Sean mis primeras palabras para felicitar calurosamente a la Policía Nacional por la ejemplar conducta que observó durante las explosiones de violencia que han ocurrido en los últimos días. Con esta burlona introducción el fenecido presidente de la República Dominicana Doctor Joaquín Balaguer rendía cuenta a la nación sobre las sangrientas represiones estudiantiles escenificadas en la capital del país cuyo episodio final está registrado históricamente como la Masacre de la calle Espaillat, vía situada en el sector de Ciudad Nueva el día 20 de octubre del 1961 apenas cuatro meses y medio después del tiranicidio y sin haber salido aun hacia el exilio su viuda, hijos, familiares y allegados.

Fanfo Ariza

En el transcurso de las manifestaciones demandando la destitución del recién nombrado rector de la Universidad José Manuel Machado, por la concesión del fuero y la autonomía a ésta, la salida del poder de Balaguer, la liquidación de las imágenes y denominaciones trujillistas y el cambio de nombre del liceo Presidente Trujillo, fue asesinado en la referida calle un viejo amigo Tirso Roldán Vargas y heridos Miguel Ángel Hurtado, Miguel Gil Mejía, Jaime Barceló, Blanca Rodríguez Conde entre otros, así como Ercilio Velóz Burgos –futuro comunicador– que leía tranquilamente un libro de poesías sentado en el parque Independencia ubicado en las proximidades.

Al consultar la prensa escrita de la época –La Nación, El Caribe, Semanario Unión  Cívica– y rememorar los noticieros de Radio Caribe, no se menciona en ninguna parte el nombre de Tomás Rafael Ariza Alemany –Fanfo– residente en la calle Espaillat junto a su familia, quién sin participar en las movilizaciones resultó seriamente descalabrado por los agentes policiales siendo conducido inconsciente y en calidad de prisionero al hospital Darío Contreras en la zona oriental de la ciudad, y según el parte médico presentaba derrame interno, parálisis facial y hemiplejía debiendo permanecer varios días en el citado centro hospitalario.

Durante su estadía en el Darío a su puerta se acercaron interesados por su estado de salud los dirigentes políticos Viriato Fiallo y Juan Bosch y al momento de su restablecimiento su familia arrendó un apartamento del célebre edificio de la Julio Ortega Frier n°8. Casi tres meses después de su mudanza me alojé en su casa y por espacio de varios años nuestra convivencia me facilitó la oportunidad de conocer la cotidiana existencia de una persona que luchaba por sobreponerse, superar un hándicap –desventaja– que intentaba malograr una joven vida que se encontraba en su etapa más florida y apreciada: la primavera.

Debía tocarse en permanencia con un gorro de lana para conservar la traumatizada cabeza aislada de la temperatura ambiental; el número de grageas y comprimidos que debía ingerir después o entre las comidas era exorbitante –toda una farmacia– exceso causante en ocasiones de intoxicaciones medicamentosas; por espacio de algunos años visitaba el Medical Center de New York donde se debatía la conveniencia o no de practicarle una cirugía o esperar que el hueso craneal creciera, triunfando finalmente esta última opción que resultó atinada gracias a la juventud del paciente. Paralelamente a los cuidados médicos se le recomendaba llevar un austero género de vida sin exponerse mucho a riesgos innecesarios.

En ese entonces no pocas personas descubrían en Fanfo un gran parecido físico con el actor de cine italoamericano Sal Mineo asesinado en 1976. Como apenas se ausentaba de la casa escuchada en su tocadiscos mucha música rock de la época recordando de momento a Elvis Presley en “return to sender” e “its now or never”; Miriam Makeba en “Pata pata”; el éxito “mashed potatoes; a Little Richard; “Despeinada”, “South Street” y los programas de Mac Cordero y Jo-Jo Pérez. Un pequeño automóvil “Taunus” modelo finales de los años cincuenta y color beige de su propiedad, lo utilizaba para sus restringidas salidas junto a sus padres y hermano Oscar Antonio –Cacho–.

Obra de Fanfo Ariza

Siempre se caracterizó Fanfo por la posesión de un ego desmesurado que no tenía cabida no solo en el apartamento sino también en el edificio entero, soslayando de esta manera una probable sobreprotección por parte de su madre y hermanos, circunstancia ésta que a menudo le confrontaba con ellos por tomarse ciertas libertades conductuales. Su latente inconformidad por las limitaciones impuestas por su fragilidad craneal y su firme rechazo a ser considerado como un discapacitado, un inútil, provocaron en buena medida que se inscribiera en el Instituto Dominicano Gregg para estudiar Comercio al cual dejó de asistir el mismo día en que se inició la revuelta de Abril de 1965.

