En Grecia hay una confrontación política de alto nivel y gran significación que los aparatos propagandísticos del capital financiero presentan como “un país que se endeudó y no quiere pagar” y que algunos ingenuos hasta bien intencionados reducen a una ecuación sencilla: Si debes, tienes que pagar.

Nada está más alejado de la realidad que esa falacia malvada.

Grecia debe un poco más de 250,000 millones de euros  que contrajeron los dirigentes políticos corruptos que la Unión Europea no enjuicia y la banca extranjera que hace negocios en Grecia, especialmente la alemana.

Después de la crisis económica mundial provocada por el desplome de las acciones inmobiliarias en Estados Unidos y Europa, seguida por la debacle de los principales bancos,  el Fondo Monetario Internacional (FMI), entre otros, abrieron todas las compuertas para facilitar préstamos sin restricciones a gobiernos de todo el mundo para tratar de dinamizar la economía.

Si bien la intención no era tanto “dinamizar la economía” sino hacer revivir a los bancos que hicieron negocios especulativos grandiosos para estafar los ahorros de los ciudadanos y las garantías estatales en cadena, lo cierto era que desde entonces y por al menos dos años más el dinero del capital financiero estaba disponible sin trabas para quien quisiera endeudarse.

Ahí se endeudó Grecia y sus gobernantes neoliberales que aceptaron todas las condiciones de los acreedores. Los bancos volvieron a estar boyantes y la austeridad hundió a esos gobiernos en el descrédito y la movilización popular  sacó a esos gobernantes corruptos y entreguistas.

Cuando llegó la oportunidad de las urnas ante el descalabro de los gobiernos impuestos por Alemania  desde 2012 (a nombre de la Unión Europea), el pueblo se pronunció muy claramente contra el neoliberalismo, los políticos corruptos y más austeridad. Por eso eligieron a los postulantes de Syriza y sobre todo a Alexis Psipras, como su primer ministro.

Ahí surgió “el mal ejemplo contagiante” que ahora quieren extirpar cuanto antes. Ya en la misma Europa las grandes masas de trabajadores y clase media descubrieron que nadie puede obligarlos a “amarrarse los estómagos” y dejar de tomar sus medicamentos porque una receta del FMI y la Unión Europea diga que hay que subir impuestos y bajar pensiones para pagar la deuda que ellos dieron a los bancos griegos pero que no ha servido para fomentar el empleo ni para elevar la producción y la productividad.

El capital financiero internacional quiere que los gobernantes griegos paguen la deuda dejando de comer, no facilitando más préstamos para que se eleve la producción, el comercio y el ingreso de la población.

En otras palabras, les quieren decir a Psipras que pague la deuda griega aunque se muera de hambre el pueblo griego. Por supuesto que un gobernante con tanto arraigo popular tiene que escoger entre “aparentar serio” frente a unos buitres financieros o ser realmente serio defendiendo a su pueblo de la austeridad.

"Durante muchos años los gobiernos han creado un estado clientelista en el que se ha permitido la corrupción y conflictos de intereses entre lo económico y lo político, sin tomar medidas contra la fuga de capitales", expresó Psipras ante el Parlamento Europeo este miércoles.

En ese espacio Psipras denunció valientemente la inutilidad de las recetas de rescate de Grecia por parte del FMI y la Unión Europea con palabras más que claras: "Grecia ha sido un laboratorio de ensayo de la austeridad, pero ese experimento ha fracasado",  porque los resultados son que "se ha disparado el paro, la pobreza y la exclusión social y ha aumentado la deuda pública. La mayoría del pueblo griego considera que no tiene alternativa y que lo único que puede exigir es que se les saque de ese callejón sin salida”.

Fue más claro aun cuando expuso la realidad de la deuda griega: "El dinero que se le ha dado a Grecia nunca le ha llegado al pueblo griego, se entregó para salvar a los bancos griegos y europeos, pero nunca llegó al pueblo griego".

En el caso de Grecia, no hay otra salida que aprobar un nuevo rescate de la economía por parte de la banca europea y el FMI pues si ellos no producen no pueden pagar. De lo contrario Grecia quedaría fuera de la zona euro y no será precisamente el más perjudicado ni el único país que lo hará porque ya se sabe que Italia tampoco puede pagar sus deudas y ahí crece el Movimiento Cinco Estrellas que lidera Beppe Grillo, que es una opción política que lucha contra la austeridad como solución al problema del alto endeudamiento.

El interés del FMI y del Banco Central Europeo es político, no económico. Quieren derrocar al gobierno de Psipras porque no hace lo que hicieron los políticos que gobernaron a su país: darle cinco años de dura austeridad, ajustes, despidos y sufrimientos a su clase trabajadora, algo que no se ha visto ni siquiera en un país del tercer mundo. ¡Cinco años de ajustes y quieren más!

Naturalmente ese propósito de destronar a Psipras no lo comparte el pueblo griego como lo demostró el domingo enfrentado a todo el aparato del capital financiero cuando votó contra el deseo de sus gendarmes de prolongar la austeridad.

Si no fuera un problema político y no económico, la Unión Europea y el FMI hubieran reaccionado conminando a Ucrania a pagar sus deudas o cortarle los programas de rescate cuando el 29 de mayo pasado su presidente, el magnate especulador Petro Poroshenko, declaró que su país no iba a pagar sus deudas.

Pero lejos de aplicarle la macana habitual contra gobiernos “indeseables” como el de Psipras, la presidente del FMI, Christine Lagarde, declaró que ese organismo seguiría prestando a Ucrania “aunque no pague” porque ellos se lo merecen.

Las palabras de  Christine Lagarde, publicadas por todos los diarios en el mundo, fueron mucho más que claras: “El FMI, en general, alienta acuerdos preventivos voluntarios en las reestructuraciones de deuda, pero en el caso de que Ucrania no llegue a un acuerdo negociado con los acreedores privados y el país determina que no puede pagar su deuda, el Fondo puede continuar prestando dinero”.

Es fácil comprender que el FMI prefiere financiar al presidente de Ucrania que utiliza esos fondos para destruir con bombas la región industrial y minera del Donbass y a su propia población en una guerra fascista enfocada contra Rusia, mientras cerca a Grecia que solo quiere defender su pueblo y tratar de obtener un respiro para dinamizar su economía.

Ojalá que las elecciones en España y en Italia sigan marcando la tónica de Grecia y que los pueblos se sigan negando a elegir gobernantes que están al servicio del capital financiero y en contra de sus propios pueblos.