Como es bien sabido, Israel es un “Estado Judío y Democrático”.

Esa es su designación oficial.

Bueno…

EN CUANTO a judío, es un nuevo tipo de, judaísmo, una mutación.

Por 2000 años más o menos, los judíos han sido considerados sabios, listos, amantes de la paz, humanos, progresistas, liberales, incluso socialistas.

Hoy, cuando escuchamos esos atributos, el Estado de Israel no es lo primero que nos viene a la mente, en absoluto.

En cuanto a democrático, fue más o menos cierto desde su fundación en 1948 hasta la guerra de los seis días en 1967, cuando desafortunadamente Israel conquistó la Ribera Occidental, La Franja de Gaza, Jerusalén Oriental, El Golán y además, por supuesto, la península del Sinaí que fue devuelta posteriormente a Egipto.

(Digo más o menos democrático porque no hay un estado completamente democrático en ninguna parte del mundo)

Desde 1967 Israel ha sido una creación hibrida medio democrática, medio dictatorial. Como un huevo medio fresco, medio podrido.

Debemos recordar que los territorios ocupados se agrupan en cuatro categorías distintas:

Jerusalén Oriental, que fue anexada por Israel en 1967 y es parte ahora de la ciudad capital. Sus habitantes palestinos no han sido aceptados como ciudadanos, ellos ni lo han solicitado; son meros “habitantes”, desprovistos de ciudadanía.

Las Alturas del Golán, anteriormente parte de Siria, que fueron anexadas por Israel. Los pocos habitantes árabes drusos que quedan son ciudadanos de Israel a regañadientes.

La franja de Gaza, que está completamente aislada del mundo por Israel y Egipto actuando de conjunto. La fuerza naval Israelí la incomunica por el mar. A través de Israel llega lo mínimo que sus habitantes necesitan para sobrevivir. El difunto Ariel Sharon eliminó los pocos asentamientos judíos de esta área que Israel no reclama. Hay demasiados árabes ahí.

La Ribera Occidental (del Río Jordán), a la que el gobierno y el ala derecha Israelí llaman por sus nombres bíblicos de “Judea y Samaria”, es el hogar de la mayor parte de la población palestina, alrededor de 3,5 millones. Ahí es donde se libra la batalla principal.

DESDE EL primer día de la ocupación de 1967, los israelíes de derecha tuvieron por meta anexar la Ribera Occidental a Israel. Bajo el lema “Toda La Tierra de Israel (Eretz Israel)” lanzaron una campaña para anexar todo este territorio, expulsando a la población palestina y estableciendo tantos asentamientos judíos como fuera posible.

Los extremistas nunca escondieron su intención de “limpiar” completamente esta tierra de no-judíos y establecer un Israel Mayor desde el Mar Mediterráneo hasta el río Jordán.

Esta es una meta muy difícil de alcanzar. En 1948, durante la llamada “Guerra de Independencia”, Israel conquistó un territorio mayor que el adjudicado por las Naciones Unidas pero fue perdonado. La mitad de la población palestina fue expulsada o huyó. El fait acompli fue aceptado más o menos por el mundo porque se alcanzó por medios militares en una guerra que comenzó del lado árabe y porque ocurrió inmediatamente después del Holocausto.

Para 1967, la situación era muy diferente. Se disputaban las causas de la nueva guerra. David se había convertido en Goliat, se libraba una guerra fría a escala mundial. Las conquistas de Israel no fueron reconocidas ni siquiera por su protector, Estados Unidos.

Esta situación no ha cambiado a pesar de varias guerras nuevas entre árabes e israelíes, el fin de la guerra fría y muchos otros cambios.

Israel todavía se autodenomina “Estado Judío y Democrático”. La población del “Gran Israel” es ahora mitad judía y mitad árabe, con los árabes ganando. El Israel formal es todavía más o menos democrático. En los territorios ocupados está a cargo un “gobierno militar” dictatorial con cientos de miles de colonos judíos tratando de expulsar a la población árabe palestina por todos los medios disponibles, incluyendo la adquisición fraudulenta de tierra y el terrorismo (llamado “represalia”).

En el Israel formal, el gobierno le pertenece a la extrema derecha, con algunos elementos que serian llamados fascistas en cualquier otro lugar. El Centro y la Izquierda son impotentes. La única lucha política real es entre la Derecha radical y la extrema Derecha, aun más radical.

ESTA SEMANA comenzó una batalla furiosa entre, Benjamín Netanyahu con su ministro de Defensa Bogie Ya’alon, ambos del Partido Likud, y el ministro de Educación Naftalí Bennet, líder del Partido Hogar Judío. Bennet, un derechista extremadamente ambicioso, no esconde su intensión de reemplazar a Netanyahu tan pronto como sea posible.