Aunque en su natal San Francisco de Macorís nunca asistió –en caso de existir– en su adolescencia a ninguna de Escuela de Bellas Artes, luego de su desgracia en la calle Espaillat gustaba concurrir los 26 de julio a las fiestas de Santa Ana en el club más exclusivo de la ciudad, y durante  los comentarios que sus compueblanos hacían con posteridad a las mismas en el apartamento, recuerdo la reiterada mención de Violeta Yangüela, William Cunillera y José Amado Camilo que al parecer eran notabilidades locales. Para ejercitarse practicaba a menudo el tennis en diferentes recintos existentes en la capital, y dicho deporte alcanzó en su vida la categoría de un hábito, una terapia contra el stress existencial.

Desconozco si hubo la intervención de un profesional de la orientación o si una recóndita o dormida vocación encontró de súbito su expresión, pero desde el momento que empezó sus estudios de Diseño y Decoración en la Universidad Pedro Henríquez Ureña –UNPHU– Tomás Rafael daba la impresión de aquellos que parecen saber cosas sin haberlas aprendido o estudiado, sus trabajos eran pródigos en detalles aparentemente banales pero que tenían la particularidad de potenciar, realzar al conjunto, lo cual a mi juicio es un aspecto fundamental para quienes tienen por querencia o profesión el embellecimiento del espacio como los arquitectos, urbanistas, paisajistas y demás.

Residiendo ininterrumpidamente durante cuatro años en Francia (1973-1977), específicamente en París, me pude apercibir del verdadero significado de lo que ellos llaman Bon goût –Buen gusto– consistente en la aptitud que tienen algunas personas de sentir y discernir las bellezas y los defectos de una obra de arte o de cualquier producción del intelecto de una manera intuitiva, aunque algunos pueden alcanzar un cierto refinamiento mediante el aprendizaje. Esta habilidad les permite valorar atinadamente en un diseño la correcta escogencia de un color, la justa disposición de un mobiliario, el simbolismo de un cuadro, la idónea posición de una lámpara, el adecuado manejo de la iluminación natural o artificial entre otras variables.

En los documentales de la TV satelital presto minuciosa atención a los grandes de la Alta Costura –Balenciaga, Dior, Saint-Laurent, McQueen, Galliano, Jacobs, etc– al momento de terminar sus creaciones. Subiendo un poco el ruedo, un ligero abullonamiento en una manga, un simple frunce en la falda, un sencillo dobladillo o una escueta asimetría de los hombros son pormenores elementales capaces de hermosear la visión de conjunto de un vestido, una indumentaria. Armani junto a los arriba mencionados y otros más tienen el talento, el don no aprendido e imposible de enseñar de que en virtud de un toque maestro y fácil en apariencia mejoran el aspecto estético del todo.

Fanfo tiene en alto grado esta envidiable cualidad en los dominios del diseño y la ornamentación, perfeccionada y pulida en manos de unos profesores de excepción como: Prats Ventós, Amable Frómeta, Benjamín Paiewonsky, Eugenio Pérez Montás, Jorge Gausachs, César Iván Iglesias y Roberto Bergés entre otros. Tiene el escrúpulo de abocetar, esbozar todos sus trabajos previo a su realización, lo cual es una prueba de que el proceso creativo se apodera de su imaginación cada vez que pone su profesionalidad al servicio de sus clientes. No olvida jamás la inclusión en sus diseños de detalles prácticos que contribuyen a la funcionalidad de lo bellamente delineado.

El mercado dominicano no ha sido indiferente a las creaciones artísticas de este notable diseñador francomacorisano, siendo sus reputadas prestaciones requeridas durante las últimas décadas del pasado siglo por empresas como la comercializadora y distribuidora de productos farmacéuticos LETERAGO CxA, HYUNDAI, Plaza de la Salud, así como para la proyección de numerosos penthouses, boutiques, tiendas, exposiciones, ateliers, etc. En sus momentos de mayor demanda y ocupación tenía bajo sus órdenes centenares de personas de variada calificación, reservándose siempre para sí mismo la agotadora misión de diseñar el trabajo a realizar. En esa época fue muy reclamado por la élite social de la capital.

