¿Está pecando de exceso de optimismo el Canciller Miguel Vargas Maldonado cuando resta importancia al hecho de que la embajadora estadounidense, apenas al día siguiente de haber presentado sus cartas credenciales, haya sido convocada al Departamento de Estado conjuntamente con los que ostentan su misma representación en El Salvador y Panamá con motivo de haber roto relaciones con Taiwán al tiempo de establecerlas con China Continental?

¿Le asiste razón cuando a pesar de ese llamado a consulta y de las especulaciones a que ha dado lugar, asegura que nuestras relaciones con el gobierno estadounidense se mantienen en un elevado nivel de normalidad?

De ser así, entonces hay que considerar que pecarían de alarmistas quienes han estado especulando sobre la posibilidad de que unos Estados Unidos molestos por esa decisión, precisamente en momentos en que se encuentra inmerso en una fuerte guerra de aranceles con China Continental, adopte sanciones contra el país que pudieran ser tanto en el plano comercial como migratorio.

Y de igual modo, la casi innecesaria reiteración de nuestro legítimo derecho consustancial al ejercicio de soberanía a manejar la política exterior y establecer relaciones diplomáticas, comerciales y de amistad con cualquier gobierno y país.  Ciertamente fueron  los propios Estados Unidos los que abrieron la brecha por la que ahora hemos comenzado a transitar cuando bajo el gobierno del presidente Richard Nixon, a recomendaciones de Henry Kissinger, reconocieron al gobierno comunista de China y le franquearon el acceso a las Naciones Unidas y al Consejo de Seguridad.

Lo prudente en este caso es dejar de lado las especulaciones, no calentarse la cabeza por adelantado, ni abrazarse a la bandera patria dispuestos a defender nuestra condición de país independiente y soberano, mientras esperamos que la embajadora estadounidense se reintegre para dar inicio a su gestión y deje saber el mensaje que trae. 

Al margen, sin embargo, y con criterio realista hay que asumir el hecho cierto de que ya estamos inmersos en una nueva “guerra fría”.  En esta ocasión, China sustituyendo a la extinta Unión Soviética, como la otra cara del conflicto, ahora en una dura pugna comercial donde la economía de mayor crecimiento en los últimos lustros se lanza en una agresiva campaña expansionista para disputarle su liderazgo mundial a los Estados Unidos lo que a su vez apareja influencia política.

Durante mucho tiempo estos dieron la espalda a Latinoamérica.  Fue un espacio huérfano de su presencia y su interés, que China sabiamente se apresuró en ocupar.  Como se dice vulgarmente, los chinos “le comieron los caramelos”.  El apoyo financiero ofrecido sobre todo a gobiernos desafectos a Washington ha ido ahora a la conquista de Centroamérica y el Caribe.  Se trata de la frontera mas próxima a los Estados Unidos.   Es lo que con retraso ha despertado las alarmas de su gobierno.

Dentro de este juego, donde los contendientes están moviendo sus piezas para tratar de ocupar los espacios mejor posicionados y de mayor peso estratégico, República Dominicana viene a ser una ficha de competencia que pudiera llenar un papel clave.

El problema es de geo-política y no podemos contemplarlo con una limitada óptica insular sino con abarcador criterio global. De esperar que dejando pasión de lado,  sepamos manejarnos con el mejor buen juicio, sensatez y prudencia  a fin de poder llegar indemnes al final de la partida.