No solo hace falta la voz de los hijos e hijas huérfanas de madres que pierden su vida por embarazos fatales evitables que la condenan a muerte sino también de aquellos niños que nacen con enfermedades congénitas letales y más aún las ninas que las obligan a parir luego de una violación. Sobre todas y todos ellos cae la indiferencia de una política de estado violenta, patriarcal y retrógrada.

Negar a la mujer la libertad de decidir sobre sus cuerpos, su sexualidad y reproducción es también violencia patriarcal.

La actriz chilena Florencia de la V dice que el femicida de su madre fue el Estado, quien la dejó morir desangrada durante un aborto ilegal.

Miles de niñas y niños dominicanos pierden a sus madres en circunstancias similares. En la República Dominicana el 88 por ciento de muerte materna es evitable y es la penalización del aborto la causa principal del alto índice de fallecimiento de mujeres en el país, osea el mayor en la región de Centroamérica y el Caribe. Se calcula que 14,000 niños y niñas quedaron huérfanos (as) debido al femicidio en los últimos años. Si vemos que hay más muertes por mortalidad materna que por femicidio entonces el nivel de orfandad es todavía mayor.

Y alguien se pregunta ¿qué pasa con esos huérfanos?

En Centroamérica y el Caribe un millón de niños y niñas  quedan huérfanos(as) debido a femicidios y mortalidad materna y según estudios los niños sin madres tienden a tener menos cuidado, menos amor, menos educación y más probabilidades de morir si están bajo la edad de nueve años.

Evitar las muertes de mujeres y la orfandad tiene que ser una política pública que se base en evidencias y no en creencias. Y si la evidencia dice que la despenalización del aborto baja la mortalidad materna y evita los altos niveles de orfandad  entonces ¿por qué no tenemos una política pública que se base en evidencias?

Pero no, el Estado dominicano basa sus políticas públicas en creencias personales y valores religiosos. Por creer que hay vida desde la concepción matamos a nuestras mujeres y dejamos huérfanos a nuestros niños y niñas.

Creo que más allá del respeto a la vida desde la concepción hay aspectos ideológicos intrínsecos a la sociedad dominicana que no permiten ver a la mujer como sujeto, sino como un objeto alienable de acuerdo a la voluntad de una sociedad fálica y misógina.

En nuestro país la herencia trujillista deja muy claro la división sexual de la mujer  sobre la cual se socializan tanto hombres como mujeres. En esta ideología las mujeres valen dos cheles, es el hombre el jefe, el que manda, el fuerte, el violento y dentro de esta hay varias categorías de mujeres: las bonitas que son objeto del deseo se violan o encuentran maridos que las limitan con el embarazo, las bonitas o  feas que no se ajustan al sistema se matan (el caso de Las Hermanas Mirabal y los femicidios modernos), las feas y gordas se le asigna el rol de preservar el sistema (solo hay que ver el número de gobernadores durante el régimen balaguerista o el caso de Minerva Bernardino durante la era de Trujillo) y las madres que son abnegadas y lo aguantan todo. Aquí también tenemos a las viejas que deben ajustarse a su condición pues ya no sirven para nada. En esta división sexual de la mujer el aborto bajo ningún precepto es permitido, sería otorgar poder al objeto, o sea a la mujer.

Es como le pasó a un joven que entra a un colmado dominicano en el Bronx y el dependiente le dice “Coño, qué buena ta tu novia, embarazala antes de que se te vaya.” De acuerdo a esta visión, el embarazo es una forma de control del cuerpo de la mujer, le coarta su libertad, le impide ser un ser humano íntegro.

Esta ideología choca de golpe con la modernidad. Hoy, las mujeres dominicanas tanto pobres como ricas se han empoderado, estudian, trabajan, son agentes políticos, están en la televisión, tienen hijos si quieren, manejan, dejan a sus parejas si no le convienen y eso dentro de la ideología trujillista es una sentencia a muerte.

Y pagan justos por pecadores. A la que violan y sale embarazada tiene que parir que en su gran mayoría son niñas sin importar lo que ellas mismas desean, la mujer que está en peligro de muerte tiene que parir aunque deje cinco hijos huérfanos, el feto sin viabilidad de vida debe nacer aunque el estado gaste innecesariamente en cuidados de salud.

Y el país lo está pagando. Somos el número uno en mortalidad materna, quizás el número uno en orfandad debido a esa mortalidad,  estamos entre los países con más casos de femicidio, es uno de los pocos países en el mundo en donde se penaliza el aborto bajo cualquier causa. La orfandad por otro lado, incrementa la pobreza y la miseria existencial del niño o niña. Con un sistema tan retrógrado el país se coloca de espalda a la modernidad.    

Ya es hora de tomar al toro por los cuernos y preguntarnos ¿Vamos a permitir que un puñado de hombres y mujeres del Congreso viciados por la retórica católica y reforzada por la ideología trujillista decida la vida de nuestras mujeres o el futuro de sus huérfanos?

Yo diría a los miembros del Congreso como decían los jóvenes argentinos en su lucha por la despenalización del aborto en su país “Abortad el patriarcado que tienes dentro”, legisle por la vida y el avance de nuestra nación. Permitan que nuestras mujeres vivan, no dejen sin madre a tantos huérfanos!