Algo extraño está pasando con las economías de América Latina. Si nos vamos a ver las cifras del FMI, la economía mundial no está en crisis; al contrario, las principales zonas del mundo han venido mejorando este año después de un largo periodo de crisis: tanto las de Estados Unidos, la Unión Europea y Japón tienen un crecimiento mayor este año que el anterior; de las otras economías grandes, la India conserva el mismo extraordinario ritmo, y China apenas ha desacelerado, pero conservando un crecimiento envidiable.
Según la última actualización de las proyecciones llevadas a la reunión de Lima hace dos meses, solo dos zonas económicas del mundo se encuentran en crisis: la Comunidad de Estados Independientes (que es como decir Rusia) y América Latina. En el caso de Rusia, la explicación es muy clara: las sanciones económicas dispuestas por la UE y los EUA tras los acontecimientos en Ucrania, además de la depresión del precio del petróleo.
La situación es menos clara en América Latina, con el agravante de que las cosas están empeorando: mientras dos meses atrás la proyección del FMI y el Banco Mundial apuntaban a una caída de 3% en la economía brasileña (la más grande de la región), ya la oficina de estadísticas de ese país anuncia una depresión del 4.5%. Es cierto que no todos los países latinoamericanos afrontan la misma situación, pero el hecho de que se encuentren en crisis cuatro importantes economías de Sudamérica (Brasil, Venezuela, Argentina y Ecuador) y otras tres también importantes hayan aminorado su desempeño (Chile, Colombia y Perú) va a terminar por provocar crecimiento negativo para América Latina en su conjunto. Vuelvo a insistir en que es una tendencia que afecta particularmente a Sudamérica, pues de ella escapan algo México, los de Centroamérica y las islas caribeñas, que mantienen su vínculo fundamental con la economía norteamericana, en proceso de recuperación.
Casi todos los analistas atribuyen el fenómeno exclusivamente al menor crecimiento de China (y consecuente declinación de los precios de los productos básicos) y a la inestabilidad política vinculada a los escándalos de corrupción. Con toda seguridad que son factores importantes, pero no suficiente explicación.
Primero, la economía china creció 7.3% en 2014 y está creciendo 6.8% este año; es ciertamente un aminoramiento, pero no es para tanto. Segundo, aun con toda la disminución, todavía los precios de casi todos los bienes primarios superan los vigentes cinco o seis años atrás; tercero, otras zonas del mundo que se habían montado en el tren de China, principalmente exportadoras de bienes primarios, como el África Subsahariana, el Medio Oriente y los del Asia Oriental, no han entrado en crisis, pese a haber aminorado también su crecimiento.
Tampoco el segundo factor explicativo es la corrupción: si fuera por eso, no estarían en crisis ahora, sino toda la vida. Además, con la excepción de Venezuela, los países en mayor crisis no son aquellos caracterizados por la mayor corrupción. Por ejemplo, ningún indicador ha dicho nunca que haya más corrupción en Brasil que en México o Centroamérica. Es cierto que en los últimos tiempos han caído diversos peces gordos, muy grandes, pero eso no quiere decir que haya más corrupción, sino que lo mal hecho tiene consecuencias. En general, donde explotan y se llevan a los tribunales muchos casos de corrupción no es necesariamente porque haya más, sino que suele ser lo contrario, pues la corrupción es mayor donde no escandaliza ni se castiga. O donde los escándalos no terminan en nada.
Entonces hay que seguir buscando explicaciones a la actual crisis económica regional. Lo que sí parece cierto es que los pueblos de Sudamérica ya están mostrando hartazgo de una serie de gobiernos que nacieron con el actual milenio, que les entró un vuelveyvuelve y a favor de ese propósito domesticaron todas las instituciones; terminaron imponiendo regímenes de coacción y el temor que infunde esa entronización en el poder parece haber alejado la inversión y el consumo privados, además de ahuyentar capitales. Entonces estas variables pueden ser factores de crisis más que la disminución de las exportaciones.
Y ya está bueno que den paso a una nueva generación de gobernantes. La región necesita un proceso de redemocratización. Los que vengan van a transitar por caminos mucho más suaves que sus antecesores, al encontrar países con pocas deudas, menor pobreza y mayor sostenibilidad fiscal. Algo tendrán que agradecerles a estos gobiernos de dizque izquierda.