En el fin de año, las ferias de todo tipo se ponen de moda. De electrodomésticos, viviendas, productos agropecuarios y, las más esperadas: las de vehículos nuevos y usados. Sabrá usted el porqué.

La estrategia comercial resulta efectiva para los vendedores. Siempre se han ufanado sobre las altísimas ventas. La historia, sin embargo, es diferente para el comprador incauto de autos de segunda mano. Una lotería.

Él, sin asesoría, con la “solución” del sueño de toda la vida a tiro de nariz, emocionado extremo, es muy probable que compre otro problema para alargar su larga lista de empobrecimiento: un carro, una camioneta o una jeepeta con daños estructurales. https://www.youtube.com/watch?v=ccGCPeZ3SNc.

Para los empresarios de vehículos, nada más oportuno que atraer y aglutinar a los consumidores en un solo espacio, ambientado con secuencias de casetas, vallas, colores y música que neutralizan el pensamiento y agitan las emociones desmedidas. Y, allí, dejar que se movilicen “libremente” por pasillos atestados de ofertas “atractivas”, mientras les abruman con volantes y discursos “amistosos”, de “incondicionalidad”. Las víctimas están en un momento de alta vulnerabilidad, a expensas del amo.

En ese entorno, las “facilidades” brotan a borbotones, “todo es posible”, incluso el fraude implícito que le llevará enredarse como un andullo para, luego, ser apretado sin piedad por los mismos enrolladores, los promotores del paraíso sobre ruedas.

¿UN INFIERNO?

Las ferias no son invento RD. Vienen de la Edad Media, en que “los mercaderes se reunían a las puertas de las murallas de una ciudad para comerciar sus productos, durante varios días”. Coincidían con la fiesta local en advocación de un santo patrón. https://es.wikipedia.org/wiki/Feria.

El eje central de tales actividades (estimular la compra) hoy es el mismo, aunque con el ruido de estos tiempos.

No constituyen delito, tampoco un infierno; pero se parecerían en la medida en que la ética sucumba ante el afán irracional de lucro de los vendedores frente a un mar de clientes compulsivos desprotegidos por el Estado, y los medios de comunicación hagan Publicity en vez de asumir su rol de denuncia de las malas prácticas.

Muchos vehículos usados exhiben ofertas de hasta US$ 5,000.00 de diferencia respecto de las mismas marcas y modelos. Lucen bellos, perfectos, garantía de calidad full. Todo es amor. Imposible resistirse a la compra.

Pero, ¿Es realidad tanta belleza?

En las ferias hay de todo. Y ese todo, además de lo bueno, incluye la oferta encubierta de “fraudes”, expresada en la compra en subastas de vehículos desahuciados, con fallas graves de origen, varios dueños, o chocados y reparados en Estados Unidos, para venderlos aquí con el eufemismo de “clean”.

Un comerciante responsable debe informarle al comprador, sin que éste le pregunte, que el auto sufrió un siniestro vial o registra daños de fábrica; advertirle que lo compra a su riesgo, y garantizarle que el precio real es menor que el de iguales modelos no colisionados.

Pero, como no lo hace, ni, mucho menos, le habla del velocímetro amañado, ni del “paño con pasta” a la transmisión, ni del número de dueños, el Gobierno, como garante de los intereses colectivos, debe obligar a la creación de áreas bien identificadas para los autos trucados en venta, además de categorizar a los díleres y regular la instalación de estos negocios en el territorio, para que no terminen como las freidurías: en cualquier sitio que sueñe el dueño y sin control de calidad. 

El mercado es cada vez más abrumador. 1,200 díleres están organizados, otros 700 comercian a la libre. En cualquier esquina de las ciudades, y hasta en lugares inhóspitos de las carreteras, opera un negocio de venta de autos. Un enjambre. La mafia se ha infiltrado, cada día con menos disimulo, y nada le importa si el negocio es organizado o no; sin embargo, quienes tienen que verla, viran la cara.

En este escenario, los daños económicos al consumidor son empobrecedores. Sigue desprotegido, a la suerte del destino.

Un negocio multimillonario, como el de la venta de vehículos usados, urge atención especial del Gobierno, y no con discursos mediáticos de papel. El problema es muy grave, y hay que enfrentarlo a cualquier costo.