En el apogeo de su creatividad y cuando era más pretendido por quienes procuraban que lo bello constituyera parte de su entorno, a principios de este siglo y regresando desde Puerto Rico experimentó un súbito y extraño debilitamiento corporal que le impedía caminar y hasta tragar cuyo diagnóstico médico reveló el padecimiento de una enfermedad denominada Miastenia gravis definida como una fatiga muscular extrema provocada por un trastorno en la transmisión del influjo nervioso en el punto de unión del nervio con el músculo. Por segunda vez en su vida una nueva postración, discapacidad lo confina al espantoso mundo de los especialistas, a sofisticados análisis y estudios, a una cantidad formidable de medicamentos, periódicas terapias y un sinfín de mortificaciones que lo condenaban a una obligada pasividad.

Como sucede con la roya y la broca, dos plagas que atacan en el país a las plantas de café, Rafaelito –como le llamaba su hermano fallecido Oscarcito– convive imperturbable, inconmovible con su nuevo padecimiento, y al igual que el ave fabulosa de la mitología egipcia –el Ave Fénix– está poco a poco renaciendo de sus cenizas. Si en honor a la verdad no se encuentra en condiciones de llevar un ritmo de trabajo como el exhibido antes de esta última dolencia, su curiosidad y sensibilidad artísticas les incitan estar constantemente ocupado en disímiles actividades, desde cambiar la posición de un cuadro, reemplazar una cortina, diseñar un arreglo futurista hasta preocuparse por las últimas novedades llegadas a los Almacenes Unidos, Galerías 360 o Sambil.

Además de su amena conversación representa una placentera experiencia para cualquier visitante ser testigo de la decoración de su apartamento en el ensanche Julieta de esta ciudad, donde creaciones suyas y adquisiciones de variada autoría se disputan ángulos, paredes y techos de su vivienda, siendo el único percance el reducido espacio disponible por el espectador para distanciarse y apreciar con la debida perspectiva las artísticas producciones. No obstante, resulta un regocijante diálogo con el arte la pausada observación de las mismas en compañía de su propietario que no oculta el júbilo que le produce la ponderación de aquellas que considera logros de la creatividad propia o ajena.

Sin importar la formación que se tenga o el oficio que se desempeñe, los visitantes a esta casa notarán que su inquilino es un consumado maestro trabajando las maderas nobles tanto en la creación de muebles, alacenas, credenzas y demás como esculturas, tallas y artesanías maridando asombrosamente las nuevas tecnologías con lo funcional. Al abrir un aparador fijado en la pared, de improvisada manera surgió detrás de la puertecilla una pieza plana de múltiples usos. La división interna de este ajuar presentaba diversos gabinetes muy bien terminados con sorprendentes funciones y utilidades; era admirable el multiuso que podía ofrecer un simple aparador.

Dos gaviotas en pleno vuelo de Lladró la célebre empresa de porcelanas de Valencia, España, es considerada por Fanfo como una de las joyas de su domicilio ocupando un lugar de preeminencia en la sala, espacio que por la ocurrencia de las Navidades decoró con un gran arbolito que por su contrastante ornamentación y acertada iluminación debía haber estado en la recepción de Carrefour o Blue Mall. El gran orgullo del artista es un caballo encabritado –no de gran formato– confeccionado con alambre eléctrico pelado que le mantuvo ocupado por tres años; es una creación que amigos suyos han intentado comprarle sin éxito. Pinturas suyas o no, pasadas o recientes y diversas esculturas completan su paisaje hogareño.

La mesa del comedor provista de cuatro sillas llama la atención porque el alto respaldo de éstas últimas, aunque parezcan iguales, presentan en su rico tallado una trabajada filigrana que no solo las hace un poco diferentes sino demostrativa de la participación de un reputado ebanista. Distintos altos y bajorrelieves de su invención y otros trabajos de embellecimiento casero ofrecen para muchos visitantes la impresión de que Tomás Rafael parece un artista escapado del período Barroco, aunque el Modernismo y algunas manifestaciones del Arte Contemporáneo en el interior de la casa hacen pensar que este último no le es indiferente a quien ha sobrevivido a dos grandes infortunios en la vida.

Por haber rebasado serios problemas de salud algunos conocidos aseguran que Fanfo es un artista en el grado heroico, es decir, con la jerarquía o estatus de héroe, y si he intentado en líneas generales trazar un perfil concerniente a su tormentosa existencia y valor artístico, todo palidecerá si él se embarca de nuevo en la redacción de sus “Memorias”. Me dice que hace un tiempo empezó algo en este sentido, sugiriéndole mediante este artículo que retome esa iniciativa para que así la presente y futuras generaciones del país tengan en sus manos la comprobación de que quien tropieza y no se deja caer adelanta un paso. En gran medida este amigo es un vivo testimonio de que el Arte nos ayuda a sobreponernos cuando las dificultades de la vida nos invitan a capitular, a rendirnos.