¡Fiesta por la democracia! Este es el gastado cliché que enarbolan Danilo Medina, Roberto Rosario y los demás depravados que tienen este país paralizado en su evolución y natural desarrollo…

Estamos en un momento de relevancia vital para señalar nuestros mayores defectos -las peores muestras de atraso- por estar presentes, con expresiones propias y bien delineadas, en tan traumático evento electoral que ha permitido a la sociedad comportarse tal y como es, no como pretenden que sea quienes han ostentado el poder saqueando, por décadas, y de manera vulgar, el erario.

El caso emblemático de lo que como sociedad somos, que no debe faltar en ningún escrito que intente analizar resultados o juzgar comportamientos, lo encarna el Ing. Félix Bautista, candidato a senador por la provincia de San Juan de la Maguana, al alcanzar un inimaginable triunfo que lo ubica en la cima de la preferencia de los sufragantes, aún después de haber sido sometido a la justicia por uno de sus mismos correligionarios -Francisco Domínguez Brito, Procurador General de la República- bajo la acusación de apropiación ilegal de fondos públicos.

Este hecho, sin precedentes, pone sobre la mesa el desviado y vergonzoso proceder de un conglomerado social que ha sido capaz de reconocer como virtudes y bondades el hurto y el pillaje.

Debemos resaltar las aciagas expresiones vertidas por el "magnánimo presidente" Danilo Medina, revestidas de tal arrojo y prepotencia que han expuesto, de forma inusitada, sus ínfulas tiránicas. Decir que perdona y no perseguirá a quienes votaron en su contra, cual si el hecho estuviese tipificado en la Constitución como delito mayúsculo, parecen palabras proporcionadas por el influjo emocional de la mediocridad congénita con la que aborda temas fuera de su área natural de "expertise", circunscrita, exclusivamente, a todo lo relacionado a amarres, "serruchaderas" de palos y acuerdos de aposentos matizados por información intrigante y tendenciosa.

Con este proceso hemos alcanzado el clímax de nuestro atrofiado comportamiento social, que brota en estas horas de crisis no con la exclusividad, como podría pensarse, del entorno político; va de la mano de conductas inapropiadas que el diario vivir, tanto en al país como en el exterior, ha ido definiendo dentro de un marco de patrones de comportamiento inverso que ha convertido al dominicano en un caso de "rareza extrema" en la geografía mundial.

Es imprescindible señalar a los mentirosos, indignos, viles, corruptos e inmorales políticos peledeístas que han hecho de República Dominicana la nación más vilipendiada; a la bachata, al reguetón, al "merengue de calle", al dembow y a otras "expresiones culturales" por los grandes traumas que han ocasionado a la moral y a las buenas costumbres; a la mayoría de los beisbolistas por llenarse de gloria, fama y riqueza mediante la infracción maliciosa de las reglas y el uso de las malas mañas.

Debemos estampar a los viles y despreciables periodistas y medios de comunicación que se han sometido al dinero fácil y fungen como agentes para la difusión de la perversidad; a los jueces de todas las cortes por hacer de la administración de justicia la más sucia y lucrativa de las funciones inherentes a la administración del Estado…

Estamos en la obligación de llamar la atención hacia la vulgaridad, despreciable carácter distintivo que ha hecho de nuestro vocablo, y peor aún, de nuestra esencia misma, un monumento al tigueraje y a la burla; hacia los desechables, la gente común, los ciudadanos de "segunda" y las élites de "primera" por haber asumido tan burdo, descarado y realengo comportamiento.

Por último, debemos fijar posición en lo que concierne a la pestilente y enfermiza sociedad que ha hecho del estercolero y la inmundicia verdaderos paradigmas. Hemos logrado alcanzar la más alta expresión de la deformación social y de la inmoralidad. Hace tiempo venimos transitando ese camino con afán desmedido, trazado por gente que encontró en la inversión de valores los grandes capitales que estarían en limpia y transparente disputa en una sociedad con cierto grado de desarrollo capitalista. Alcanzamos a plenitud la consumación de nuestras miserias morales; nos ratificamos hoy como una mierda de país que nos confiere, ante los ojos de todo el mundo, la categoría de seres subnormales.