Algunas personas aprovechan el fin de año para despojarse de viejos objetos. Esta práctica puede circunscribirse a un mero acto de limpieza. También, puede constituir un acto simbólico de renovación personal muy arraigado en la historia de la civilización humana.
El proceso de recreación emocional llevado a cabo al despojarse de las cosas personales es la sipnosis de la película Feliz año pasado, del director y guionista tailandés Nawapol Thamrongrattanarit, disponible en plataforma de streaming.
El film cuenta la historia de una joven tailandesa llamada Jean. Influida por la perspectiva de Marie Kondo, gurú japonesa del katazuke, práctica de ordenar e higienizar, Jean decide resideñar su espacio hogareño de un modo minimalista.
De acuerdo con el enfoque de Kondo, las pertenencias deben arrojarse si no proporcionan alegría a su dueño. Pero, ¿cuál es el significado de que un objeto ya no te de alegría? Nuestra relación emocional con las cosas no es estática, ni meramente instrumental. La foto de una persona puede agradarnos o irritarnos dependiendo de nuestra actitud emocional con ella al momento que observamos su retrato. Una cosa adquiere valor, aunque no nos guste por si misma, por remitirnos a alguien que nos la regaló con afecto.
Los objetos adquieren sentido a partir de nuestras vínculos emocionales con los demás. A veces, nos desprendemos de los objetos como un acto simbólico que representa nuestra desvinculación con personas a las que debemos dejar marchar; pero también, a veces los conservamos como la expresión simbólica de la rememorización de relaciones que aún nos proporcionan sentido.
Desprendernos de las cosas no significa arrojarlas a la nada. En muchas ocasiones, significa traspasarlas a quienes pueden resignificarlas en función de sus propios estados de ánimo.
En síntesis, nuestra relación con los objetos no se reduce a un “usar y tirar”. Conlleva una circulación de significados forjados en comunidad, como lo son nuestros rituales y celebraciones, incluyendo las festividades del Año Nuevo.