He leído y escuchado el texto Respuesta a Sor Filotea de la Cruz de Sor Juana Inés de la Cruz, en varias ocasiones durante la cuarentena. Tiene cortas páginas y en su versión audible, cerca de una hora de duración (escuchar); a pesar de su brevedad, encierra un profundo contenido.

En una conversación que sostuve con un grupo de amigas, a través de un chat de WhatsApp, en esta semana, conversamos acerca lo mucho que nos separa y lo poco que nos une a las personas, a juzgar por los malos entendidos de las redes sociales y más allá; cuando en realidad, el tiempo de la pandemia debería invitar a agruparnos en nexos más fuertes, descartando lo que nos separa.

Filotea

Me ocurrió que una amiga de infancia, mi querida Rosalía Álvarez, con la que crecí en la escuela y con la que compartí vivencias de niñez y adolescencia irrepetibles, le desencantó mi celebración del triunfo electoral de Kamala Harris. Ella tiene sus razones y yo las mías, ambas son atendibles. En medio del intercambio con Rosalía ocurrido por Facebook, escuché esta conversación entre otros dos entrañables amigos, que afortunadamente me hizo reflexionar a tiempo (Aún podemos conversar – episodio Pedro y Pilar).

Gracias a la serenidad de pensamiento de Pedro Ramírez y Pilar Haché en ese coloquio, me quité la toga invisible que sin darnos cuenta los abogados podemos llevar puesta, en las horas de descanso del oficio; e invité a mi amada amiga a postergar la discusión para un momento en que estuviéramos en algún encuentro amistoso cara a cara. Concluimos nuestro intercambio en la red social, únicamente recordándonos lo mucho que nos queríamos a pesar del tiempo, la distancia y las diferencias.

El diálogo sosegado entre Pedro y Pilar giró sobre varios temas, pero uno en particular se asocia con la reflexión que, gracias a ellos, impidió que iniciara una riña inútil con una persona de mi enorme aprecio. Conversaban sobre los libros de autoayuda y las sesiones de terapia, como medios para apoyar las buenas decisiones. También, Pilar comentaba la posibilidad de que la pandemia nos transforme y nos recuerde el valor de la solidaridad.

Los libros de autoayuda en algún momento y no sin cierta razón, cayeron en el descrédito generalizado, porque abundan los autores que no fundamentan sus hallazgos en el método científico, sino que escriben meras opiniones personales sobre el comportamiento humano. Incluso, hubo una acusación de plagio contra un popular autor de este género, cuando se descubrió que sus ideas eran las mismas de Platón, Descartes o Sócrates, reescritas en un lenguaje más llano. No sé hasta qué punto la acusación tenía méritos. Es posible que ese escritor no esclareciera sus fuentes de investigación.

Sin embargo, hay que celebrar que alguien haya vuelto a popularizar viejas sabidurías que suelen olvidarse o sencillamente desconocerse. Como mi amiga Pilar, una profesional formada en ciencias exactas de la Economía, pienso que, no todo en la literatura de autoayuda es especulación, y reivindico su importancia para ayudarnos a las personas a tomar decisiones prudentes. La relación sicológica del hombre y la mujer con su entorno no debe tomarse a la ligera. El oficio nos hace con frecuencia olvidar a los abogados que el oficio propio del silencio es "decir nada", que no es lo mismo que nada decir, según explica la Décima Musa, en la mencionada epístola a Filotea.

El prejuicio contra las terapias creo que es culpa de Woody Allen, quien hizo de esa necesidad de apoyo profesional primero un chiste para el cine; y más recientemente, un tema de polémica considerando sus propias decisiones personales. No me refiero a las acusaciones en su contra, que las debe juzgar una instancia judicial; sino al hecho de que resultó casado con su hijastra. Si de algo no se le puede acusar a Allen es de haber plagiado una tragedia griega. Su historia familiar, que inspira a diversos personajes y situaciones de sus obras cinematográficas, es una versión inédita, que guiña, más no imita a Edipo, a Electra y a sus progenitores, personajes de las tragedias teatrales de Sófocles.

