Mi amigo Ramón Lantigua residió dos años en New Orleans mientras cursaba una maestría en The Tulane University of Louisiana y me puso a la orden su casa para
hospedarme si quería conocer dicha ciudad, circunstancia que aproveché para viajar a la misma dos veces y disfrutar del Mardi Gras tanto en 2013 como en 2014.
Para ir a presenciar los desfiles (“parades”) en la avenida St. Charles, debíamos estacionar el vehículo a muchísimas cuadras de distancia y caminar un largo trayecto de aproximadamente media hora a pie.
La lección aprendida la he aplicado exitosamente en la XXII Feria Internacional del Libro Santo Domingo 2019, a la cual he acudido casi todas las tardes (y quedándome hasta las nueve y pico de la noche) desde el pasado sábado, estacionando mi automóvil en la calle Santomé, desde donde camino a Las Damas.
Es decir, siempre he encontrado parqueo y no he tenido que coger lucha con tapones, además de beneficiar mi salud mediante el sencillo ejercicio de caminar que tanto recomiendan los médicos.
“Probando es que se sabe”, como dice Burger King. Me equivoqué cuando en enero pasado opiné en contra de que la Feria del Libro se celebrara en la Ciudad Colonial. He cambiado de opinión y hoy pienso que allí debería seguir celebrándose en los años venideros y que debería volver a incluir el Pabellón Libro Cocina, lamentablemente ausente en esta ocasión.