Uno de los temas más enigmáticos, desde el punto de vista filosófico, me ha resultado ser el tema de lo posible. Lo encontramos revestido de diversas formas tanto en la filosofía clásica griega como en la filosofía moderna y contemporánea. Si entendemos “lo posible” como lo que “puede ser” pero que aún no “es” tenemos los primeros escollos en el pensamiento de Parménides y su teoría del ser. Para el eleata, la imposibilidad de lo posible está en que solo el ser existe y es verdadero, el no-ser no puede ser, por tanto, las cosas son y no pueden ser posibles a riesgo de vana ilusión. Lo que es no es posible, sino el no-ser que en su pensamiento coincide con la nada, lo que no hay. En consecuencia, lo posible es impensable en Parménides.
Los atomistas griegos abren y cierran la brecha para pensar lo posible. Heráclito sostiene que todo se mueve: los átomos se trasladan y transforman el vacío en nuevas formas de materia, por tanto, lo posible es movimiento, traslación de partículas diminutas. El problema es que la dinámica del cambio se da por la lucha de los contrarios subsumidos por lo imperativo del Logos. En resumen: todo es y no es a la vez. Los cambios son partes de la cosa diferenciada. El materialismo de Heráclito contrasta claramente con la ontología de Parménides. En Platón, la alegoría de la caverna es el mito que analógicamente muestra la reunión del pensamiento de Parménides y el de Heráclito a costa del dualismo de los mundos. Este dualismo cosmológico se convierte en un dualismo epistemológico y ontológico, por lo que la degradación de lo posible es clara.
Es Aristóteles quien mejor toma conciencia de lo posible no sólo en el orden natural de las cosas, sino como proyección de mundos y del ser. Tanto los conceptos de acto y potencia, accidentes y sustancia, como su teoría de las cuatro causas, formuladas desde su cosmovisión naturalista-realista, permiten entender lo posible como algo real y, por tanto, verdadero. El dualismo cosmológico platónico se supera en el planteamiento de que, primero, el ser se dice de muchas maneras y, segundo, el cambio es un movimiento producido por una “dynamis” bien sea al interno de la misma cosa o provocado externamente.
En sentido Aristotélico, lo posible es entonces una “dynamis” o un poder de movimiento colocado en el mismo ser por causa externa o interna (causa eficiente) cuyo producto necesario (causa final) es la transformación del ser. El problema de Aristóteles fue el quedarse apegado a la inmutabilidad del ser (sustancia) establecida por Parménides y atribuir los cambios a lo visible en el ente (los accidentes). Estos planteamientos restringieron lo posible al ámbito de la ficción en el sentido de producto imaginado o representación imaginada de un estado de cosas. A partir del pensamiento del Estagirita tenemos dos conclusiones: por un lado, lo posible es lo que puede elaborarse a partir de la trama, de la dynamis propia al acto de concatenar en una unidad sintética lo que podemos representar de la acción humana. De esta manera lo posible es poder de o poder para…
Por otro lado, lo posible como dynamis tiene como su opuesto la falta de dynamis, lo imposible. Precisamente, lo imposible es la carencia de poder, la anulación de las capacidades propias y no tiene nada que ver con el imaginario, con lo utópico. Ahora bien, lo posible, desde el punto de vista social y personal, constituye la fuerza motora del cambio, la dynamis que transforma la condición del ser en otro ser, sin dejar de ser ontológicamente. Entonces, lo utópico es esencialmente lo posible.
Este tema es importantísimo no solo por sus efectos sociales como fuerza motora del cambio, aquí habrá que nombrar a Marx y su filosofía de lo posible, sino también por su alcance antropológico. El “yo cohesivo” producto de la identidad narrativa solo es factible de configuración por medio de las capacidades humanas. En estas últimas en donde el ser se muestra y despliega como efecto y no como cosa dada previamente. No nacemos siendo lo que somos, sino que somos aquello que hacemos posible. No como una negación, sino afirmación.