Cuba previo a la revolución cubana era un país envidiable por otros países de la región latinoamericana y de otras partes del mundo. Antes de la revolución, Cuba se destacaba en muchas áreas incluyendo la salud, educación, deporte y economía. Cuba contaba con campeones mundiales en varios deportes, personalidades destacadas en la medicina, la ciencia y la cultura. Grandes figuras de la literatura, las artes plásticas y la arquitectura eran reconocidas a nivel internacional.
No obstante, hay que puntualizar algunos hechos históricos que no aparecen en la historia contada posteriormente a la revolución. Y, hay que empezar por el mismo movimiento revolucionario.
La revolución no comenzó con Fidel Castro como muchos piensan. El movimiento revolucionario comenzó con las figuras de Abel Santamaría, su hermana Haydee y Melba Hernández, entre otros, que comenzaron un movimiento opositor al que se unió Fidel. Abel Santamaría comenzó a idear un asalto al Cuartel Moncada de Santiago de Cuba, con el fin de asestarle un golpe demoledor a la tiranía y entregar las armas a la población, para comenzar la revolución. No tenía nombre, y le llamaron el “Movimiento”. Para el asalto al cuartel eligieron los días de carnaval en Santiago de Cuba, específicamente el 26 de julio, día de la Santa Ana, porque de esta manera no llamarían la atención entre los participantes de las fiestas.
De los tres carros que iban a asaltar el cuartel, el primero logró engañar a los guardias, pero el segundo fue detenido y ahí comenzó la batalla. El tercer carro –donde iba Fidel− se extravió, y a pesar de que él conocía muy bien el pueblo no “supo” indicarle al chofer cómo llegar. La dictadura de Batista no tuvo clemencia y ejecutó a todos, menos a los que lograron huir –como el caso de Fidel y quienes andaban con él− hacia la Sierra Maestra. Fueron apresados por un teniente que no permitió que fueran ejecutados como lo habían sido, en el patio del cuartel y en el hospital, algunos sobrevivientes del asalto.
Luego de muertos los cabecillas, Fidel Castro fundó el Movimiento 26 de julio. Y junto a él había personas de mucho valor y coraje. Personas que han sido borradas de la historia de la revolución y otros que fueron fusilados, como es el caso de Humberto Sori Marín Victoria, miembro de la guerrilla que fundó el Directorio Revolucionario de la FEU en el Escambray, por tener ideas “contrarias a la revolución”.
Aquí tengo que decir que, en la historia de Cuba −la que aprenden los niños cubanos− nada de esto se menciona. Yo nunca supe que existió un comandante llamado Huber Matos, yo nunca supe que a Camilo Cienfuegos lo mandaron a detener y luego lo hicieron desaparecer como un accidente de aviación porque no quiso arrestar al Comandante Huber Matos, debido a que no encontró ningún complot para derrocar a Fidel Castro. Y a éste le mandó al Che Guevara, que cuando envió la contingencia, el comandante Camilo se negó al derramamiento de sangre y ordenó a sus tropas que bajaran las armas y se fue arrestado a montar en la avioneta que “se perdió en el mar”.
Esta es una de las muchas anécdotas. Todo esto ocurrió en los primeros años tras el triunfo de la revolución. Ya entonces la figura de Fidel estaba posicionada, y con él tenía el apoyo de gran parte del pueblo y el control del Estado. Y lo que prosiguió fue lo que dio a lugar a lo que contaré a continuación.
Fidel Castro desarmó a la población y ordenó el apresamiento tanto de personas allegadas al régimen batistiano como a personas de clase media y alta. Mi abuelo, a pesar de haber ayudado con muchísimos recursos a la revolución cubana, fue despojado de todas sus armas, tuvo que mudarse con la familia, y si no hubiese intervenido mi tía abuela Tatá –hermana de su esposa y de las fundadoras del 26 de julio en Camagüey−, también hubiese visto la cárcel. En mi familia hubo muchos participantes en la revolución. Tengo una abuela de cariño, esposa de un primo de mi padre que, junto a su esposo, participó en grupos de acción para derrocar la tiranía de Batista. Su esposo –ya fallecido− fue torturado por el régimen de Batista y cuando fue liberado, volvió a la lucha. Ambos dejaron a sus hijos, muy pequeños entonces, al cuidado de mis abuelos, con mi padre y mis tíos.
