El dia primero de mayo de 1938 falleció en Ciudad Trujillo, uno de los más destacados y prestigiosos médicos dominicanos, en cuyo honor se nombró uno de nuestros hospitales más importantes. Los detalles de su sepelio y homenajes ilustran su personalidad y el aprecio y respeto de toda la población. El periódico La Opinión publicó dos páginas completas reseñando el suceso. A las 2 de la tarde fue llevado a la logia Cuna de America, de la que era miembro en donde se hicieron guardias de honor hasta las 3 de la tarde. Fue llevado a la Universidad de Santo Domingo, para ser puesto en capilla ardiente. La carroza funeraria iba rebosante de flores y coronas de la presidencia de la República, de familias como Esteva, Ricart, Lluberes, Espaillat entre otros. Diversos colegas como la doctora Delta Gutierrez, una de las primeras graduadas de medicina en el país, también se sumaron al homenaje. El cortejo salió de la logia, bajando por la calle José D. Alfonseca, tomó la calle Mercedes, luego la Luperón hasta llegar a la calle Isabel la Católica, en donde estaba la Universidad de Santo Domingo, en un cortejo presidido por el reverendo Octavio Beras, canciller del arzobispado metropolitano. A su paso por las calles, se sumaban gran cantidad de personas.
Al llegar el sarcófago fue colocado en capilla ardiente, para recibir el homenaje de autoridades universitarias y colegas médicos. El discurso de orden fue pronunciado por el doctor Manuel Perdomo, decano de la facultad de medicina. En sus palabras dijo: “ Nuestras aulas universitarias sumidas ahora en un profundo silencio de meditación, visten crespones funerarios. Un largo gemido de angustia embarga el alma joven del profesorado universitario. La comunidad universitaria rinde homenaje al querido compañero, al inolvidable amigo y al ciudadado ejemplar”. Recordó en sus palabras el doctor Perdomo algunos de los profesores fallecidos en la década del 1930, tales como Luis E. Aybar, Arístides Fiallo Cabral, José Dolores Alfonseca, Luis Betances, Rodolfo Coiscou, Francisco Henríquez y Carvajal, asi como Braulio Alardo. A continuación fueron ofrecidos los oficios religiosos en la Santa Basílica Metropolitana. De ahí partió el cortejo fúnebre, recorriendo las calles Arzobispo Meriño, El Conde, Palo Hincado, Mercedes, Mariano Cestero hasta la Avenida Independencia. Fue colocado en el panteón de la familia Vásquez Gautier, en donde el señor Eduardo de Castro, venerable maestro de la Logia Cuna de America, pronunció unas palabras de ritual masónico.