El Evangelista Lucas dice que el ángel, el mensajero celestial, anunció: “No tengan miedo, porque les traigo una buena noticia, que será motivo de gran alegría para todos: Hoy les ha nacido en el pueblo de David un salvador, que es el Mesías, el Señor”. (Lucas 2: 10,11).
Ahora este anuncio resuena otra vez en nuestros oídos, para alegrar nuestros corazones y alentar nuestro espíritu; pues, estamos en la época de Navidad cuando los creyentes y seguidores del Rabí de Galilea y los pueblos influenciados por la cultura cristiana, celebran una vez más el nacimiento de Jesús el Cristo.
Jesús nació en Belén de Judea durante el reinado de César Augusto el emperador romano. Los historiadores cuentan que el mundo conocido de entonces estaba en paz. Fue un espacio de tiempo sin guerras ni revueltas. Fue un período sin luchas, y de convivencia, tal vez forzada; más, la gente no había disfrutado antes de un espacio similar, ni después se ha visto en las crónicas de la humanidad un intervalo como aquel.
Las épocas de grandes conmemoraciones y los días de fiestas, son momentos cuando muchos disfrutan de asueto y se regocijan al olvidar momentáneamente los sinsabores y las penas de la vida. Se animan dando demostración de alegría, de amistad, de expresiones festivas, y de familiaridad; pero otras personas se deprimen por no poder disfrutar de momentos de regocijo, ni hay alegría en sus corazones, ni tranquilidad en sus mentes.
En esta estación festiva como en años pasados, debemos esforzarnos en disipar las penas, los sinsabores, las tensiones, y por el momento: dar gracias a la Divina Majestad por una nueva oportunidad para celebrar el nacimiento del Salvador y la ocasión para abrazar a los familiares y amigos, diciéndoles: ¡Feliz Navidad!
Los días festivos, como la Navidad, son como tiempo de receso de los afanes cotidianos, como días de descanso para la recuperación de fuerzas físicas y para elevar el espíritu en adoración a Dios.
Esta Navidad 2018, debe ser aprovechada para curar corazones quebrantados, comenzando con el nuestro, para descansar de la fatiga física y mental, mitigar la tristeza, elevar el alma, extender la mano al necesitado, alentar al descorazonado, consolar a los que lloran, fortalecer la fe, extender la esperanza y sembrar el amor.
Imitemos a los mensajeros celestiales diciendo: ¡Gloria a Dios en las alturas! ¡Paz en la tierra entre todos los pueblos que gozan de su favor! (Lucas 2: 14). ¡Celebremos el nacimiento de un Salvador que es Cristo el Señor!