Fidel supo cómo manejar los hilos de la dictadura que iba a construir. Se quitó del medio a todo opositor o los metió presos y más tarde los obligó al exilio. Y apoyado durante muchísimos años por el imperio ruso o soviético, al cual se entregó totalmente, al enviar incluso miles de cubanos (2 mil perdieron su vida y 350 mil participaron) a Angola, Etiopía y otros países a luchar guerras ajenas. En la de Angola peleó mi tío por parte de padre, que también como a miles de los que tuvieron la suerte de regresar, lo dejaron en el olvido. Antes, tras la Crisis de los Misiles, los rusos que habían cerrado un acuerdo con Estados Unidos abandonaron a Cuba.
Fidel acabó con generaciones y forjó unas nuevas, bajo una nueva forma de vida, de esa que narro más abajo. Generaciones que no conocieron nunca nada de fuera de la isla y sólo la historia que el régimen quiso que conocieran. Y si usted no sabe cómo pudo lograr esto y tiene algunas dudas al respecto, le recomiendo una entrevista que está en Youtube del informante de la KGB, Yuri Bezmenov. Ese señor narra el proceso completo para desarticular a la oposición, los mecanismos de control y de eliminación de cualquier disidencia, incluso hasta de aquellos que aun siendo fieles al sistema llegan a tener mucha información.
Estas son sólo algunas muestras de que la historia que nos ha dado la revolución está escrita como a ellos les ha convenido. Mi tía abuela Tatá murió en Santa Fé, con hoyos en los zapatos y en la pobreza, sin ningún tipo de reconocimiento por parte del Gobierno. A pesar de que ayudó a muchas sanguijuelas a trepar en el Partido Comunista.
Mi vida en Cuba
Pero hablemos de lo que es vivir en la Cuba socialista que muchos aplauden. Desde que tengo uso de razón solo vi miseria a mi alrededor y la sufrí en carne y hueso. El sistema “socialista” cubano tiene una libreta en la cual anotan los productos que vas a recibir mensualmente. Entre ellos se encuentra el arroz, carne, azúcar, pan, sal, pasta de dientes, etc. Todos esos productos tienes que pagarlos con pesos cubanos. Mis padres ganaban entre los dos alrededor de 630 pesos cubanos y el dólar entonces estaba entre 17 y 20 por uno (saque la cuenta). Pero el problema no está en el precio de los productos, sino en la cantidad y la calidad. Para ir a comprar esos productos muchas veces tenías que hacer fila. Si eras de los que llegaba primero, podías comprar carne (bistecs) muy regulados en cantidad con menos pellejos que a los que les tocaría al final de la cola. Los frijoles y el arroz llegaban con piedras y pajillas, como si un saco se hubiese roto y hubiesen barrido el piso y metido en otro saco todo aquello. Había que limpiarlos antes de ponerlos en agua para luego hervirlos.
Por la libreta podías comprar un pan por persona, atendiendo a la cantidad de gente que vivía contigo. Mis padres se comían medio panecito todas las mañanas y me daban uno entero a mí de desayuno y otro para la merienda. El pan de la merienda, mis padres lo variaban con azúcar o a veces, ajo y aceite, para que tuviese algún sabor. Para comprar ropa y zapatos había otra libreta y te “tocaban” los accesorios por año; si comprabas un par de zapatos, no podías comprar otro hasta el año siguiente. Lo mismo ocurría con los juguetes en el caso de los niños.
A todas estas, en mi colegio asistían hijos de funcionarios y militantes del Partido Comunista. Ellos si tenían mochila nueva todos los años y sus padres a veces cometían el error de ponerles en la lonchera (que yo no tenía) un pan con jamón o con queso, dependiendo de lo que tuvieran. Esos mismos hijos de funcionarios tenían zapatos nuevos y ropa nueva. Tuve la suerte de estar en un colegio en el que mis amiguitos hijos de funcionarios tenían un sentido de solidaridad apreciable, y recuerdo a uno en particular, Yosley, amigo del equipo de ajedrez, que casi siempre compartía su merienda y comía de mi pan con azúcar o de aceite y ajo, y yo de su pan con jamón o queso.
Yo fui uno de los privilegiados porque mi padre viajaba al extranjero ocasionalmente, debido a su preparación profesional. A veces asistía a ferias internacionales en países capitalistas y podía comprar algunas cosas para mí y la familia. Pero para ello, tenía que jugar con el cambio de moneda, porque al regresar de viaje tenía que hacer un reporte y devolver el dinero que le sobrara de dieta y −en el caso de ventas de libros− el de las ventas. En otras ocasiones compraba en el mercado negro cubano leche y carne de res de primera. Si, allá eso también existe, lo que revela una corrupción estatal que no sale en los periódicos ni nacionales ni internacionales.
Recuerdo a muchos otros amiguitos que no tenían un padre que viajara, que no tenían padre porque este los había abandonado, y su madre no ganaba lo que ganaba la mía. Que a pesar de que el salario no significaba mucho, con el algo se podía comprar. Y también recuerdo que a algunos de ellos les dejé mucha de mi ropa ya gastada y la recibieron felices.
