Conocí a Magaly Pineda una tarde de abril de 1989, durante un recital poético en homenaje a Camila Henríquez Ureña y Gabriela Mistral.
El recital, organizado por el Centro de Investigación para la Acción Femenina (CIPAF), me tuvo entre las poetas invitadas. Al finalizar mi lectura, Magaly se me acercó. Venía con el temple de una guerrillera y la sonrisa de una muchacha traviesa, armada de lo cual, me soltó lo que casi parecía una oden: “quiero que trabajes en CIPAF”. Era tan sólo una pequeña muestra de la personalidad decididamente asertiva de la directora y una de las principales fundadoras del CIPAF, sin lugar a dudas, el más emblemático y relevante centro feminista de la República Dominicana.
La inesperada propuesta de Magaly cambiaría el curso de mi existencia. No soy la única a la que le ha sucedido igual. Todas las que conocimos el CIPAF, tanto en calidad de empleadas como de usuarias y receptoras de los servicios del centro, o simplemente como una de las tantas extranjeras o no que utilizaron sus facilidades para realizar una investigación, tesis o pasantía, sabemos que nuestras vidas se dividen en antes y después de nuestro paso por este centro feminista. No era sólo a causa del centro en sí mismo, de la oportunidad que representaba en términos de amplitud de nuestra conciencia de género, del valioso contacto con una amplia documentación, así como el trabajo feminista de cara a una sociedad conservadora, por no decir atrasada, sino también la experiencia de entrar en contacto con alguien como Magaly Pineda. Esta ex izquierdista radical, socióloga de profesión y feminista por vocación, parece haber nacido con la difícil misión de abrir caminos allí donde sólo hay espinas y silencio cómplice, o acaso tierra fértil pero desatendida.
“La Pineda”, como a veces le llamábamos en el CIPAF, es un dínamo lleno de iniciativas e ideas visionarias, sin importar cuán imposibles de llevar a la práctica puedan parecer. Esa tendencia suya a no pararle bola a las limitaciones, a pensar en grande, a creer que es posible concretizar aún sea contra viento y marea un sueño, un ideal de igualdad y superación para las mujeres dominicanas y latinoamericanas en especial, nos fue inyectado de una u otra forma a quienes tuvimos el privilegio de acompañarla en algún trecho de su trajinar. Su temperamento fogoso, a veces ameno, a veces incomprensible, desafiante, exigente, de una franqueza cruda, y otras veces difícil de seguirle la corriente debido a su desbordante capacidad creativa (en una reunión de trabajo podían ocurrírsele montones de ideas), impulsó muchas de las denuncias, proyectos, libros, encuestas, campañas y programas relacionados con asuntos concernientes a las distintas problemáticas de la población femenina, y por ende, de la sociedad dominicana en general. Probablemente, pasarán varios años antes de que el aporte de Magaly Pineda y su visión adelantada a los tiempos que le han tocado vivir, sean valorados en su real dimensión.
Hoy 21 de marzo es el cumpleaños número 70 de esta mujer de mil batallas, feminista fehaciente, rompedora de esquemas, viajera perpetua, lectora ávida, seguidora curiosa de las nuevas tendencias tecnológícas, propulsora de todo lo que contribuya a crear mejores paradigmas, animadora de foros y congresos y, dicho sea de paso, aunque no menos importante, compañera de vida de Fafa, y persona responsable de traer al mundo a tres seres tan especiales como Sira, Fafico y Marcel.
Aunque hace tiempo que no veo a Magaly, la imagino con la misma sonrisa de muchacha traviesa y el mismo temple de guerrillera de aquella tarde de abril en que la conocí. Aprovecho esta ocasión para celebrar su trayectoria de vida, dándole de todo corazón las gracias por su inigualable aporte y el siempre inspirador poder de su presencia.
¡Feliz cumpleaños a La Pineda!