El Evangelista Lucas dice que el ángel, el mensajero celestial, anunció: “No tengan miedo, porque les traigo una buena noticia, que será motivo de gran alegría para todos: Hoy les ha nacido en el pueblo de David un salvador, que es el Mesías, el Señor”. (Lucas 2: 10,11).

Por ahora este anuncio resuena otra vez en nuestros oídos para alegrar nuestros corazones y alentar nuestros espíritus; pues, estamos en la época de Navidad cuando los creyentes y seguidores del Rabí de Galilea y los pueblos influenciados por la cultura cristiana, celebran una vez más el nacimiento de Jesús el Cristo.

Jesús nació en Belén de Judea durante el reinado de César Augusto el emperador romano. Los historiadores cuentan que el mundo conocido de esa época, estaba en paz. Fue un espacio de tiempo sin guerras ni revueltas. Fue un período sin luchas, estaba en convivencia, tal vez forzada; mas, los pueblos no habían disfrutado antes de un espacio similar, ni después se ha visto en las crónicas de la humanidad un intervalo como aquel.

Es enigmático que este período en la historia fue un tiempo de paz en los territorios del Mar Mediterráneo; sin embargo se debe reconocer que en las jurisdicciones de Palestina en tiempos de Jesús había tensión y disputas religiosas entre fariseos, saduceos, familias sacerdotales, levitas, nazareos, macabeos, esenios y rivalidades entre los activistas políticos y los que consentían a la presencia y poder del imperialismo de los césares en Roma.

En el tiempo aquí mencionado nació en Belén de Judea, Jesús el Verbo Encarnado de Dios. Este nacimiento es de una imperecedera memoria

histórica que gran parte de la civilización evoca y es por tanto transcendental entre los tiempos de grandes conmemoraciones y días de fiestas, es momento cuando muchos disfrutan de asueto y se regocijan al dejar de lado momentáneamente los sinsabores y las penas de la vida. Mucha gente se anima dando demostración de alegría, de amistad, de expresiones festivas, y de familiaridad; pero otras personas se deprimen por no poder disfrutar del regocijo, ni hay alegría en sus corazones, ni tranquilidad en sus mentes.

En esta estación festiva y simultáneamente de congoja, como en años pasados, debemos esforzarnos en disipar las penas, los sinsabores, las tensiones y dar gracias a la Divina Majestad por una nueva oportunidad para celebrar el nacimiento del Salvador y la ocasión para abrazar a los familiares y amigos, diciéndoles: ¡Feliz Navidad!

Los días festivos como la Navidad, son como tiempo de receso de los afanes cotidianos, como días de descanso para la recuperación de fuerzas físicas y para elevar el espíritu en adoración a Dios.

Esta Navidad 2019, debe ser aprovechada para curar corazones quebrantados, comenzando con el nuestro, para descansar de la fatiga física y mental, mitigar la tristeza, elevar el alma, extender la mano al necesitado, alentar al descorazonado, consolar a los que lloran, fortalecer la fe, extender la esperanza y sembrar el amor.

Imitemos a los mensajeros celestiales diciendo: ¡Gloria a Dios en las alturas! ¡Paz en la tierra entre todos los pueblos que gozan de su favor! (Lucas 2: 14). ¡Celebremos el nacimiento de un Salvador que es Cristo el Señor!

¡TENGA USTED UNA FELIZ NAVIDAD, REGOCIJO Y PAZ EN SU CORAZÓN!

Telésforo Isaac

Obispo Emérito Iglesia Episcopal/Anglicana