En los últimos meses se han producido situaciones dramáticas y de violencia sexual. Estas han consternado a nuestra sociedad y han generado muchas interrogantes y especulaciones sobre la realidad de la adolescencia-sexualidad y la responsabilidad familiar.

Nuestra sociedad tiende a ver la familia como la principal responsable de los problemas sociales y la mirada a las tragedias tiende a bañarse de culpabilizaciones individuales y personales con el dedo acusatorio hacia las mujeres-madres y hacia víctimas-agresores como personas individuales sin una mirada a los patrones culturales y estructurales que influyen en ello.

En varios estudios que hemos realizado y que han realizado distintas instituciones e investigadores/as sociales (Conapofa, Profamilia-Cenismi, CESDEM, De Moya, Pérez-Then, Miric, Cáceres, Hasbún, Ramírez entre otros/as…)  se presenta un elemento recurrente, las barreras tabúes y vacíos presentes en familias tanto en estratos medios como pobres para orientar sus hijos e hijas desde su niñez en el manejo del cuerpo y la sexualidad a niños, niñas, adolescentes y jóvenes.

Hay que reconocer también que las personas adultas en nuestra sociedad tienen un déficit educativo en el abordaje de la sexualidad. En muchos casos no recibieron educación sexual ni en su familia ni en su proceso educativo y por tanto no manejan herramientas para dialogar con sus hijos e hijas sobre el tema

Las madres y padres de adolescentes embarazadas y/o madres se muestran sorprendidas en muchos casos de que sus hijas fueran activas sexualmente, no conocían su realidad y sus necesidades. Igualmente las y los adolescentes reconocen que en su familia el tema de la sexualidad está sancionado, no se habla y cuando se trata el tema solo se oyen frases como: “Aquí no se permiten muchachas embarazadas” “No me venga nadie preña”.

La familia carece de información y orientación sobre cómo abordar el tema y supone erróneamente que tratar el tema de la sexualidad trae como consecuencias su promoción. Las madres, padres y personas adultas entrevistadas plantean que “hablar de sexo” provoca atracción hacia la sexualidad y por tanto que sus hijas tengan sexo. Por el contrario, en los casos donde se ha producido un diálogo sincero y abierto con información suficiente sobre cuerpo y sexualidad con herramientas de prevención de embarazos no-deseados e ITS-VIH-SIDA la población adolescente inicia más tarde o se protege.

Hay que reconocer también que las personas adultas en nuestra sociedad tienen un déficit educativo en el abordaje de la sexualidad. En muchos casos no recibieron educación sexual ni en su familia ni en su proceso educativo y por tanto no manejan herramientas para dialogar con sus hijos e hijas sobre el tema.

A esta barrera familia-adolescente frente al abordaje de la sexualidad se suma la ausencia de educación sexual en la educación formal dentro de nuestro sistema educativo. La misma visión errónea sobre los efectos de la información y orientación sobre sexualidad en adolescente que tiene la familia la presentan docentes, orientadores/as y directivos/as de centros. No se enseña a niños, niñas y adolescentes a empoderarse de su cuerpo y a prevenir situaciones de riesgos de embarazos no-deseados, enfermedades así como de abusos sexuales.

Urge que nuestras familias y centros educativos cambien la lógica restrictiva frente a la educación sexual y la realidad de la adolescencia. Mientras se mantengan estas barreras nuestra población adolescente camina sola, desprotegida y atrapada en callejones sin salida que muchas veces llevan a la desesperación y a la muerte.

Este artículo fue publicado originalmente en el periódico HOY