La explosión del escándalo de los amplios abusos y acosos sexuales del mega productor cinematográfico Harvey Weinstein deja pésimamente paradas a toda una serie de estrellas que han sido—y posiblemente seguirán siendo—recibidas por presidentes y primeros ministros de todo el mundo.
Se trata de estrellas—hombres y mujeres—que luego de estar establecidos en el ranking de multimillonarios y hasta mil millonarios de Hollywood han decido usar su fama para defender “causas justas”.
Sin embargo, es difícil reconciliar el “buen espíritu” de esas estrellas y su muy publicitada filantropía con su silencio cómplice y evidente con aquello que realmente sucedía en la trastienda de la industria del cine más poderosa del mundo.
Hoy, en mi opinión, muchos lucen desgastados. Muchas personas que han analizado este escándalo moral, legal y ético en la industria del cine norteamericano tienden a concluir que el silencio de estos grandes actores ante esta conocida práctica de acoso de actrices y en ocasiones acoso de actores, hace cómplices pasivos de toda esa suciedad hollywoodense a un conjunto de caras muy conocidas que lo supieron siempre, y siempre callaron.
En pocas palabras—y para muchos—esta gente que supo todo esto desde siempre y callaron, mientras engrosaban sus carteras personales con contratos millonarios y regalías fabulosas. Bien pueden disfrutar todo su dinero y seguir siendo parte del Jet set mundial, sin embargo, y quizás por mucho tiempo, les faltará cara para volver a dar lecciones de moral a la sociedad norteamericana o a la de cualquier parte del mundo.