¿Y cómo se le ocurre a un policía AMET hacer salir a una mujer, para más señas a una fiscal de la cuadra de Yeni Berenice, fiscal del Distrito Nacional, de un salón de belleza con el pelo alborotado, “a medio arreglar”, para conminarla a mover su vehículo estacionado en una acera, exigirle sus documentos y después filmarla desgreñada?

Pues, de inmediato se desató la famosa furia femenina; y casi ciega, esto es, furiosa, “atinó” a intentar arrebatarle el celular, testigo cruel de su desarreglo tormentoso, lo que casi casi logra.

A la par que prevalida de su condición de fiscal, Sourelly Jáquez estaba en su derecho a no ser filmada “fea”, “a medio arreglar”, con su cabeza “a medio talle”, muy alejada de la pose de muñequita de porcelana que adoptó para ser retratada al final del proceso de “conciliación” con el AMET Richarson Saba Núñez, quien al firmar estaba en la boca del lobo y el lobo diciéndole “o te dije o te jode”, o firmas o sigues en nuestra prisión.

Los múltiples comentarios adornados de asombros desatados por la confrontación entre el AMET y la furiosa fiscal se hacen desde el país que es hacia el país que debe ser, desde la realidad que nos gastamos hacia el ideal que quisiéramos gastarnos.

¿Y de cuándo adónde las aceras no son para que se estacionen periodistas, funcionarios, fiscales, jueces, políticos, etc.? ¿Y de cuándo adónde las aceras no son para los talleres de mecánica y de desabolladura? ¿Y de cuándo adónde las aceras y esquinas de calles, avenidas e inmediaciones de mercados no son para los dominicanos y haitianos arrabalizadores?

¿Y de cuándo adónde automóviles no transitan sin placas? ¿Y de cuándo adónde motocicletas no transitan sin placas? ¿Y de cuándo adónde conductores de voladoras no abandonan sus rutas y se meten por donde les da la gana? ¿Y de cuándo adónde conductores públicos y privados no se meten en vía contraria?… (“!Que alguien me diga, cómo se olvida!”. Gilberto Santa Rosa).

En fin, ¿y cuándo fue que salimos del país que es y entramos al país que debe ser? ¿Y de cuándo adónde los asombrados comentaristas olvidaron la amargura del poeta Pedro Mir: “Este es un país que no merece el nombre de país. Sino de tumba, féretro, hueco o sepultura”?

Y conste que no comparto nombrarnos ni hueco, ni sepultura, ni tumba, ni féretro. País, sí, pero independiente y no fundido.