“Gana, pues, más para la fama quien calla, quien no dice sino lo preciso, que quien deja que corran y se espacien sus profusas palabras en millares de hojas.” Azorín, José Martínez Ruiz – El Político

Hemos vistos perplejos el inicio de la destrucción pública del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) de manos de quien menos esperábamos, por considerarse su liderazgo más acabado. Los discursos de esta semana del expresidente Leonel Fernández Reyna y el presidente Danilo Medina representan la estocada final a la pregonada disciplina, preparación y vocación de servicio del partido de gobierno, y la extemporaneidad del desastre es una ilustración de la profunda lucha de intereses que prima en ese partido. Hoy el PLD es un cuerpo tan descompuesto que ni el poder pudo mantenerlo fresco y su hedor se hizo tan insoportable, que hasta para sus deudos resultaba difícil cargar con la vergüenza.

A un partido como el PLD, con el control absoluto de los tres poderes del Estado, de las instituciones públicas y con la capacidad de mantener al empresariado en silencio, solo podía ganarle el PLD y eso es precisamente lo que ha sucedido; aunque la alucinación propia de quienes se encuentran bajo los efectos del opio no les permita notarlo. Los intereses económicos, las ansias del poder por el poder, la falta de visión y sobre todo el terror a quedar expuestos por las diabluras realizadas, han envilecido a dos figuras de estatus presidencial.

En el fondo ambos políticos han mostrado sus respectivas incapacidades para ser instrumentos de la democracia. En la forma, Leonel con un discurso exquisitamente elaborado, donde fueron elegidas cuidadosamente las palabras, los gestos, las anécdotas y hasta los chistes, olvidó citar su responsabilidad en la destrucción del partido y en la degradación de la calidad económica y moral de todos los dominicanos y culpando al presidente de la República de padecer de todos los vicios conocidos y por conocer, omitió pedir disculpas por los errores cometidos.

Danilo, en cambio, optó por responder con un discurso improvisado, iracundo y de mal gusto; donde cometió errores graves, tales como: informar que Gonzalo Castillo (candidato a la presidencia) debe ser protegido al hablar; que el verdadero candidato del PLD para las elecciones del 2020 es él mismo; utilizó un localismo ambiguo para definir la calidad de su patrocinado, que en vez de favorecerle, lo que ha logrado es convertirle en una penca burla nacional; a parte de exhibir sus clásicas falencias de comunicación, que le desfavorecieron en la forma y el fondo, de frente a su contrincante.

En el año 2013, en el marco de la inauguración del “VIII Congreso Comandante Norge Botello”, Leonel Fernández informó al país que el PLD montaría una fábrica de presidentes y presidentas para continuar gobernando por muchos años. Sin embargo, tanto el expresidente como Danilo llegaron a pensar que solo ellos tienen la capacidad de gobernar la República Dominicana (personalmente o por encargo), que el país carece de talentos nuevos y como consecuencia lógica han quedado solos; con la frágil “lealtad” de los que se aferran a sus figuras para seguir sirviéndose del Estado; desprestigiados ante la opinión pública y con el respeto de sus colaboradores perdido; con la amargura de quienes se saben saliendo sin dejar legado y como corresponsables de la destrucción del partido que posiblemente ya no vea ningún otro presidente.