En el mes de noviembre tenemos dos celebraciones en el país, mes de la familia y de lucha contra la violencia de género. La coincidencia de ambas celebraciones no es casual.
Recientemente realizamos un estudio sobre “Masculinidades y violencia de género” para Profamilia. En el se muestra como la familia “tradicional” o nuclear (hombre-mujer-hijos/as) es el principal escenario de aprendizaje de la violencia de género en la población masculina estudiada.
Algunas de las dimensiones generadoras de la violencia de género en familias nucleares o “tradicionales” en los distintos estratos sociales son las siguientes:
- “El padre es castigador-proveedor” no afectivo. La relación entre padres-hijos en el estudio se desarrolla desde el uso de la violencia, la cual está más acentuada cuando los hijos son de sexo masculino. Los hombres entrevistados señalan que pocas veces había diálogos transparentes entre ellos y sus padres y mucho menos demostraciones de cariño y afecto.
El uso de castigos, golpes genera muchas veces que, desde muy jóvenes, en su adolescencia, salgan del hogar y se muevan en entornos de riesgo y vulnerabilidad ante la violencia.
- Violencia de padres hacia madres en distintos estratos sociales. Los hombres entrevistados tanto adolescentes como jóvenes y adultos que provienen o pertenecen a familias nucleares identifican distintas escenas de violencia psicológica, verbal y física de sus padres hacia sus madres. Muchos de ellos reconocen que han reproducido esa violencia hacia sus parejas y ex parejas.
- “El hombre es el que manda”. Las pautas que predominan en las familias nucleares alrededor de la relación hombre-mujer suponen la subordinación de la mujer al poder masculino. Se promueve desde la niñez en: familias, centros educativos como en instituciones religiosas protestantes y católicas. Este ejercicio de poder masculino o “machismo” toca distintos ámbitos como son:
-
- Proveedor económico. “El hombre es el que lleva el dinero a la casa”. La inserción laboral de la mujer tiende a ser sancionada socialmente tanto por instituciones religiosas como educativas en las que se entiende que la mujer “por el trabajo, descuida la familia”.
- Control de las “salidas” y diversión de la mujer. Culturalmente se condena que la mujer “salga” sin su “marido”, el “marido” tiene permiso para salir y regresar a la hora que le plazca. Esta lógica sancionadora y desigual de la diversión se convierte en un factor de conflicto y generador de violencia continua.
- “El hogar es de responsabilidad exclusiva de la mujer”. El hombre es educado para la calle no para el hogar. La lógica masculina-machista supone que la mujer “debe siempre estar en el hogar esperando a que llegue el marido” para “atenderlo”. La violación de esta lógica genera violencia socialmente legitimada.
La exclusión del hombre de los roles domésticos es promovida por los entornos familiares, vecinales, educativos y religiosos. La alimentación, limpieza e higiene, cuidado de niños/niñas, cuidado de envejecientes, lavado-planchado, todas estas actividades están relegadas a la mujer y su omisión por parte de ella provoca sanción y justificación de la violencia.
Definitivamente el escenario familiar sobre todo en la familia tradicional es uno de los principales espacios donde se genera la violencia de género por el predominio del machismo en el imaginario cultural que rodea las relaciones de pareja y la formación de familia. Se necesita que las instancias del Estado con incidencia en las familias, el sistema educativo, las instituciones religiosas y sector privado dediquen esfuerzos hacia procesos educativos que promuevan cambios culturales que desmonten el imaginario machista y desigual en la familia y conviertan la familia en un espacio de relaciones horizontales, con resolución de conflictos a base del dialogo y una distribución de los roles de forma equitativa.
Este articulo fue publicado originalmente en el periódico HOY