El presente enfoque propende navegar en algunos aspectos psicológicos y sociales del liderazgo, en tanto a sus  posibles cambios estructurales y hormonales que se pueden producir en sus cerebros. Reconozco que el tema no es nada simple, y máxime, que no soy psicólogo, sin embargo, a partir de unos comportamientos de individuos que han pasado por estos estadios, pudiéramos garantizar la certidumbre de que en la práctica, tanto su  personalidad, comportamientos y temperamentos, etc., han sufridos mutaciones en este orden, conforme ejercen influencias en los conglomerados o seguidores.

Los últimos avances en neurociencia y en la investigación del genoma –conjunto de genes y disposición de los mismos en la célula- han detectado que hay genes relacionados con el ejercicio del poder y cómo este puede llegar a modificar el cerebro del que manda, sus emociones, empatía y relación con los otros (Viajes al cerebro de los líderes, www.lavanguardia.com)

Según la misma fuente, refiriendo a la patología psíquica, hace referencia de líderes de grandes connotaciones, incluso, los de la segunda guerra mundial, que padecieron grandes trastornos del tipo psicopatológicos, entre los que se destacan: 

Winston Churchill, quien acusaba un trastorno bipolar, pasando por pronunciadas depresiones melancólicas, denominada por él mismo, black dogs-perros negros-, episodios hipomaníacos o eufóricos, lo cual lo hacía mostrarse sensiblemente irritable, agresivo, recibía visitas políticas en ropa interior o en la bañera, prácticamente no dormía y consumía grandes cantidades de whisky.

En segundo lugar, refiere a Roosevelt, de quien se plantea que al concluir la segunda guerra mundial, se le endilgó el hecho de haber cedido demasiados puntos a Stalin, lo que ha sido justificado por algunos historiadores, escudándolo debido a que padecía un estado de depresión.

La fuente citada, registra que Stalin sufría de algún tipo de trastorno que bordeaba  con una paranoia, en otras palabras, un trastorno delirante crónico, hasta el punto de estar resuelto de que todo el mundo le quería matar. Su fascinación era tal, que al  momento de expresarle el pésame a Eleanor Roosevelt, le externó que estaba convencido que su marido Franklin había sido envenenado, para lo cual le ofrecía su ayuda para la búsqueda del culpable.

Estos dos casos, nos van alineando con el título con el que calzamos el presente esbozo,  ya que fueron lideres trascendentales, incluso, evitaron que la humanidad sufriera las pretensiones de los nazis.

Sin embargo, al margen de que algunos liderazgos lo han dado todo por sus pueblos, en otros casos, producto de estos trastornos mentales graves, han propiciado hecho en el que han sumergidos dichos pueblos a un terror incomparable.

Pero esto no es todo, también del lado del Nazismo, encontramos el caso de Adolf Hitler, cuyos episodios se sintetiza en la psicopatía que sufría, manifestándose de alguna forma en un trastorno de la personalidad, posiblemente de características paranoides y narcisistas.

Sintetizando, estos trastornos se van evidenciando conforme se incrementa su caudillismo.

En casos más recientes, se pone ejemplo en el mundo, como cautivos de estos trastornos a Saddam Husein y Kim Jong Il -Ex secretario general del partido del trabajo de Corea-

Respecto a la temática, son muchos los tratadistas de la conducta de los líderes, que establecen el criterio de que el poder cambia el cerebro de estos, los cuales a través de algunos experimentos, han encontrado que al asignarle el papel de poder o sumisión a sujetos experimentales normales, tan sólo durante un rato, mientras dura el experimento, detectan que el que manda se vuelve más frío emocionalmente, más distante, menos empático con sus congéneres y más motivado en pensar en sí mismo.

