En el mes de noviembre las reflexiones sociales y mediáticas tienen especial atención hacia “la familia” como institución social. La mirada antropológica de la familia tiene como referencia la diversidad de estructuras familiares existentes en nuestro contexto social como son: nucleares, extensas, monoparentales matrifocales y patrifocales, unipersonales, ampliadas y homoparentales.
No reconocer esta diversidad de estructuras familiares genera exclusión y discriminación hacia niños, niñas y adolescentes al interior del sistema educativo. Muchos centros le asignan actividades escolares basadas en familias nucleares a su población estudiantil, generando así bullying, discriminación y exclusión hacia la población que no convive con padres/madres por diversas causas y su familia está sostenida en otras relaciones y otras estructuras.
En nuestra sociedad, sobre todo desde el sistema educativo, se refuerza la idea errónea de que la familia es la responsable única de la socialización de niños, niñas y adolescentes. Estableciéndose relaciones causales unilineales entre sus conductas sociales y los tipos de familia. Así se plantea que las familias con jefatura femenina (monoparentales matrifocales) son generadoras de problemas de aprendizaje, violencia y otros. Esta visión es errónea porque:
1-El tipo de familia no determina la conducta. Las conductas de niños, niñas y adolescentes son el resultado de la interacción e influencia de valores-practicas presentes en: familias, centros educativos, instituciones religiosas, vecindario, grupos de pares, medios de comunicación, redes sociales, grupos políticosy otros ámbitos micro y macrosociales
2-No existen “familias modelos”. Las familias independientemente de su estructura tienen en su interior conflictos intergeneracionales, relaciones de poder en las que se visibiliza la desigualdad social, discriminación y muchas veces violencia.
En nuestros barrios urbano-marginales encontramos que niños y niñas aprenden las pautas culturales en continua interacción entre familia, escuela, calle, callejones, cañadas. Gran parte de su interacción social (sobre todo de niños porque hay segregación también en el espacio) se genera en la calle/callejones. Vecinos y vecinas asumen roles de corrección y sanción de conductas y comportamientos considerados violadores de las normas sociales y tienen autoridad social para “dar pelas” y castigar.
Esto nos muestra la complejidad del fenómeno de la socialización/enculturación en la niñez por la invisible frontera entre lo aprendido en la familia y en la calle/callejón, ambos están entremezclados en la cotidianidad.
Los centros educativos cuando miran hacia la familia deben mirarse hacia sí mismos y hacia todo el contexto socio-cultural que envuelve a niños, niñas y adolescentes.
Se hace necesario revisar y redefinir las políticas, programas sociales y educativos dirigidos hacia la niñez y adolescencia desde una mirada más compleja que integre los distintos ámbitos y contextos sociales presentes en su socialización desde su cotidianidad.
Este artículo fue publicado originalmente en el periódico HOY