Si de algo se nos caracteriza, a los dominicanos en el exterior, es de que siempre estamos dispuestos a socorrer a nuestros compatriotas, cuando estos sufren las desgracias de una inesperada tragedia, las desdichas de un desastre natural o la eventualidad cotidiana de vivir en un país con recursos y oportunidades que, no siempre les llegan.
Fuera de los inesperados desastres naturales, los dominicanos que vivimos en el exterior, por décadas, hemos querido hacer aportes para mejorar las vidas de nuestros compatriotas en la isla. Pero pocas veces nos hemos sentidos confiado en que nuestros aportes llegarán a las manos y a las causas correctas.
Queremos hacer algo más allá que la remesa que enviamos mensualmente. Esa que, aunque llega como aporte a la familia extendida, es en realidad un acto caritativo o donación selectiva, porque sabemos a dónde va.
Rara vez nos sentimos cómodos, dando dinero a instituciones caritativas de la Patria. Existe esa suspicacia de sospecha sobre el gesto noble del otro. Siempre estamos “chivos” de las acciones de los demás. Y puede que hasta sea justificado, visto las patrañas que hemos evidenciado.
Por ejemplo, si queremos mandar una caja o una donación de equipos médicos. Surgen unas trabas insólitas y poco productivas. No es que los mecanismos aduanales sean arcaicos. Es que nosotros mismos, hemos violentado tanto esos procesos, queriendo sacar ventaja, que se ha generalizado la concepción de que los importadores de bien son gente deshonesta. Y cuidado si logras una exoneración, porque ahí entonces el malo es el agente aduanal, a quien se le acusa de corrupto, por autorizar unos aportes benéficos. Por acusaciones así, es que los que hacen trabajo caritativo de manera seria, se ven teniendo que pagar con lágrimas, esos impuestos.
Es increíble la documentación que hay que agotar, para lograr una exoneración. Y es a propósito, créanme. Pues nadie quiere salir desacreditado, de un gesto sincero. Hasta para favorecer a nuestro pueblo a veces es complicado. Porque el que no recibe, siempre acusa, y el que recibe algo, está siempre dispuesto a tapar. Evidencia que se confirma con el “Dame lo mío”. Algo que nunca he escuchado en otro país que no sea el nuestro.
Ahora veamos otros mecanismos de donación.
Desde hace una década los organismos internacionales a cargo de enfrentar situaciones de emergencias han coincidido en que, la mejor forma de dar es entregando dinero. ¿Por qué creen ustedes que la mayoría de las donaciones de los países industrializados, se efectúan con dinero? Primero, porque es fácil de contabilizar, fiscalizar y controlar. Y segundo, por lo obvio. Es que, en la logística de promover, convocar, recibir, procesar, coordinar, enviar, aceptar, almacenar, contabilizar, distribuir y finalmente entregar a aquellos necesitados, las cajas de ropas, asuntos para el hogar, personales, comida, enlatados, medicinas y demás, que fueron donadas por cientos o miles de individuos, la sal sale, pero mucho más cara que el chivo.
Las ciudades donde habitan las diásporas dominicanas guardan en ellas, pequeños nobles gestos de actos benéficos. Estas anualmente efectúan galas u otro tipo de eventos para recaudar fondos o promocionar sus trabajos sin fines de lucro, que hacen en nuestro el país. Sin embargo, estos esfuerzos terminan por agotar una agenda de trabajos que pocas veces impacta como debiera, pues se ejercitan en la mayoría de los casos, fuera de las programaciones de desarrollo del Estado o las organizaciones no-gubernamentales, que si saben lo que se necesita.
Estos gestos pudieran impactar de una mejor y mayor forma si existieran mecanismos que le permitieran incidir directamente y sin tener que agotar grandes recursos en logística o levantamiento de información. Es decir, que existiera un Fondo de la Diáspora para Asuntos Benéficos, con programación y dirección. No otra institución, sino un Fondo Fideicomiso que le permite a esas pequeñas fundaciones, poder mantener sus contribuciones bajo escrutinio y creciendo. Disponibles según sus programaciones, para efectuar valiosas e impactantes obras de real trascendencia, basadas en una clasificación facilitada por los órganos estatales y no-gubernamentales, mediante el voluntariado. Evitando así la duplicidad de esfuerzos y los gastos en las innecesarias logísticas que se requieren para implementar sus programas caritativos.
Es cierto que los dominicanos tenemos muchos problemas y precariedades. Pero no las suficientes para estar mendigando por el mundo, cajas de ropa usada y laterios de comida con fechas expiradas. Aparte de los pueblos de las periferias, los cuales no he podido censar, la miseria no es un asunto presente en las vidas de la mayoría de nuestros compatriotas. Y aunque el sentimiento de los dominicanos en el exterior es basado en la noción de lo que creen que es precariedad, lo cierto es que, más que cajas de comida o medicina, lo que su país necesita es inversión, justicia y mecanismos serios para impulsar aquellas cosas que requieren de mayor atención, pero que, carecen de recursos humanos y monetarios para hacerlos.
La diáspora está preparada para asumir el rol que se espera de ella. Y créanme. En nada tiene que ver con cajas de ropa o latas en diciembre.
Si de algo se nos caracteriza, a los dominicanos en el exterior, es de que siempre estamos dispuestos a socorrer a nuestros compatriotas. Y cuando la diáspora dona, ahí está la primera idea. Ser Filántropos. Tenemos que dar de nuestro tiempo y dinero. Debemos estar más abiertos a ser voluntarios de grandes causas y no líderes de gestos que no inciden y que egoístamente solo impactan nuestro ego.
Ahora a buscar las otras 99 ideas para y desde la diáspora.