Quien conoce de cerca a Fina García-Marruz, o ha seguido su obra poética y ensayística,  puede esperar una noticia como la que se produjo esta semana: que le concedan un premio importante de las letras hispanas como el que acaba de recibir, el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. Ella, en su modestia esencial, no lo esperaba, pero ocurrió el día de su aniversario número 88.

Fina García-Marruz (La Habana, 28 de abril de 1923) es hoy la única superviviente del “taller renacentista”, como llamaba José Lezama Lima a la revista Orígenes publicada entre 1944 y 1956, que aglutinó además a un grupo de poetas y escritores entre los que se encontraban, su esposo Cintio Vitier, Eliseo Diego, Gastón Baquero, el padre Ángel Gaztelu, Octavio Smith, Lorenzo García Vega, el músico Julián Orbón, entre otros, que también ha sido distinguida con el galardón al que convocan conjuntamente en España, Patrimonio Nacional y la Universidad de Salamanca.

La poesía de Fina es una extensión de ella misma: discreta, elegante, firme, honda. “En todo poeta hay siempre un músico y un pintor -dice, citando a una de sus fuentes más importantes, “un pozo sin acabamiento”, le escuché decir más de una vez de José Martí. “Pero yo agregaría que en todo poeta hay también, o sobre todo, un inquiridor de preguntas, que no están hechas para el responder lógico, sino sólo para atrapar, como hace con el paño de la hierba, el rocío celeste».

Para María Zambrano, la intelectual española, “Fina testifica de modo más nítido la actitud de la poesía en su función de salvar el alma.” Cintio, su compañero de siempre, ya fallecido, había expresado: "Fina hace de sus poemas verdaderos movimientos del alma."

“Me siento en esos casos como una violinista a la que le piden un concierto de flauta. Yo me comunico mejor con el silencio, sin el que no se podrían dar la poesía, la música, ni el encuentro con uno mismo”

Las miradas perdidas (1951), Visitaciones (1970), Poesías escogidas (1984), Créditos de Charlot (1990) -Premio Nacional de la Crítica en 1991- Los Rembrandt de l’Hermitage (1992), Viejas melodías (1993) y Habana del centro (1997), recogen una parte importante de su producción poética.

La destacadísima labor de Fina como investigadora literaria en la Biblioteca Nacional "José Martí" primero, y en el Centro de Estudios Martianos, desde su fundación en 1977 hasta 1987, integrada al equipo encargado de la primera edición crítica de las Obras Completas de José Martí, incluye estudios imprescindibles sobre la obra del poeta, escritor y patriota cubano, como los Temas Martianos (1, 2 y 3), en co-autoría simbiótica con Cintio. Según noticias, aún queda un tomo más de esta serie por publicar y otro suyo sobre las ideas educacionales de Martí.

En una entrevista de 2007, a la pregunta de si seguía escribiendo poesía, Fina respondió: “Muy poca, aunque no he dejado de escribirla del todo, pero no la busco: la espero cuando viene, aunque es bien huidiza (…) Siempre me costó mucho trabajo decidirme. Si te fijas, suelen pasar 20 años desde que he terminado un libro a la fecha en que se publica. Pero ahora "antes de morirme quiero" decir algunas cosas. Solo algunas, veremos si el tiempo me lo permite.”

Sobre por qué le cuesta tanto conceder entrevistas y hablar de sí misma, expresó: “Me siento en esos casos como una violinista a la que le piden un concierto de flauta. Yo me comunico mejor con el silencio, sin el que no se podrían dar la poesía, la música, ni el encuentro con uno mismo”.

Esperemos que la "Cueva de Montesinos" -el sitio en que, según decía Cinito, nuestra querida Fina guarda sus trabajos en proceso de creación- nos reserve nuevas y próximas sorpresas.

Y confiamos en que la delegación oficial de Cuba a la Feria de Libro de Santo Domingo que comienza esta semana traiga, al menos, una muestra importante de la poesía de Fina García-Marruz para participar del convite, aquí en Santo Domingo.