Lo virtual implica toda una filosofía que se desprende del campo de la cibernética y entra en el marco de lo filosófico cibernético innovador, porque es desde este filosofar, que se ha pensado la virtualidad mucho antes que apareciera el coronavirus. El concepto de lo virtual tiene su historicidad en la filosofía, pues han sido los filósofos quienes más han reflexionado sobre este concepto hasta el día de hoy.

La tradición de este pensar lo virtual, se remonta al filosofar al aristotelismo, específicamente sobre su concepción de potencia, que, de manera puntual, se refiere al conjunto de capacidades o posibilidades para ejercer un cambio sobre una cosa determinada, aunque no lo sea en el acto, pero puede llegar a producirlo. Partiendo de este discurso filosófico de Aristóteles, que afirma que ser potencia es la posibilidad que tiene la sustancia de llegar a ser distinto de lo que es acto, en cuanto la conocemos, se puede interpretar este sentido de la virtualidad.

Es de ahí, que la semilla es un acto (real) que tiene la potencia (virtual) de llegar a ser árbol. El que la semilla tenga la potencia o capacidad de ser árbol, significa que está en la capacidad o posibilidad no material y solo es acto concreto o material, si deviene en árbol.  Así pasa con todo el devenir de la sustancia, de acuerdo Aristóteles.

En su libro noveno (2001), este notable filósofo dice que las “potencias son puestas a los sujetos por la naturaleza, como el caso de los sentidos, o puede venir de un hábito contraído, como la habilidad de tocar la flauta, en cambio otra puede ser resultado del estudio como las artes”. De ahí, que “Potente es el que puede algo en cualquiera circunstancia y manera y con todos los demás caracteres que entran necesariamente en la definición “(p.196).

Uno de los puntos fundamentales que entra en la línea de la redefinición de lo virtual en estos tiempos cibernéticos es cuando Aristóteles explica que las cosas pueden existir realmente en potencia y sin embargo, no existir en acto o existir realmente y no existir en potencia:

Queda, pues, sentado que unas cosas pueden existir en potencia y no existir en acto, y que otras pueden existir realmente   y no existir en potencia (…)  porque entre las cosas que no existen, algunas existen en potencia, aunque realmente no existen porque no existen en acto. (ibid.,194) 

Esta visión de la potencia (sentido de lo virtual) de Aristóteles, le siguió la tradición escolástica con Tomas de Aquino y en donde la potencia como lo virtual se aborda desde “la realidad absoluta, de la realidad creada por Dios (…): Virtual es la potencia de Dios o   capacidad de producir efectos. Potencia o virtud (Virtus, fuerza, poder) de llegar a ser real, aun cuando no pueda observarse”. (Echavarría,2012). En Tomás de Aquino, el concepto de cantidad virtual existe como parte de una medida de perfección, en la que remite a otros conceptos como contacto virtual y distancia virtual, entre otros que están relacionados con el poder y la virtud.

Para este filósofo escolástico, la virtud entra en lo perfecto y Dios, dispone la virtud en el hombre como hábito para ejercer el bien:

“La virtud es una buena cualidad de la mente porque vive rectamente, de la cual nadie usa mal, producida por Dios en nosotros, sin intervención nuestra” (1993, p425).

El poder de lo virtual descansa en última instancia en el Todopoderoso (Dios) y “por lo que se vive rectamente, pero el vivir no pertenece a las potencias del alma sino a su esencia” (Ibid.,427).  No es en una potencia del alma, donde reside la virtud sino en su esencia, tal reflexión será retomada y cobrará vigencia en la epistémica de los filósofos Leibniz, (1983) y Bergson (2013), que replantearon lo virtual, en el plano del conocimiento.

Es este marco conceptual sobre la virtualidad que le sirve al filósofo Deleuze para redefinir lo virtual y coger el discurso filosófico del bersonismo para situarlo en el ámbito de la duración del presente y de cada corte del pasado, que como fragmento de lo que pasó en este instante, forma parte de la totalidad del pasado en sí.

Al hacer referencia del tiempo presente y pasado y del impulso vital de la filosofía de Bergson, Deleuze (1996a) dice lo siguiente:

“La duración es ciertamente sucesión real; pero lo es porque, más profundamente, es coexistencia de virtual (…). Además, con la coexistencia, es preciso reintroducir la repetición en la duración. Repetición psíquica de un tipo completamente distinto al de la repetición física de la materia (…). Repetición virtual en el lugar de repetición actual” (p.61)).

Para Deleuze, lo virtual está interrelacionado con lo actual, no se puede pensar por separado las cosas actuales, de las virtuales, ya que ambas (virtual-actual) forman todo un proceso de producción de realidad:

“La filosofía de las multiplicidades. Toda multiplicidad implica elementos actuales y elementos virtuales. No hay objeto puramente actual. Todo actual se rodea de una niebla de imágenes virtuales. Esa niebla se eleva de circuitos coexistentes medianamente [más o menos]extensos, sobre los cuales se distribuyen y corren las imágenes virtuales”. (Lo actual y lo virtual, Gilles Deleuze, 1996a)

El pensar lo virtual, no es abandonar lo actual, que está arropado de virtualidad, en ese espacio ilusorio, que es el ciberespacio, el cual constituye, de acuerdo Gubern (1996), la razón de ser de la realidad virtual.

En esta era del cibermundo, lo virtual continuará en construcciones filosóficas pero envuelto en lo digital, donde hoy más que nunca, dicho concepto forma parte de la cibercultura y de la educación virtual de estos tiempos cibernéticos, transidos y de COVID-19. De ahí, que no es que haya una autoridad en el saber sobre lo virtual, sino una tradición en siglos en el plano de lo continuo e innovador sobre esta problemática, el pensar esa tradición implica consagración, dedicación en años.

El pensamiento no es opinión o doxas, como diría Platón, es investigación y reflexión que construye conocimiento y aporta en el ámbito del tema abordado. La autoridad sobre un saber no es una autodesignación, sino que brota del reconocimiento de los otros investigadores en el mismo campo del saber, o de los mismos lectores, que tienen años leyendo lo que van pensando y que otros comienzan a emitir abundantes opiniones o muestran interés porque les afecta algo relacionado con ese tema, en el momento en que están viviendo.

En este sentido una línea de investigación se articula a la publicación en revista indexada y más importante al número de citas que otros hacen de tu trabajo, sin que se tengas referencia de esas personas que citan tus investigaciones.