La bomba que explotó en el palacio en manos del presidente la semana pasada, no es menos destructiva que las que detonan día por día en el mercado del arte.

Edwin Espinal Hernández

Luego del alboroto colectivo, bastó con que la viuda del ya fenecido maestro Guillo Pérez se retractase de sus declaraciones no oficiales, dejando entre ver solo dos cosas: Que los familiares de los artistas realmente no conocen toda su producción, ni el inventario que dejan estos al morir. Y la otra, que este pueblo es ávido de olvido.

Como parte de la agenda de la Asociación Dominicana de Artistas Visuales en coordinación con el Centro León, el sábado recién pasado, se trató el tema “Arte y derecho de autor” en una conferencia dictada por el experto Edwin Espinal Hernádez. Esto cayó como anillo al dedo ante la situación anteriormente citada puesto que el estado como creador de la ley, falta a su propio compromiso como protector de estas garantías. Un buen ejemplo es la restricción que tienen las instituciones vinculadas al arte y la cultura, en la promoción del inventario de obras plásticas que posee la administración pública.

Ya aclarado el tema, al parecer solo se trató de un supuesto homenaje a la obra de Guillo y bajo ese contexto no podemos hablar de plagio. Al remitirnos a la ley 65-00 se establece que las ideas no están protegidas, sino más bien la forma de expresión de la misma.

La realidad es que el mercado actual del arte se nutre en una gran proporción de la falsificación de obras, en la que participan artistas e inversionistas. Si bien los restos de Pérez no llegaron a moverse, los de Oviedo, Ledesma, Bidó y otros seguirán retorciéndose hasta que se apliquen, aunque débiles, las sanciones que dicta la ley sobre plagio y falsificación.