Este fin de año 2015 hay que situarlo en un bagaje  de ritos mitológicos, culturales y religiosos, que van y vienen en cada sujeto de este planeta. Es con este bagaje, que las personas cabalgan, llevan consigo conocimientos y  creencias, que  se interrelacionan con en el mundo de la astrología y la astronomía.

La conformación de esas creencias brotan de la relación lenguaje,  discurso, lengua, cultura y  sociedad,  Es por eso que  la visión del sujeto sobre determinadas fiestas, ritos o celebraciones, hay que colocarla en el marco de su cultura que va moldeando el sentir y pensar de dicho sujeto. Somos sujetos sociales y culturales, vivimos entre fiestas y celebraciones, ya  sea a fin de año o comienzo de otro, por lo que no podemos excluir las tradiciones de siglos; somos partes de estas, quiérase o no. De  ahí que en este camino que seguimos recorriendo, somos tradición, innovación y modernidad.

Esto es así porque formamos parte de la cultura occidental que se rige por el calendario gregoriano, en reconocimiento al papa Gregorio XIII, quien, en 1582, modificó el calendario antiguo de los romanos. Esta modificación ha dado como resultado un híbrido entre mitos romanos y cristianos, que son parte de nuestra tradición y que hemos llevado a rastras en el proceso de mundialización que ha dado como resultado el mundo y el cibermundo en este siglo XXI.

Es por eso que nuestra vida es en parte arraigo occidental. En nosotros subyacen las creencias de un punto de partida y otro de llegada,  fundamentadas en el dios Jano, que nos persigue desde los tiempos de los romanos y que en latín significa Januarius o  janero, es el mes de enero, que es el  dios de las dos caras, una que mira hacia atrás y otra hacia delante.  Esas caras de Jano, Janus o Enero representan el dualismo, que cierra camino, pero también lo abre, ya que es la puerta que se te cierra y se abre, que te da la bienvenida y también la despedida, encarnación del año que finaliza, y el año que comienza, el nuevo año.

En tal sentido, el fin de año (31 de diciembre) forma parte de nuestras vivencias envueltas en creencias entendidas como lo que carece de pruebas, en tiempo recorridos que tiene un rostro hacia  atrás, y un  1 de enero, con rostro hacia delante, y el cual cobra significado como  la entrada, la llegada (como dio Jano), que brinda riqueza y productividad. Por esa razón brindamos por ese nuevo año, para que nos traiga prosperidad o buenos augurios, como decían los romanos paganos. La fiesta de una llegada y la de un comienzo les fascinaba a muchos cristianos, los cuales ponían en movimiento su cuerpo en esas celebraciones paganas romanas.

En otras culturas –asiática, africana y mahometana–, el nuevo año es celebrado en cualquier mes del calendario gregoriano, en fechas distintas, de acuerdo a sus ritos mitológicos, costumbres y religión. Nosotros nos abocamos a celebrar el fin de año de acuerdo a la tradición romana y cristiana; a la muerte del cuerpo (despedida), le viene el movimiento del cuerpo, la resurrección o la esperanza,  (llegada, bienvenida), por lo que siempre nos espera una fiesta, algo asociado a lo que es la vida y la muerte.

Nacimos y vivimos esas tradiciones que nos ha tocado vivir como occidentales, y más específicamente en nuestra cultura-lengua, como parte del legado español, a finales del siglo XV  y que se configuró con el legado africano, en el siglo XVI y XVII, dando como resultado lo que somos hoy como dominicanos, lo que hoy somos como cultura afro hispanoamericana.

Como sujetos, vivimos  en esas tradiciones y culturas, ya que forman parte de nuestro legado, aunque  esas costumbres y culturas que forman parte de mi vivencia, las asumo con una  estrategia específica en cuanto a una escritura en el decir y hacer, para no dejar fisura en lo que no pudo ser, para no rumiar lo ya sabido y lamentar lo que no tiene remedio.

Envueltos y revueltos en esta tradiciones, ritos y fiestas que también celebramos, damos la bienvenida siempre al rostro del pensar, pero siempre con la mirada puesta en la  innovación, la creatividad y el  desequilibrio permanente.  Celebramos el desencajarse ante la quietud, el reposo y la conformidad con que el poder y sus instancias pretenden callar la vida. En este sentido, que siga la fiesta.

De ahí que  a ese rostro  y movimiento corporal de las creencias romanas y cristianas haya que darle un baño de filosofía griega al modo de Heráclito, quien afirmó palmariamente que nadie se baña dos veces en las aguas de un mismo río,  aserto con el que nos invita a pensar en el devenir permanente, ya que el sujeto “cambiando, reposa”. La vulgata se contenta con la opinión firme y verdadera de que el río y sus aguas son la misma y única cosa, razón por la que cree bañarse dos veces en el mismo río. El sujeto del pensar cree todo lo contrario: que las aguas que corren hoy por el Ozama no son las mismas que las de ayer.

A los años que se nos van, debemos incorporarlos a los años que vienen, teniendo como presente la sabiduría de Séneca,  cuando dice que lo “importante no es vivir mucho, sino vivir bien”, que no es lo mismo que darse buena vida (parranda), la cual es legítima de vez en cuando, siempre que se entienda que vivir bien es el norte para la construcción de una vida con valores.  Una biografía con valores  como la vivieron Américo Lugo, Eugenio M Hostos, Pedro Henríquez Ureña, Juan Bosch  y muchos dominicanos que trabajan honestamente con valores familiares  en este presente que finaliza con un 2015 abrumadoramente cargado de frivolidades en esta cultura-sociedad del espectáculo a escala planetaria.