¿Cómo puedo describir los últimos días? La verdad que no sé. Hace unas horas, mientras ¿invertía? mi tiempo en la revisión de estatus y comentarios en Facebook, me percaté de lo fácil que fue dar con la noticia del asesinato de una muchacha de veintitantos en manos de quien fue su pareja, para luego ver lo que contaba un contacto sobre el Licey, seguido de lo bien que la pasó un grupo en el Festival Presidente, -cuyo gasto de tres días equipara el presupuesto de un año completo del Ministerio de Cultura-. Continúo, más asesinatos, mas fotos de gente sonriendo. Luego, la red se llenó de comentarios sobre un tal sanador que vino de no sé donde, se hizo una foto con un señor al que le dicen Presidente y cuya mayor pasión es aparecer de sorpresa en lugares del interior del país. Los asesinatos no paraban; fotos de parejas abrazadas y como noticia se leía lo mismo: muerte y orfandad; lo único que variaba era el instrumento del matador y uno que otro detalle espeluznante: una bala, diez puñaladas, no, dieciocho, suicidio, huida del victimario, niños testigos del asesinato… Y para rematar, di con la declaración de un hombre, macho, varón que afirma que la culpa de todo la tiene la mujer al dejar el hogar e ir a la calle a trabajar, dejando a los niños al cuido de otras personas y desatendiendo “su” rol.

Todavía no sé cómo se llama lo que siento. Tristeza, rabia, impotencia, dolor, pero no puedo quedarme ahí. Pienso en la gran cantidad de familias que en esta Navidad no tendrán a una hermana, una tía, una hija, una madre o amiga, solo porque la asesinaron. Y en la peor de las circunstancias, cuando el suicidio viene después del asesinato, llegan a mi mente dos familias con pérdidas irreparables, violentas y con secuelas dolorosas y profundas.

En medio del sentimiento que me abate, pienso y me pregunto: ¿cómo detener esto? ¡Este problema es uno de Salud Pública! No me canso de repetirlo. Y se me ocurre algo de lo cual no soy experta, porque nunca he sido parte de programas de este tipo, pero sí sé que los problemas se toman desde la punta y se van desmadejando hasta ir a su base. Les explico lo que he pensado.

Imagino que tomamos como parámetro de tiempo un lustro -cinco años-, y revisamos las estadísticas de asesinatos de mujeres, llámense como se llamen, intimo o no. Se estudia caso por caso, se determinan las variables que intervinieron en el hecho, como pueden ser motivo(s) desencadenante(s), comportamiento previo a lo ocurrido, condiciones materiales de la pareja, si vivían juntos o no, descendencia, participación o no de algún familiar cercano o figura significativa, no solo al momento del asesinato, sino dentro de la dinámica de la relación en general; si intervino algún organismo oficial o no –antes del desenlace fatal o luego de este-, y si lo hubo, cómo fue atendido el caso, -esto serviría para identificar aspectos a fortalecer en el servicio público específico-, detalles íntimos y cotidianos de la relación. En fin, tomar registro de todo, desde lo que no parezca relevante hasta lo que más. Luego, identificar comunes denominadores y diferencias entre los hechos recogidos; ver dónde una variable se cruza con otra, y su porqué ¡los porqués son vitales en este estudio! Habrá que disponer de un buen equipo técnico especializado que trabaje lo que sería la primera fase. La disposición de este grupo de personas supone un adecuado entrenamiento luego, por supuesto, de la selección del recurso humano con el perfil previamente definido. Huelga decir que toda esta información se clasifica, se le da significado, y se tabula adecuadamente de acuerdo a lo que queremos medir e identificar. Hay datos que por sí solo no dicen nada, pero en fases posteriores adquieren valor y son insumo importante.

Posteriormente, en ese mismo lapso de tiempo seleccionado, indagamos por algún segmento de mujeres que ya ha presentado denuncia de abuso, pero que, por la razón que fuere, no ha llegado a consecuencias fatales.  Esas razones deben ser objeto de estudio. No obstante, este grupo debe considerarse como de alto riesgo si además del denominador común de la denuncia hallamos en tiempo presente otras variables identificadas en la primera fase. Esta información se levanta en el terreno y con asistencia de los organismos que intervienen en el proceso; el seguimiento psicológico que corresponda debe darse con ambos miembros de la pareja, juntos o por separado. En esta fase, identificamos el rango de riesgo, si es real o no, si ha desaparecido, agravado, o si sigue latente. De no identificar riesgo de violencia, hay que identificar qué ocurrió para salir de ese círculo, pues la respuesta a esta pregunta puede ser insumo importante para otras fases preventivas. Incluso, con la adecuada asesoría, estas parejas pudieran ser parte del programa de prevención como testigos de la realidad a combatir. Ya en este punto estaríamos hablando de remisión al hallarnos frente a un rango de cero riesgo.

En palabras más simples, se trata de cruzar la información levantada en la investigación hecha de cinco años de asesinatos, con el segmento de riesgo identificado luego, a los fines de evitar en lo posible el incremento de víctimas.

Pero esto es solo el principio. Toda vez que disponemos de características comunes y sus correlaciones, corresponde trabajar en identificar en cuáles poblaciones estas dicen presente. Sin olvidar que una variable x tiene un valor distinto dentro de un contexto y cambia dentro de otro. Esto es importante para diseñar la nomenclatura de riesgo o vulnerabilidad que sugerí más arriba.

