentos legales y visualizar el proceso jurídico institucional que permitió la creación en 1962, de la hoy Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM). Don Flavio acompañó hasta el final al vanguardista Episcopado dominicano de entonces y en especial a Su Excelencia Reverendísima Monseñor Hugo Eduardo Polanco Brito en este proyecto estructurante que hoy es un Patrimonio de Santiago. Concurrió como partícipe de primer orden, en la creación de la PUCMM, también lo fueron los ciudadanos Luis Crouch, Víctor Espaillat Mera, Alejandro Grullón y Simón Zouain.
En la PUCMM fue el primer Decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas y aportó la primera promoción de abogados de la República, no provenientes de la Universidad de Santo Domingo. Un grupo de profesionales que son hoy un ejemplo de virtudes jurídicas y científicas entre estos, Rafael Cáceres, Juan Guillermo Franco, José María Hernández, Ramón García Gómez, Mercedes María Estrella y Bernabé Betances.
Don Flavio se hizo católico militante y de práctica religiosa habitual. Abrazó desde joven, las ideas políticas socialcristianas que procuraban una convergencia de la justicia socialista con los postulados de la religión cristiana, siendo directivo del Partido Revolucionario Socialcristiano. Fue uno de los fundadores y miembros activos del Movimiento Familiar Cristiano (MFC), conjunto a Josesito y Mirna Herrera, Manuel Arsenio y Camelia Ureña, Bartolo y Margarita Núñez, Juan Tomás y Juanita Checo y Rey y Margot Peguero.
En 1961 se constituyó en abogado de dos de los implicados en el ajusticiamiento del tirano Rafael Leónidas Trujillo. Ellos fueron Plinio Jacobo Polanco, su cuñado, y Freddy Tavárez Liz. En esa oportunidad también fueron abogados de algunos implicados en el tiranicidio, los prestigiosos juristas de Santiago, doctores Marco Cabral y Edmundo Batlle.
Don Flavio tenía una personalidad atractiva y encantadora. Siempre bien ataviado para las ocasiones serias o festivas. Parecía que un manto eterno de formalidad cubría su estilo, sin embargo, cuando en privado discutía, valoraba o razonaba un tema de cualquier orden, entre un grupo de amigos o con los compañeros de sus hijos, solía tener la virtud librepensadora de avizorar el futuro con alta certeza. Analizaba la coyuntura, pronosticaba el devenir y proyectaba la perspectiva. De él heredan Rosario y Flavio Darío Espinal, parte de sus talentos analíticos para escribir y examinar objetivamente la política, la economía y el desarrollo.
Enfocado en las ideas cristianas de justicia social y acceso financiero para los más excluidos, fue cofundador de la Cooperativa La Altagracia. En el año 1979, fue designado Procurador General de la República, y más tarde, Secretario de Estado sin Cartera y Secretario Personal del Presidente Antonio Guzmán Fernández. Desempeñó estas posiciones públicas con ética, decencia y sabiduría. Renunció como Secretario de Estado en 1981 y regresó a su adorado Santiago por requerimiento de la Asociación Cibao de Ahorros y Préstamos (ACAP) y de su amigo Juan Tomás Checo, para asumir el cargo de Gerente General, que ocupó por 20 años.
Había nacido el 16 de enero de 1926 en una sólida familia que residía en la calle Mella esquina avenida Las Carreras. Se retiró de su vida laboral a final del año 2001 y falleció en su ciudad natal el 30 de septiembre del año 2003. Dejó entre todas y todos los que lo conocimos, un recuerdo de amor y entrega humanista desinteresada, y en la sociedad que lo reconoce hoy, un modelo de transparencia humana y compromiso cívico.