Existe un profuso intercambio comercial entre la República Dominicana y Haití, tan grande que se considera a la vecina nación como el principal socio comercial dominicano. También existe una inmensa cantidad de haitianos que aporta su mano de obra en distintas labores en nuestro país. Sin embargo, se produce una marcada manipulación en cuanto a un supuesto desbalance sobre los beneficios de este intercambio comercial y laboral para uno y otro país.

Según un Informe del Banco Mundial (2010), la República Dominicana provee el 30% de las importaciones de Haití y el comercio con RD implica el 10% de su PIB. Ese informe también establece que en el 2010, las remesas enviadas por la diáspora haitiana a su país  llegaron a US$1,300 millones. De esta cantidad, el 11% (US$143 millones) lo aportaron los haitianos que trabajan en la República Dominicana. Este monto nos coloca como la segunda fuente de remesas que tienen los haitianos (en el primer lugar están los Estados Unidos).

El impacto de la mano de obra haitiana en el desarrollo de la República Dominicana es considerable. Los haitianos significan una importante fuente laboral para el área de la construcción, en el sector agrícola, en los servicios, etc. Aunque en alguna forma representan un factor importante en el movimiento económico nacional, es un hecho indiscutible que ambos países se benefician ampliamente con este intercambio comercial y laboral. Sin embargo, entidades y personas  manipulan esta realidad sobrevaluando la participación haitiana, mientras, se minimiza el impacto en Haití de los beneficios que reciben sus ciudadanos y su economía como producto de esta actividad, equitativamente favorable a las dos naciones.

Es una falacia afirmar que las exportaciones al país vecino nos benefician más a nosotros que a ellos. Claro está que los productores y empresarios dominicanos encuentran buena colocación a su producción en ese mercado cercano, pero no es menos cierto que Haití necesita de nuestra producción porque no produce nada y resultamos su proveedor más cercano y barato. Si de su lado hubo restricciones en los últimos meses a las importaciones de algunos productos provenientes de la República Dominicana, no se debió a que no necesitaban de esos productos, sino a la influencia de empresarios haitianos especuladores que gestionaban otros proveedores. Las medidas pudieron justificarse también como parte de su control aduanal.

Aunque sea un importante mercado, si la República Dominicana pierde a Haití como salida para sus excedentes en producción, estos encentrarían fácil colocación en otros países latinoamericanos por lo que no es tan dependiente del mercado haitiano.

En cuanto a la mano de obra haitiana en nuestro país, es importantísima, especialmente en el área de la construcción y la agricultura. Y también es cierto que en muchos casos los obreros haitianos son explotados por empresarios de la construcción y por los empleadores en el campo, pero sin justificar los abusos, los haitianos encuentran en la República Dominicana, fuentes de empleos que no tienen en su país y por eso trabajan aquí sin que nadie les obligue. Detrás de esos empleos, aunque sean mal pagados, puede haber más de un millón de haitianos en la República Dominicana.

Es cierto que en la mayoría de las construcciones que hoy dan una visión moderna a la ciudad de Santo Domingo, ha participado la mano de obra haitiana en forma determinante, pero es una manipulación interesada si se asume que el levantamiento o no de esas construcciones han dependido de los obreros haitianos. La verdad es que si el país contaba con los capitales para hacer esas grandes torres y hacerlas era una buena inversión para sus propietarios, estas se habrían construido en todas formas, aun sin los haitianos. Tal vez habrían pagado más a otros obreros, pero de todas maneras, la Capital no se habría privado del progreso que significan esas majestuosas inversiones inmobiliarias. Algunos abusadores dominicanos, han podido mal pagar a los haitianos, pero son esos recursos los que han podido elevar las remesas de cada año a su país un promedio de casi 150 millones de dólares.

Queda claro que la tergiversación que se hace sobre este intercambio es una manipulación interesada  chantajista de quienes promueven la existencia de un supuesto maltrato y esclavización de los haitianos en la República Dominicana y de la intención permanente de anti dominicanos, empeñados en victimizar a la población haitiana en nuestro país para limitar y descalificar por razones inconfesas, el ejercicio de nuestra soberanía en cualquier orden, y muy especialmente, en el que atañe al control migratorio.