Facebook, cuenta con 25 mil empleados, con más de 2,200 millones de sujetos que navegan al mes por dicha red y su valor es de 500 mil millones de dólares. Cuenta con aplicaciones como Instagram y WhatsApp. Esta última fue comprada por Zuckerberg en el 2014 en 19.000 millones de dólares. Su poder sobre la información entra en una complejidad que ha estado cambiado las relaciones de saber, poder y verdad basado en relaciones de ciberpoder sobre algoritmos hinchados de datos, informaciones, bulos y posverdad que contribuyen a cambiar percepciones y construir identidades sociales y políticas.
Como red social es la más grande en el cibermundo, impactando en el plano social, cultural, educativo, político y económico en cada cibersociedad que entreteje con su “me gusta” o “no me gusta”. Nuestra inserción a esa red es sobre los datos que les proporcionamos, los cuales alimentan a unos algoritmos monstruosos que nos clasifican en cuanto a preferencia política, la clase social, la orientación sexual y muchos de nuestros estilos de vida, viajes o comidas.
El antropólogo Yuval Noah Harari, en su libro Homo Deus (2017: 372), nos dice que “en la actualidad el algoritmo de Facebook es un mejor Juez de las personalidades y disposiciones humanas que incluso los amigos, familiares y cónyuges”. Esta afirmación no se puede despachar como mera especulación, ya que este autor es pionero en la construcción de toda una teoría ciberreligiosa en materia de algoritmos y datos, que apuntan a legitimar a los Señores de las nubes (Apple, Google, Microsoft, Facebook y Amazon) y que para Javier Echeverría (2018) son los Señores del Aire, con un tecnopoder que crece por doquier.
Según Harari, un algoritmo de Facebook con tan solo 300 “me gusta” pulsado por un sujeto cibernético en su cuenta de esta red social, podría predecir las opiniones y deseos mejor que su esposo o esposa en la vida real. Sus argumentos se fundamentan en investigaciones sobre esta red, lo cual implica el plano de lo ciberpolítico. En esta red social, los sujetos del cibermundo le proporcionamos los datos políticos para saber quiénes cambian su voto y quiénes no han decidido por quién votar, para de esa manera inclinar la balanza a favor de un candidato a la presidencia de los Estados Unidos.
Hay que situar el discurso de Harari en el concepto de ciberreligión, porque pretende destronar la salvación, el paraíso celestial y traerlo a la tierra, sobre una ideología de culto al poshumanismo o ciberhumanismo que tiene como fin último la inmortalidad y sobre una jerarquía de dioses, que serían los señores de las nubes, es decir los dueños del control y el manejo de la información, de los datos y el conocimiento que se almacena en el ciberespacio a través de servidores de redes como Internet.
Esta visión de Harari, entra en los acontecimientos políticos de noviembre de 2016, cuando Donald Trump gana las elecciones bajo la sospecha de fraude y por la que se ha acusado a Facebook de vender a la empresa Cambdrige Analytica los datos de 87 millones de sujetos cibernéticos durante esa campaña presidencial de Estados Unidos, con el objetivo de favorecer a Trump.
Este acontecimiento político entra en una ideología que tiene proposiciones verdaderas, que no se pueden ocultar, si se admite que se trabajó en esa dirección o tal como lo expuso el cibermillonario y presidente de Facebook, Mark Zuckerberg el martes 10 y el miércoles 11 de abril 2018, ante la Cámara de Representantes (Comité de Comercio, Ciencia y Transporte y el Comités Judicial y de Comercio del Senado) del Congreso estadounidense.
Hoy sabemos que sobre algoritmos y estrategia de cibermarketing es que la firma de consultoría política (ciberpolítica) la Cambdrige Analytica pudo conocer a los sujetos que viven en las redes sociales (caso Facebook) mejor que sus amigos, su vecinos, en cuanto a su perfil, a la opción de elegir qué nos gusta o no leer, comer o vivir casado o soltero, además de qué preferencia política tenemos en determinado proceso electoral, qué sentimiento de amor, tristeza, soledad, depresión o alegrías nos embarga.
El situar a Facebook, en dichas redes de ciberespionaje, de entramados estratégicos ciberpolíticos, de posverdad es comprender cómo se ha ido construyendo el cibermundo en redes de vigilancia y control virtual, sobre la comercialización de los datos que van a parar a unos algoritmos gigantes, cada vez que los sujetos cibernéticos navegan por las redes del ciberespacio. Para completar ese cuadro, ahora resulta que la red de espionaje planetario de los cincos ojos: Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, están acusando a Rusia de ciberespionaje mundial, lo que además de esos cincos ojos, tenemos un ciberespionaje de un ojo o Cíclope. De acuerdo con Michael Rogers, jefe del cibercolmado de la Unión Americana y director de la Agencia Nacional de Seguridad, los hackers de seguridad y de ciberespionaje de los rusos han infectado e infiltrado millones de ordenadores de particulares y pequeñas empresas en todo el planeta con el objetivo de servir de plataforma para futuras operaciones desestabilizadoras.