Se quejaba el decano de los estudios modernos de desigualdad social y económica, el británico Tony Atkinson, en su último libro (2018, Desigualdad) que en sus tiempos de estudiante en Cambridge y Harvard, se les enseñaba la importancia de preguntarse ¿Quién gana y quién pierde? Ante cualquier decisión, medida, ley o cambio económico o político.

Ahora esta pregunta suele estar ausente tanto en los medios de comunicación como entre los mismos economistas, muy interesados en sofisticados modelos económicos, pero poco atentos a las cuestiones distributivas. Si eso es aplicable a muchos economistas, a uno le da la impresión que para algunos políticos esa pregunta está ausente de sus preocupaciones.

Paul Krugman (premio Nobel de economía) refiriéndose a la recesión que se avizoraba en las economía mundial y que ahora con el covid-19 está ya presente entre nosotros, dice que nos enfrentamos a una catástrofe económica por el confinamiento y que “la principal tarea de la política económica ahora mismo no es proporcionar estímulo, o sea, sostener el empleo y el PIB, sino, por el contrario, proporcionar soporte vital: limitar las penurias de los…que han perdido temporalmente sus ingresos”. Insiste: “deberíamos centrarnos en ayudar a quienes lo necesitan”.

El ex presidente del gobierno de España, casi durante catorce años, y secretario general del Partido Socialista durante más años aún, Felipe González, por su parte, considera que el gobierno actual de coalición presidido por Pedro Sánchez, tiene que dar un gran apoyo a las empresas porque sin empresas no hay empleador. Es decir, para él la prioridad son las empresas, y agrega el otrora líder socialista hispánico, un llamado de alerta sobre el artículo 128 de la Constitución española.

¿Qué dice ese artículo? Ese artículo está en el Título VII Economía y Hacienda, y dice 1. “Toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general. 2. Se reconoce la iniciativa pública en la actividad económica. Mediante Ley se podrá reservar al sector público recursos o servicios esenciales, especialmente en caso de monopolio, y asimismo acordar la intervención de empresas cuando así lo exigiere el interés general”.

Está claro cual es el foco de interés prioritario de un economista profesional norteamericano progresista muy moderado (ayudar a quienes han perdido sus ingresos), y de un político profesional socialdemócrata español (velar porque al Gobierno no se le vaya a ocurrir nacionalizar empresas).

Para tratar de evitar que pueda haber la tentación de nacionalizar empresas, lo que desea Felipe González es que haya un consenso político con la derecha española, lo que evitaría que se pudieran tomar medidas como las que teme el ínclito estratega de una coalición del PSOE con el PP  y con Cs y pertinaz crítico del Presidente Pedro Sánchez.

González no parece perdonarle a Sánchez, primero, que venciera en las primarias a la candidata del “establishment” del partido, segundo, que siguiendo la ley de la necesidad política, pactara con Unidas-Podemos (UP) un Gobierno de Coalición Progresista. Y yo agrego una especulación, como tercero, que al ganar esas primarias internas las mujeres y hombres de Sánchez controlen hoy el PSOE y la “vieja guardia” de la tortilla sevillana y sus adláteres, no puedan hacer y deshacer a su gusto en el PSOE, o sea, que se hayan convertido en intrascendentes politicamente en el partido.

Como un admirador de las dotes políticas comunicativas del Felipe González joven – para mí el político español más importante de la segunda mitad del siglo XX-, me siento muy decepcionado por las que opino son constantes demostraciones de incoherencia política y de falta de empatía con los que fueron sus votantes y con los valores que encarna el PSOE.

Espero equivocarme pero cada vez más lo que dice González debe ser para los socialistas y para las mujeres y hombres de izquierda y progresistas de España, un indicador  al contrario,  de lo que se debe hacer. De tanto insistir en ser “socialista a fuer de liberal”, lo que ha primado es ser liberal. Lo de socialista se ha convertido, en una entelequia sin sentido.

Madrid, 6 de abril de 2020