Hay musicales en Broadway que duran largo tiempo en cartel, pero llega un momento que aun los más exitosos comienzan a perder espectadores. Entonces, la administración se ve obligada a escoger entre cerrar o relanzar el espectáculo. Sustituyendo alguno de los actores por otros más estelares, o incluyendo personajes nuevos en el libreto, suelen interesar nuevamente al público. Activan la boletería y aumentan las ganancias.
Hemos leído que la Procuradoría General de Brasil (PGR) se apresta a contratar al ex fiscal suizo Stephan Lenz, cerebro de la investigación Lava Jato-Odebrecht, con la intención de repatriar fortunas bloqueadas en 40 bancos suizos. En otras palabras, para intentar recuperar miles de millones de pesos agazapados en cuentas numeradas que les pertenecen a los ciudadanos.
Históricamente, Suiza ha sido el mayor receptor de dinero sucio del se tiene noticia. Allí han ido a parar capitales de sangre, de drogas, de saqueos públicos y privados, de evasiones fiscales, de dictadores, y de toda clase de bandidos y salteadores que ejercieron y ejercen en este planeta. La prosperidad y la modélica civilización suiza vienen sustentándose, en parte, por intereses generados por riquezas fulleras.
En este mismo año, bajo la presión de organismos internacionales, y en el marco del intercambio automático de información acordado con 38 socios de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), el gobierno de esa nación, tan neutral en la ética como en la guerra, ha cedido su secreto bancario. Pero aun así, siguen arreglándoselas para seguir ocultando dinero mal habido.
Ese ex fiscal suizo, siendo de donde es y por capacidad demostrada, es un consultor de primera categoría; una estrella forense que asiste a Brasil y al Perú en la investigación sobre cuentas suizas provenientes del desfalco público. Pero una cosa son las investigaciones que se llevan a cabo en esos países, y otra las que se realizan aquí, donde el sistema judicial sirve a ladrones de la clase gobernante.
Entre el expediente de la PGR, el informe de la comisión, el tollo probatorio contra los imputados, y la exclusión de sospechosos, queda claro que el gobierno hace del caso Odebrecht un teatro. Teatro que, a partir de las dignas y contundentes declaraciones de la Magistrada Miriam Germán, ha dejado de vender boletas y fracasa. El espectáculo pierde público, y por eso no sería extraño que los dueños de la producción decidan reanimarla, relanzarla, reconquistar espectadores, y que anuncien un nuevo protagonista para la tragicomedia Odebrecht: el mismo fiscal suizo, eficaz desenterrador de botijas y tesoros escondidos.
Con él estrenaría el segundo acto de la obra “Persiguiendo a Odebrecht”, subtitulado “El detective suizo”, Stephan Lenz, en ese segundo acto, comenzaría a buscar los escondrijos económicos de la clase gobernante dominicana, y cuando comience a desvelar nombres aparecen en escena obstáculos insalvables; se percataría de que los expedientes tienen más huecos que los quesos típicos de su país. El fiscal sabría que su contratación es una farsa y regresaría frustrado a Berna comiéndose un chocolate y echando maldiciones contra esta isla de piratas.
Así las cosas, le recomiendo a ese especialista mucho cuidado antes de firmar un contrato por aquí; pues ni el es dominicano ni los que los contratarían suizos. Entre nosotros las instituciones judiciales las controla el gobierno y su corte de farsantes. Que, por cierto, deben de andar de farmacia en farmacia comprando Lomotil, luego de la marcha verde de ayer en contra de la corrupción y la impunidad.