Sobre el párrafo anterior, estamos hartos y rehartos de conocer las razones de por qué ciertas condiciones están más presentes en un segmento que en otro, volviéndolo más susceptible ante la violencia de género. Hablo de pobreza, iniquidad, bajo nivel educativo, poco, escaso o ningún acceso a oportunidades de desarrollo personal, que redunde en mayor bienestar material y social, construcciones mentales machistas presentes tanto en el hombre como en la mujer, y laaaargo etc. ¿Qué sigue? Aparte del grupo seleccionado anteriormente, se impone la ejecución de un trabajo educativo y de seguimiento para aquellos  grupos que viven dentro de estas carencias y que por tanto, aun no estando dentro de estadísticas de denuncia o muerte, no dejan de ser poblaciones potenciales para focos de violencia. Les recuerdo que estoy hablando de niveles de riesgo de mayor, menor o cero riesgo, y que también hablo de prevención.

Y he aquí el gran tema, no tenemos cultura preventiva y debemos ¡ya! empezar a construirla. Si hemos asistido a cuanto seminario ha sido posible, si tenemos las estadísticas, si ya llenamos varios salones  para hablar sobre feminicidios, entonces, ¿qué vamos a hacer con todo eso que sabemos? Es tiempo de hacer algo con estas estadísticas de mujeres muertas, para lograr que las vivas sigan vivas. Y se impone involucrar al círculo completo: pareja, familia, ambiente. Llega el momento de la fase donde la comunicación directa entra en acción.

Pero no se trata de campañas de TV, ni que figuras relevantes de la selva del espectáculo local se maquillen golpes de ficción o se pinten la cara con trazos negros; no es suficiente decir: NI UNA MENOS o NI UNA MÁS. Más allá de mi pensamiento personal, estas campañas no construyen conciencia, menos modificarán un comportamiento que viene fortaleciéndose por años. En nuestro país la violencia es un asunto cultural; las campañas publicitarias apenas pueden conmover y esa conmoción no tarde 30 segundos en desaparecer en lo que llega el siguiente comercial.  Trabajar la población potencial de alto riesgo de violencia es ir directo a ella; implica que ella misma se identifique como tal, pues, si bien es cierto que hay mujeres que identifican el riesgo cuando ya es muy tarde, otra verdad lo es que algunos hombres no se reconocen violentos hasta que se ven frente a la tragedia gestionada por ellos mismos. Seguir señalando al hombre como el culpable exclusivo y solo como asesino, sin ir más allá del comportamiento y su raíz no ayuda para nada a ver el grave problema de los feminicidios en su real dimensión. Y que quede claro, yo no estoy exculpando ni defendiendo a nadie, solo estoy reconociendo que ambos miembros son parte del problema, cada uno con un rol distinto y a veces, lamentablemente, con roles entrecruzados que se refuerzan positivamente entre ellos, solo que el mayor detrimento recae sobre las partes más débiles: mujeres y niños. Amén de que hay perfiles de hombres violentos que escapan a la realidad cotidiana del hogar donde se impone la figura del hombre; reconozco patologías que naturalmente van más allá de los límites de estas líneas.

De ahí la importancia de irnos de lleno al problema, meternos de cabeza en el mismo. Esta tarea implica mucho recurso humano, capacitación, recursos económicos, tiempo y voluntad por parte del Estado. Lo que describo en líneas anteriores representa la prevención mediata. Para lo inmediato, es imperativo un seguimiento sobre las actuales demandas y acusaciones de violencia, consideradas de gravedad o no; no se puede dejar nada al azar ni al aire, puesto que nos encontramos en etapa de prevenir más muertes.

Finalmente, y no menos importante, lo es la educación de los niños, las niñas y los adolescentes, junto al trabajo en el hogar y las escuelas y colegios. Yo no me canso de hablar de educar sobre los sentimientos y las emociones a los pequeños. No aspiro a clases de meditación, como ya sucede en una que otra escuela de algún país del primer mundo, pero la construcción de un nuevo hombre y una nueva mujer se hace cada vez más urgente. Esto toma tiempo, pero no es imposible. Otros países han logrado erradicar problemas igual de graves aplicando la Ley, siendo persistentes, con la voluntad de TODOS y con lo más importante: EDUCACIÓN.

Debería de doler apenas un poco a los administradores del Estado que cada año asesinen un promedio de 102 mujeres en el país, junto con las consecuencias que se derivan de estas cifras. Este tema debería ser considerado y declarado como asunto de Salud Pública, y a partir de ahí, rediseñar bajo un protocolo preventivo todos los ámbitos donde interviene la educación de los menores. Esto incluye la currícula pública y privada, la producción de programas de TV, la prensa en todas sus formas, todos los sectores deben ser convocados y están obligados a ser parte.

Capaz y esto ya se hace, quizá ya se intentó y ni me entero, lo cierto es que las cifras de muertes de nuestras mujeres van en franco aumento, ante la mirada de una población que se sabe acéfala, cuando no, mal dirigida. Somos una selva llena de corrupción, Malls, dealers de autos y licour stores… y mujeres muertas.

@riveragnosis

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