Nos fuimos con Fafa Taveras Ángel Matos y yo el pasado domingo a desandar el tiempo en las montañas de San José de Ocoa.

Tres viejos compañeros debían volver a los lugares donde 48 años atrás estuvo Fafa estimulando la lucha revolucionaria, sobreviviendo a la persecución a muerte de la “guardia y la policía con todos sus chivatos”, pero protegido por la lealtad infinita del campesinado ocoeño.

Tanto a Ángel como a mí –entre muchas personas- nos tocaría años después recuperar y enfocar a los hombres y mujeres de Manfredo Casado Villar y Máximo Aníbal Rossi en nuevos proyectos libertarios.

Así que los tres estábamos en nuestro campo. Y yo recordando a mis compañeros Luis Pujols, César y Niño Casado (hermanos de Manfredo), a José Genao, militante fiel del proletariado en quien Fafa encontró un soporte inmenso durante la clandestinidad, pero que en la vida diaria era ese barbero inofensivo con el que yo peleaba para que me dejara la “patilla”  cuando yo tenía apenas 13 años pero que con toda gentileza me decía: “¿Cuál patilla si no tienes ni un pelito?”.

Ver a Fafa en Los Martínez y Los Naranjales, en las montañas de Ocoa, fue para mí y para quienes lo acompañaron en 1969 en sus luchas libertarias –y sin saberlo lo esperaron nuevamente allí- un acontecimiento muy emocionante.

Todo se orquestó cuando fui a despedirme de su compañera Magaly Pineda el 11 de marzo de 2016 en su residencia del Distrito Nacional.

A Magaly, quien moriría 18 días después, le recordé que cuando liberaron a Fafa de la prisión en la mitad de la década del setenta, la noticia le llegó cuando terminaba de dictar una conferencia en un centro cultural de Ocoa –en la que yo estaba presente- y que al enterarse de la buena nueva y ante la pregunta de si se quedaría en Ocoa o se iba esa tarde-noche, ella exclamó: ¡Voy de regreso a la capital para mi segunda luna de miel!”.

Mientras Carmen Pérez hablaba animada con Magaly en la sala del apartamento, yo intercambiaba ese mismo día, pasadas las 4:00 de la tarde, sobre la situación política con Fafa en una terraza.

Una llamada entró en su teléfono móvil y por ella nos enteramos de que acababan de asesinar a Mateo Aquino Febrillet, ex rector de la Universidad, en una disputa partidaria entre candidatos a diputados de San Cristóbal.

Cuando caminábamos hacia donde Magaly y Carmen –Ángel llegaría un poco más tarde- le dije a Fafa: “Te voy a llevar a Los Martínez, en Ocoa, donde aun quedan algunos de los campesinos que te acogieron en los años duros de la represión balaguerista”.

Con gran emoción, Fafa no me respondió a mí, sino que le expresó a Magaly: “¡Oye Magaly, Nery (mi segundo nombre y por el que me llaman mis  familiares, compañeros y amigos más cercanos) me va a llevar a Los Martínez!”.

Naturalmente, para ella ese lugar era simbólico porque con Fafa intercambiaba desde allí mensajes cifrados para saber sobre su situación y donde él encontró la protección y el espacio para seguir su lucha como dirigente del Movimiento Popular Dominicano (MPD). Así que Magaly también aprobó su viaje y se conectó con aquellos recuerdos épicos que marcaron una época.

El viaje se concretó el pasado día 26 de junio de 2016 y la experiencia fue aleccionadora. Nos encontrarnos allí con Icelsa y Paco, Alejandro (que era alcalde cuando Fafa era perseguido a muerte); con Dilcia Maríñez, la hija de Pancho y compañera mía en mil batallas por los campesinos y las mujeres; con Bauta, con Manuel “Risita”… de los últimos jóvenes que vieron a Fafa cuando salía de regreso a la ciudad… con otros y otras, dando lugar a conversaciones familiares, contextualizadas y de lo más emocionantes.

Para Fafa resultaba casi inexplicable que tanto en Los Martínez como en Los Naranjales las familias tuvieran un progreso tan pronunciado: agua potable en las casas de concreto; agua para la irrigación aérea de aguacates, granos y viandas; carretera en buen estado, todos los niños estudiando en niveles similares a los de cualquier rico en la ciudad; un dispensario médico, telefonía celular y televisión satelital porque aprovechando los arroyos ya tienen dos pequeñas hidroeléctricas que son el fruto de su lucha (gracias a las experiencias) y de la cooperación de entidades estatales y cooperantes extranjeros.

Y lo era porque cuando Fafa guerrilleaba por allí en 1969 junto a Henry Segarra y otros emepedeístas vivió en carne propia la miseria y el desamparo de esos parajes. Solo había zanahoria, limón, gandules y un poco de café. ¡Nada más!

Tanto Fafa como esos campesinos hijos del ejemplo de Manfredo y “Nibo Pelillo”  son un motivo más para seguir luchando para que este país sea pronto un modelo de trabajo honrado y esos niños nuevos profesionales competentes, honestos y luchadores.

Ojalá que la juventud dominicana pueda abrevar en las fuentes que Fafa, Manfredo y otros jóvenes de aquellos tiempos se nutrieron para servir a este país con eterna entrega y sin dobleces.

Como es natural, no pienso dejarlos solos nunca, y se que Ángel tampoco.

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