En un artículo publicado por el Diario El País (24-10-2018), la filósofa Adela Cortina ha retomado la problemática de la utilidad de las humanidades.
Tomando distancia de la tradición aristotélica que justifica la superioridad de la filosofía en el hecho de ser un saber no utilitario, la Dra.Cortina realiza una justificación de los saberes humanísticos argumentando que las mismas combinan los atributos de ser útiles y fecundos.
La filósofa coloca ejemplos de descubrimientos como el de la piedra Rosetta, así como los aportes que el conocimiento humanístico ha aportado a las áreas de la industria cinematográfica, audiovisual, musical, turística o de la comunicación para justificar la utilidad de las humanidades.
A la vez, la Dra. Cortina añade a los saberes humanísticos la cualidad de la fecundidad. Por esta característica la filósofa entiende la capacidad de formar a las personas. Es esta cualidad la subestimada cada vez más en los planes de estudios dirigidos a la competitividad.
La emergencia de la Modernidad implicó una modificación en nuestros criterios de valoración del saber. El desarrollo de la sociedad capitalista trajo consigo la necesidad de saberes dirigidos a la producción en serie. El nuevo modelo económico transformó la escala de valores convirtiendo el aumento de la riqueza material en un referente de vida como nunca antes en la historia de la civilización occidental. En función de esto, el viejo paradigma aristotélico del saber como un bien en sí mismo fue perdiendo respetabilidad y el criterio de que los saberes son importantes en base a su capacidad para aumentar el producto interno bruto se convirtió en un supuesto.
El principio de la rentabilidad del saber como criterio único de la valoración epistémica es el que debemos someter a cuestionamiento. Pues si bien es cierto que los procesos sociales e históricos que contribuyeron a la emergencia de dicho principio se han consolidado, las sociedades modernas también adolecen de una serie de problemáticas que requieren la reflexión de las disciplinas humanísticas -desde nuevos enfoques y metodologías como las que pueden ofrecer las humanidades digitales- pero sin perder su conexión con la venerable tradición de pensamiento crítico que ha permitido conformar estas sociedades.