Antes de abrir debates de orden político, filosófico o religioso como el derecho a la vida o el sentido de justicia, discusiones que abundan en estos días, recomiendo conocer el texto Respuesta a Sor Filotea de la Cruz de Sor Juana Inés de la Cruz, para recordar nuestra abrumadora ignorancia.

Se trata de una misiva que remitió la escritora en 1691 a Manuel Fernández de Santa Cruz, entonces obispo de Puebla. Es una respuesta a una reclamación del sacerdote contra la monja, que publicó bajo el seudónimo de Sor Filotea de la Cruz. Ese hombre, una autoridad eclesiástica en la colonia, se quejaba de otra carta previa escrita por la talentosa poetisa, que llamó Carta Atenagórica. Consideró que esa comunicación no contaba con las suficientes expresiones de fe como se esperaban de ella en razón de su oficio religioso. Curioso el hecho de que fue el obispo que publicó la carta de Sor Juana de su disgusto. Algo así como un retuit de una cuenta con muchos seguidores al mensaje de una internauta con una cuenta cerrada con candado.

Me identifiqué, no sin gran asombro, con la capacidad de la escritora para explicar su incapacidad para abordar el tema que el obispo quería que ella tratara. El conocimiento de la verdad filosófica o material no le pertenece a nadie y sus fragmentos pueden aparecer en un libro de autoayuda, en el discurso de la líder de una potencia mundial, en el evangelio de San Mateo, en la obra Principia Matemática de Isaac Newton, en una sesión de terapia, en un mantra budista, en tantas otras fuentes.

En el plano de las relaciones interpersonales, nos reúne solo la posibilidad de comunicarnos a través de algunos principios y valores universales, que han cruzado a diferentes soportes culturales y que nos permiten comprender, o al menos reconocer, las decisiones de los otros. No obstante, como señala Sor Juana, en su propia defensa, es más lo desconocido a pesar de su impresionante estudio de las diferentes fuentes del conocimiento; por lo que lamentó la queja de Filotea, a quien ofrece una sopesada contrarréplica para explicar su falta de competencias para resolver asuntos de fe.

Con posible frecuencia nuestros juicios prejuzguen. Lo cierto es que todos estamos luchando. Vale la pena elegir la templanza de Sor Juana o la de mis amigos Rosalía, Pilar y Pedro, para evitar la sensación de ofensa por la búsqueda de entendimiento que explora otro.

En las redes, en la vida moderna, debemos evitar apresuradas conclusiones como las del obispo, que obligó a la poeta filósofa a escribir ese antológico escrito de defensa, sobre el contenido de una primera comunicación que la monja ni siquiera entendió relevante. Algo así, como esos mensajes en las redes que a veces se escriben sin mayores pretensiones; y a pesar de eso, generan un fuerte impacto en algunos lectores. Elegir no enervarse y tomarlo personal, sería el consejo paralelo de un buen libro de autoayuda.

Intentaré no repetir en mi a otra Filotea una y otra vez. No será fácil, en la posmodernidad hemos asumido de manera individual, similar autoridad crítica a la del obispo poblano de los tiempos de la Inquisición. No obstante, quizás sea posible ensayar la elusión pacífica de innecesarios conflictos. Hay que dejar a la gente ser y expresarse. No será con un mensaje en una red social de breves caracteres y mucha ebullición que lograremos transformaciones duraderas de la presente crisis humana. No le sirvió al que actualmente maneja la cuenta de Twitter @potus (President of the United States) menos a nosotros, gente común y corriente.

La experiencia extrema de la pandemia podría ser el escenario de alguna epifanía personal. En todo caso, solo interior y probable. Mi compañera de claustro Sor Juana Inés de la Cruz, ha resultado una valiosa consejera y su carta a Filotea, mi libro de autoayuda de cabecera en el 2020.

Agradezco a los amigos mencionados actuar como incidentales terapeutas y recordarme lo que la Décima Musa explica de esta manera: ¿De dónde emanaría aquella variedad de genios e ingenios, siendo todos de una especie? ¿Cuáles serían los temperamentos y ocultas cualidades que lo ocasionaban?