El ojo que ves no es ojo porque tú lo veas; es ojo porque te ve. (Antonio Machado, Poesía, 1979: 2010).

(1 de 3)

El cibermundo, caracterizado por la compleja relación tecno-ciencia–sociedad informatizada y de control virtual por parte del poder cibernético, cuenta con 4.021 millones de sujetos cibernéticos, que, de acuerdo a la población del mundo, que ronda los 7.593 millones, la penetración en ese mundo cibernético equivale a un 53% (1). 

Es por eso que, cuando se dice que vivimos en las era de las redes sociales de Google o de la información, se escamotea el sistema, se piensa en la parte, no en el todo. Es bueno precisar que las redes sociales forman parte de las relaciones de poderes virtuales de ese cibermundo y de sus enredos con la posverdad y el ciberespionaje. Estas cuentan hoy con 3.196 millones de sujetos cibernéticos. La red de Facebook es la más popular con millones de sujetos a escala del cibermundo, ya que cuenta con 2.167 millones. Esto es mucho más que las propias aplicaciones que pertenecen a esta red social como son Whatsapp e Instragram, la primera suma los 1.300 millones y la segunda los 800 millones de sujetos cibernéticos.

Con apenas 13 años de fundación, la red Facebook se ha convertido en la empresa más hegemónica de las redes sociales, ya que es una de las que maneja más datos e informaciones (fotos, chat, encuentros y desencuentros de amigos) de los sujetos cibernéticos. De ahí que el encuentro del director del FBI, Robert S. Mueller, en noviembre de 2010, con los directivos de Facebook, tenía como objetivo conseguir una autorización que le permitiera interceptar y descifrar los mensajes de todos los sujetos de dicha red social. Pero esto no se quedó ahí. En el 2007, la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) y el FBI lograron acceder a servidores de empresas como Microsoft, Facebook, Google, Apple, Yahoo, Skype y YouTube. Controlando e interviniendo (correos, fotografías, audios y vídeos) en la información privada de millones y millones de sus sujetos cibernéticos.

En tal sentido, el colocar a Facebook en el banquillo de los acusados, es pensar que la fiebre está en la sábana y no en el paciente. Es al propio sistema cibernético, social, político y económico que hay que sentar en el mismo banquillo. En las relaciones de poder cibernético (ciberpolítica), el problema de esta red social se mueve entre el poder de las autoridades europeas y norteamericanas, en cuanto al manejo de datos de unos 50 millones de sujetos cibernéticos por parte de la empresa consultora Cambridge Analytica, que asesoró la campana de Donald Trump y el referéndum del Brexit en el 2016. La utilización de estos datos pudo ser manejado por esta consultora para influir (posverdad, bulos y otras informaciones) en el triunfo del actual Presidente de Estados Unidos y en el resultado sobre el referéndum.

Hay que comprender que Facebook es un elemento de ese rizoma de ciberespionaje (apropiación y manipulación de datos que ha esfumado la privacidad) que existe en el sistema cibermundo, ya que aparte de los sistemas de capturas de información y de espionaje de la vida de los sujetos cibernéticos en las redes sociales, existen enjambres de microdrones espiando y videocapturando millones de datos en este sistema. El microdrón espía, además de ser un vehículo volador no tripulado y de autopilotaje, tiene múltiples dispositivos para la captura de información, como son: sensores, radares, GPS y cámaras. Estos serán cada día más complejo y “lo verán todo mientras permanecen confortablemente invisibles, tanto literal como metafóricamente. No existirá entonces lugar alguno a salvo de ser espiado. Para nadie” (Bauman, 2013: 29).

Este sistema cibernético se caracteriza por el “imperio de la vigilancia” (2016) como bien puntualiza Ignacio Ramonet y ha resquebrajado todo esquema en la historia del espionaje, después de la Segunda Guerra Mundial (1946), cuando se desplegó ECHELON, la red de espionaje planetario formada por los sistemas de seguridad de los gobiernos de cinco países: Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda. El pleno del Parlamento Europeo reconoció el 5 de septiembre 2001 la existencia de esta red de espionaje y elaboró, mediante resolución, un informe que destalla este tipo de labor que ( caracterizó la Guerra Fría 1948-1989) aún mantiene todavía  sus tentáculos de control en el 90 % de las comunicaciones del mundo y el cibermundo.

Como bien nos dice Ramonet, la misión de ECHELON “consiste en espiar a los gobiernos (amigos o enemigos), a los partidos políticos, los sindicatos, los movimientos sociales y las empresas” (ibíd., 47) y con sus estaciones fijas y satélites geoestacionarios es capaz de interceptar 3.000 millones de llamadas telefónicas, emails y faxes cada día.

A ese sistema de interceptación y análisis de comunicaciones electrónicas, a escala mundial, (ECHELON, 2007) “se le atribuye la capacidad de ejercer una vigilancia simultánea de la totalidad de las comunicaciones (…), todo mensaje enviado por teléfono, internet o correo electrónico, sea cual sea su remitente, puede captarse mediante estaciones de interceptación de comunicaciones por satélite y satélites espías, lo que permite conocer su contenido” (ibíd.,18-19). Para ese entonces (2001) interceptar comunicaciones por satélite constituía la actividad principal del sistema, los “mensajes se estudiaban con ordenadores sobre la base de palabras clave o direcciones para filtrar los mensajes interesantes” (ibíd., 89), estos cinco ojos (países) disponían de un ordenador “Diccionario” que analizaba por palabras clave las comunicaciones captadas” (ibíd., 91).

La construcción histórica del cibermundo ha implicado el espionaje cibernético, la red de control virtual y el desmonte paulatino de la privacidad de sus ciberciudadanos, exceptuado el suspiro dialógico que llevamos en la vida y que se expresan en los cantares del poeta Machado: “Mas busca en tu espejo al otro, al otro que va contigo (…). Busca a tu complementario, que marcha siempre contigo, y suele ser tu contrario” (ibíd., 2010-211).