En su mayoría, las funciones añadidas a Facebook son resultado de algoritmos y protocolos invisibles que controlan la “visibilidad” de amigos, noticias, artículos o ideas. Su objetivo obvio es el de personalizar y optimizar la experiencia online de cada usuario, pero también puede adaptarse para promover a alguien o algo, por difícil de rastrear que resulte. Es preciso leer entre líneas, adentrarse en las especificaciones técnicas de estas funciones, para entender sus implicancias para los usuarios y la sociedad en su conjunto. José van Dijck (2016:53). La cultura de la conectividad: Una historia crítica de las redes sociales: Siglo Veintiuno.
El hecho de que Facebook, en las redes sociales, sea hegemónico en un abanico de vigilancia algorítmica, que captura, manipula y transforma al sujeto cibernético en productor y consumidor de datos e información, no por eso ha de pensarse como si fuese el mismo cibermundo. Esa red es, apenas, una de las raíces que brota de ese rizoma cibernético de control ciberpolítico, neuropolítico y ciberespionaje en que está constituido ese cibermundo.
Estamos permeados por dicho sistema, ya sea online u offline. Cada millonésima de movimientos que demos en los microespacios reales se convierte en millonésimas de segundo en los microespacios virtuales. El sujeto que intenta salirse de ese sistema cibernético es objeto de sospecha para los comandos de la ciberseguridad de los países del cibermundo. Se convierten en potenciales anormales, terroristas, delincuentes, narcotraficantes, evasores de impuestos o parias digitales.
Pretender vivir desconectado de la red del ciberespacio, creyendo que uno se cobija bajo la sombra de la naturaleza y la intimidad, se transforma más en objeto sospecha que si tuviera hiperconectado, viviendo entre lo hibrido del espacio y el ciberespacio, lo real y lo virtual.
Solo basta recordar cómo, mucho antes del 2 de mayo 2011, fecha en el que un comando elite norteamericano asesinó a Osama Bin Laden, el Servicio de inteligencia y de ciberespionaje de esa Nación detectaron que la residencia donde vivía el líder de Al Qaeda se encontraba al margen de las hiperconexiones que caracteriza al mundo digital. El ojo de la cibersospecha entró en acción, ante una residencia bien fortificada, situada en una zona turística y desconectada de la redes del ciberespacio de internet y de teléfonos. Estos dispositivos son de las vías más seguras para controlar a los sujetos en este siglo XXI.
Bin Laden vivía desvinculado de esa red virtual a 60 kilómetros de Islamabad, la capital de Pakistán, pero no dejaba de interactuar en el ciberespacio de los videojuegos y escribía sus mensajes virtuales en un computador, que luego los guardaba en una memoria USB y los reenviaba con uno de sus allegados (quien le servía de mensajero) por el ciberespacio a otros miembros de su organización. El mensajero, también guardaba, en esa memoria, las informaciones que recibía. Para lograr la eficacia de dicha operatividad se iba a un cibercafé muy lejos del espacio real donde residía quien fuera el líder de Al Qaeda. El mensajero llegó a convertirse en cibermensajero que formó parte de la ubicación para esa operación militar llamada Gerónimo, que dio con el paradero de Bin Laden, quien pretendía seguir dirigiendo sus operaciones terroristas al margen de su vinculación al cibermundo .
Para los sistemas de defensa militares de los principales países del mundo digital, el ciberespacio, como espacio virtual, se ha convertido en prioridad y dominio, después del espacio, tierra, aire y mar. De ahí que Facebook, como red del ciberespacio, no le queda de otra que reciclarse ante la amenaza de los poderes que controlan los demás espacios reales del mundo. En tal sentido, la comparecencia el 11 de abril de 2018, de Mark Zuckerberg , ante la Cámara de Representante del Congreso de Estados Unidos, forma parte de un rosario de pugnas de poderes y ciberpoderes, de readecuación a nuevas formas de control y regularización que se han ido configurando el ciberespacio.
Aunque esa pugna ciberpolítica relacionada con Facebook, no surgió ahora:
”Desde 2007, las Condiciones de servicio de Facebook han sido un verdadero campo de batalla con los usuarios. Las quejas de estos últimos se dirigen contra el nivel de control sobre las configuraciones de privacidad, la vigilancia y el robo de datos, así como contra la extensión y la complejidad del contrato elaborado por la empresa. Las objeciones provienen de entes de gobierno, grupos de interés y usuarios. Acaso como reacción ante estos reclamos, la compañía suele modificar sus Condiciones de servicio”( van Dijck ,2016:61).
Esta red social, de ciberpoder, ha comenzado a configurar sus aplicaciones implementando una política que se enmascara de altruismo para supuestamente luchar contra noticias falsas y la posverdad. Eso lo hace en función de que “el mayor capital que existe sobre la Tierra en este momento son los datos personales” (Avilés, 2017: 231), por lo que se busca a través de diferentes medios, conseguir los datos de la mitad de la población del mundo que vive como ciberparias o parias digitales al no tener acceso a ese cibermundo.
El cibermillonario de esa red social, Zuckerberg, con su plataforma Free Basics, se ha convertido, supuestamente en abanderado de la democratización del ciberespacio, intentando que los sujetos de este planeta sean cibernéticos. Free Basics asume una política que hace accesible dicho espacio virtual. Con ella, millones y millones de sujetos cibernéticos, de manera gratuita, han venido entrando conjunto de servicios fundamentales que van desde comunicación e información, hasta noticias, trabajos locales y educación.
Este proyecto, dirigido por Zuckerberg, se encuentra disponible en 63 países situados en África, Asia y Sudamérica. Detrás de esa máscara altruista existe una estrategia para controlar los datos de los sujetos que viven en los espacios reales, y que todavía no están conectados a los espacios virtuales. Las conexiones en esos espacios del cibermundo implican control mental, vigilancia total, que, entre otras cosas, procura sumergir al sujeto en redes de posverdad. La estrategia del sujeto cibernético de dimensión ética es tratar de limpiar la maleza de posverdad, de bulos y cortar la cabeza hinchada de datos e informaciónes sin aprendizaje, conocimiento ni participación en esas redes ciberespaciales.