El cibermundo se entreteje entre redes cibernéticas y de control virtual, en las que ya se dice y se hace, se piensa en la virtualidad como parte de nuestra condición humana. Más en estos tiempos en que la pandemia del COVID-19, ha puesto a los seres humanos que se encuentran en este mundo cibernético a vivir en la covirtualidad, es decir obligados a convertirse en virtuales, con pocas opciones en los espacios reales.

Por eso, se ha de comprender que la virtualidad que nos cubre con un manto de imágenes interactivas, de pantalla, es acelerada y obligada, dada la cuarentena y que no es la misma que se da cuando los sujetos del cibermundo viven de manera normal (sin constreñimiento) con relación a lo real, físico y lo virtual.

Es bueno comprender que esta concepción de lo covirtual como resultado del COVID-19, a lo mejor entre en desuso cuando aparezca la vacuna, pero puede reaparecer bajo otro concepto nuevo, si surge otro tipo de virus o cualquier circunstancia que restrinja la vida real.

Siguiendo por la línea de lo virtual, de acuerdo a la filosofía cibernética innovadora, que implica una teoría del lenguaje, del sujeto y del discurso, no es una idea de signo en cuanto identidad entre la palabra y la cosa, no es detenerse a buscar una relación etimológica de cajón, sino buscarla de sentido, porque hay un corte entre la etimología y el sentido (Meschonnic, 2014).  Por lo que trabajar el concepto de lo virtual entra en el plano de no solo de Aristóteles, Tomás de Aquino, Leibniz y Deleuze, sino en otros discursos filosóficos como el de Lanier (2019,) quien fue el creador de la realidad virtual en lo filosófico, como lo ha sido Levy en un plano antropológico y Baudrillard (1996) en lo simulacro.

En tal sentido, el recorrido de lo virtual sigue con los trabajos de Echeverría, 2000, Merejo, 1998 y el conjunto de filósofos que participamos en seminarios como ¿Es real lo virtual?,2008, coordinado por Román García y en los trabajos sobre Filosofía y realidad virtual (2007), lo cuales fueron editados por César Moreno, Rafael Lorenzo y Alicia Mα.  de Mingo; además varios pensadores como Woolley,1994; Burdeau/Coiffet; 1996; Gubern,1996; Joyanes, 1997.

Estas reflexiones en torno a lo virtual no niegan la filosofía de la tecnociencia, específicamente la tradición de la reflexión de la partícula virtual, de existencia fugas, de corto tiempo, por la indeterminación que brota de la teoría de Heisenberg, más en estos tiempos que se ha comenzado a gestar nuevos acontecimientos con la computadora cuántica (más allá de lo digital) en el cibermundo de lo virtual. El enfoque desde el pensamiento y ciencia de la complejidad, articula el conocimiento científico en todas las áreas, en sistemas y en redes.

La tradición filosófica del concepto de lo virtual apunta a un referente que es no físico y deviene entidad abstracta independiente de cualquier realización concreta, pero sin negar el ámbito de lo real; es de ahí la virtualidad como realidad, como existencia simulada y no opuesta a lo físico o real.

Lo virtual y lo real emanan de un mismo plano, entre el mundo de la tecnología digital y la cuántica, se abre la mirada del sujeto cibernético, que no es digital y ni es cuántica, sino virtual, la cual penetra a través de pantalla de múltiples ventanas que son virtuales.

El retomar lo virtual desde la filosofía cibernética innovadora es insertarnos en entornos simulados, en los que el sujeto se ha posicionado en un espacio determinado, donde siente el cuerpo como si estuviese moviéndose físicamente, lo cual se da gracias a un interfaz con entornos simulados desarrollados por aplicaciones con imágenes, infografías, animación y ciberarte; no obstante, dicho sujeto sigue estando ahí, de manera existencial, luego de moverse en esos dispositivos virtuales.