Y más allá, se han planteados criterios, respecto a los cambios conductuales, que son muchos los líderes que una vez investidos de poder, adoptan una actitud de prepotencia o arrogancia, incluso, con cierto ribete de personalidad narcisista e histriónicos. Por lo tanto, una vez poseído de este trastorno, ven el mundo como un lugar para la auto-glorificación a través del uso del poder, manifestando, entre otros rasgos, un celo mesiánico y una exaltación en el habla, donde a veces, anteponen su persona a la organización que lideran, incluso, muestran una exacerbada confianza en sí mismos, hasta llegar a  creerse invulnerables, sintiéndose blindados y con revestimiento de impunidad.

La megalomanía –estado psicopatológico caracterizado por delirios de grandeza, poder, riqueza u omnipotencia-, en ocasiones, llega a adueñarse tanto del líder, que asume una obsesión compulsiva por tener el control. (Termino tomado de https//educalindo.com, el 29/6/2018), teniendo dicho estado, mayor numero huésped, en las personas dotadas de poder.

En este aspecto, se encuentran ejemplo en todas las esferas, dentro de los cuales, ejemplarizamos el caso de un descendiente de Joaquín Aarón, Samuel Joaquín Flores, de la llamada iglesia-secta-, La Luz del Mundo, quien tras un estudio psicoanalítico sobre la relación líder-feligresía, elaborado por los Dres.; César Mascareñas de los Santos y Jorge Mascareñas Ruiz, concluyeron que este líder ¨eclesiástico¨  presentaba trastorno psiquiátrico conocido como Narcicismo Maligno, en su defecto, un tipo de psicosis llamado trastorno delirante paranoide- se caracteriza por presentar pensamientos omnipotentes y persecutorios que hacen que las personas no distingan la realidad de la fantasía, en lo que se refiere a su propia realidad. Tal era su exageración manifiesta –otro no lo manifiestan o lo manifiestan en menores dosis-, que al tomar posesión de su cargo, heredado de su papá, incluyó dentro de sus prerrogativas de rey, sumo sacerdote y profeta (Pag.4)

Enfocándonos en la República Dominicana -por vinculación y sentido de pertenencia en los temas abordados a nuestro espacio geográfico- son muchos los casos que han registrados dichos trastornos. En efecto, cabe destacar el caso más extremo, el de Rafael Leonidas Trujillo, quien dio la más exacerbada manifestación de narcisismo y megalomanía, hasta el punto de desarrollar una obsesión en las indumentarias y la actitud de bravuconería que exhibía como macho alfa y señor todopoderoso.

La propia agonía de poder del Dr. Balaguer, aunque con menores poses y exhibición, acusó determinada dosis de megalomanía, incluso, llegó a manifestar dejos de prepotencia en la forma de gobernar y manejar las situaciones del poder.

El Dr. Peña Gómez, en sus arranques, incluso, la forma dictatorial de como llegó a manejar tranques en su PRD, evidenció mutaciones de un hombre manso con las acciones bruscas y de resortes, incluso, llegó a sembrar más que respecto algunos temores, de sus seguidores.

El mismo suicidio de Don Antonio, puede muy bien asociarse a la propia soledad del poder, producto de que su cerebro ya había sido trastornado con una depresión relacionada con la pérdida del mismo y esas mutaciones producto de haberse habituado al rito a la personalidad que se desprende del mando.

En tiempo más recientes, se han vistos derrumbarse promesas de no enamorarse de las mieles del poder, sin embargo, como dijimos más arriba, en gran mayoría, los líderes, han asumido una obsesión compulsiva por tener el control.

Y como colofón, para dejar algo a la imaginación, a modo de receta y prescripciones para no dejarse arropar por los resortes de megalomanía del poder, es estar consciente de que por más poder que se acuñe en democracia, por ejemplo, más tarde que temprano le espera el semáforo rojo de la Duarte con Paris, por ejemplo, y no dejar que su temperamento adquiera la ñoñerías y caprichos como parte de la sintomatología de la paranoia y el narcisismo.

Finalmente, se recomienda para la sanidad del que manda, siempre hacer como El César,  haciéndose acompañar de una persona no para que lo adulasen, sino de una, para que siempre le recordara al oído “recuerda César, que sólo eres un hombre”.