El que tenga fe en Jesús, en su real dimensión humana, en su divinidad, manifestada en su resurrección, como en la mediación de la Iglesia, no me ciega para ver las debilidades de esta, sus supersticiones -explicaciones mágicas de Dios-, prácticas piadosas y corruptas históricas y su extremo dogmatismo, muchas veces negador de la razón y de la experiencia personal para llegar a Dios.

Aunque no sea un deísta, como Voltaire, no descarto, que pueden encontrarse justificaciones ilustradas de la existencia de Dios, como lo hizo Santo Tomás en la Suma Teológica, con las cinco vías -movimiento, causalidad, contingencia, grados de perfección y finalidad-.

Como Rotterdan, no quiero vivir en la vanidad, la ebriedad y la ignorancia de una fe ciega, que esconda la realidad de una Iglesia tan humana como los grandes abusos de muchos de sus miembros, manifestados en la cristianización forzada -hasta con la muerte- de los pueblos paganos -judíos, cristianos ortodoxos griegos y rusos, y musulmanes-; en las consabidas agresiones sexuales; escándalos de corrupción; y, de ejercicio del poder terrenal arbitrario con la excusa divina o cómplice de un poder avasallador.

El Elogio a la Locura en Rotterdan es precisamente la expresión de fe de un cristiano que, como lo hace su amigo Tomás Moro,no quiere seguir alabando las cosas sin valor, las que son producto de una ingenuidad ignorante y caprichosa y que debe condenar todo tipo de dictadura, para darle fuerza al idealismo y dejar atrás a los antihéroes de la degeneración política y -añado yo- de la depresión de la fe cristiana.

Ganar la guerra de la feno implica la destrucción de la razón, de la ciencia ni de los derechos fundamentales. La fe mágica, irracional e irrazonable, con desprecio por las libertades humanas y la razón de ser del Estado, nacido para proteger los derechos inalienables y para garantizar los derechos individuales, se convierte en una forma más de dictadura, de históricas censuras, que hacen posible el alejamiento de muchos de Jesucristo.

No quiero para el 2021 la fe del miedo ni de la esperanza -perdonen la herejía-, aspiro a una fe tan humana como la de Jesús. De lo contrario estamos más cerca de un reino dictatorial que divino.