El tipo de lenguaje usado por ambas partes se consideraría extremo incluso si se usara entre la coalición y la oposición. Entre socios de la coalición gobernante es inusual, para decirlo amablemente, incluso en Israel.

Comparado con esto, el lenguaje del líder de la oposición, Yitzhak Herzog, es políticamente cortés.

Bennet dijo que Netanyahu y Ya’alon sostienen ideas viejas y obsoletas y sufren de “parálisis mental”, empeorando, de esa manera, la posición ya inestable de Israel en el mundo. Netanyahu y Ya’alon, antiguo Jefe de Plana del Ejército y miembro de un kibutz, acusaron a Bennet de robar. Según ellos, cada vez que una buena idea se ventila en el gabinete, Bennet sale corriendo de la habitación y la proclama como suya. Ya’alon llamó a Bennet “infantil” y “temerario”.

¿Quién tiene razón? Desgraciadamente, todos ellos.

En el medio se encuentra (más bien se sienta) el actual Jefe de Plana del Ejército, Gadi Eizenkot, hijo de inmigrantes marroquíes a pesar de que su nombre suena alemán. Curiosamente en Israel, los jefes de Ejército son, generalmente, más moderados que los políticos.

El general propuso mejorar las condiciones de la población árabe en los territorios ocupados, por ejemplo, dejando a los pobladores de Gaza construir un puerto y entrar así en contacto con el resto del mundo. Asombroso.

Todo esto ocurrió en una conferencia de presuntos expertos en seguridad, donde todos tuvieron voz y voto.

Los líderes de los partidos de oposición también participaron. Yitzhak Herzog, del Laborista y Yair Lapid del Partido centrista “Hay un Futuro” tuvieron voz y voto pero sus discursos fueron tan tediosos que solo se reportaron por hacer justicia. Agarraron algunas ideas de aquí y de allá, las llamaron “mi plan”, con la paz, si acaso mencionada, aplazada para un futuro muy, muy lejano.

Uno deduce que la paz es algo bueno, la sustancia con la que están hechos los sueños. No como algo para los políticos serios.

Lo que queda es una lucha furiosa entre la Derecha Extrema y la Derecha Extremísima.

Bennet, un antiguo empresario en Alta Tecnología, usa una kipá en su cabeza calva (francamente siempre me pregunto que es lo que la sostiene ahí sino pura fuerza de voluntad, quizá). No esconde su convicción de que él debe reemplazar al estancado Netanyahu tan pronto como sea posible, por el bien de la nación.

Bennet acusó al incompetente liderazgo político de fallarles a nuestros valientes soldados y a sus comandantes, una acusación sacada directamente de Mein Kampf, que está a punto de aparecer en hebreo.

El único posible sucesor de Netanyahu, dentro de su partido Likud, es Ya’alon, un hombre desprovisto de todo carisma o talento político. Sin embargo, para tener éxito, Bennet y su partido Hogar Judío deben sobrepasar al Likud en las urnas, algo muy difícil de lograr. Es ahí donde entra en el juego la kipá: puede que haga falta la intervención divina.

Hablando de intervención divina, la semana pasada la ministra suiza de Relaciones Exteriores, Margot Wallstrom, criticó el sistema legal de Israel por tener leyes diferentes para judíos y árabes. Netanyahu reacciono ásperamente y, vea usted, por pura casualidad unos pocos días después la prensa sueca estaba llena de historias sobre la corrupción de Wallstrom, quien pagaba menos renta por su apartamento del gobierno de la que debería.

TODO ESTO pudiera ser gracioso si no afectara el futuro de Israel.

“Paz” es una mala palabra. El fin de la ocupación no está a la vista. El Partido (árabe) Unido no está siquiera en el panorama. Lo mismo (casi) vale para Meretz.

En la Izquierda, desesperanza es el sinónimo de holgazanería. Hay un débil debate sobre la idea de que solo el mundo exterior puede salvarnos de nosotros mismos. Esto ahora lo está propagando el respetable antiguo director de la Oficina de Asuntos Exteriores, Alon Lyel un exoficial muy valiente. Yo no creo en esto. La idea de correr hacia los gentiles para salvar a los judíos de ellos mismos no es una que vaya a ganar amplia popularidad.

Bennet tiene razón en un punto: el estancamiento tanto mental como político no es la solución. Las cosas se tienen que mover otra vez. Tengo la ferviente esperanza de que la generación joven de a luz nuevas fuerzas y nuevas ideas que quiten del medio a Netanyahu, Bennet y su clase.

En cuanto a nuestra muy loada democracia, parece que un grupo financiado por el Gobierno ha pagado por años a un detective privado, cuyo trabajo consistía en revisar los cestos de papeles de activistas para obtener información sobre personalidades y organizaciones por la paz y por los derechos humanos.

(Afortunadamente, yo lo trituro todo)