Uno puede decir –como muchos defensores del régimen−, que todo esto era culpa del “bloqueo yanqui”. Pero en Cuba en las bodegas no había nada, y si ya habías comprado lo que te tocaba no podías comprar más hasta el mes próximo. Sin embargo, a una esquina de mi casa, como era el caso, había una “shopping” (como le llamaban allá), en la que encontrabas de todo, pero en la cual tenías que comprar con dólares, y allí sí podías ir cuando quisieras –o pudieras, porque el pago de los salarios de la inmensa mayoría de los cubanos era en pesos de circulación nacional. Mientras las bodegas del Estado estaban vacías o con muy pocos productos, en las shopping había de todo.
De igual forma en los hospitales a donde iba el cubano común y corriente los pacientes debían llevar las sábanas, comida, velas, abanicos y en casos extremos hasta las medicinas. Pero en otros, donde se atendían los altos funcionarios y los extranjeros que van a Cuba a tratarse, las habitaciones parecían de hoteles hasta con aire acondicionado.
Cuba de antes y ahora
El pueblo cubano siempre quiso ser más; desde la época colonial siempre fue una población aguerrida y luchadora. Entendió muy temprano que la isla contaba con riquezas enormes para ser la “perla del Caribe” y hasta del mundo, y lo fue, brevemente. Cuba fue pionera en muchísimos aspectos. Teníamos campeón mundial de ajedrez (Capablanca), teníamos al primer medallista olímpico de Latinoamérica, Ramón Fonst, que a pesar de criarse en Francia, siempre representó a Cuba en las olimpiadas. Teníamos al profesor Aurelio Ángel Baldor en las matemáticas, al médico Carlos J. Finlay que descubrió al mosquito trasmisor de la fiebre amarilla. Cuba era dueña del azúcar, y prácticamente, el precio mundial se fijaba en el país. La agricultura cubana era extensa y variada hasta la llegada de la revolución. Y también muchísimos escritores de alto calibre, y periodistas. Y no puedo dejar fuera que Cuba fue pionera en la televisión, la radio, el ferrocarril y muchas cosas más en América Latina.
En fin, Cuba era ya un diamante en el Caribe antes de que llegara la revolución. Y cuando llegó, con la implementación del “socialismo castrista”, entonces toda esa prosperidad económica se fue abajo. Fidel Castro acabó con todo el modelo de producción, poniendo a gente incapaz a dirigir y controlar la agricultura cubana. Acabó con miles de hectáreas de variados productos agrícolas para realizar la “Zafra de los diez millones” de toneladas de azúcar. Y esto fue un rotundo fracaso que no llegó a los ocho millones de toneladas y descalabró la economía ancional.
Más allá de todo esto, Fidel Castro dividió a familias ideológica y físicamente. Puede decirse, sin temor a la equivocación, que no hay un cubano que no tenga un familiar emigrado, no solo en EE.UU., sino en todas partes del mundo. Con el mayor cinismo alentó el éxodo de cubanos por el puerto del Mariel, provocando que la salida en balsas se convirtiera en el medio para escapar de Cuba. Y convirtió a Cuba en la “vergüenza del Caribe”, porque podríamos hablar de Haití, pero los haitianos nunca fueron una potencia en ningún aspecto. Y de todas maneras no hay mucha diferencia entre la vida de un cubano y un haitiano en cuanto a pobreza y miseria. Y también fusiló y torturó a miles de cubanos por el simple hecho de pensar o querer algo diferente.
En fin, Fidel Castro llegó al poder en una Cuba rica y hermosa en pleno esplendor, pero muy corrupta, es cierto. Y la dejó pobre, destruida con unos índices de corrupción que sólo conocen quienes le rodearon, con millones de familias divididas y miles de desaparecidos y presos políticos. Así que en mis ojos, Fidel es, al mismo tiempo, el más exitoso y vil dictador de los tiempos modernos.
Todo esto me deja muy claro, que a pesar de que su muerte no es una razón para celebrar y fiestar, sí es un hecho importante para que muchos cubanos brindemos. Y espero que su muerte sea un augurio del cambio que necesita un país que está congelado en el pasado, con más de diez millones de cubanos viviendo en la pobreza, ajenos a todo lo que ocurre en un mundo globalizado.
Por supuesto, el cambio no ocurrirá de inmediato y quizá se produzcan muchas luchas internas de poder. El país no volverá a ser lo que fue, pero habrá una esperanza de que la democracia, la libertad de expresión, el libre comercio y los más elementales derechos humanos vuelvan a ser una realidad en la sufrida isla de Cuba.