Porque: Lo que da razón a la vida, se llama Propósito.

El bien del pueblo,

es la ley Suprema.

Cicerón.

Se burlan a pleno conocimiento de que es imposible que las manos de la justicia lleguen a posarse encima de todos ellos, porque por y para eso se apandillaron. Esto debido a que, al ser tantos, es prácticamente imposible que el Poder Judicial los pueda abarcar a todos y solo unos cuantos –quizás- lleguen a pagar por los agravios producidos a este pueblo. Nos es imposible salir del asombro ante la gran cantidad de cosas putrefactas que salen a flote, del hediondo fondo de las indelicadezas, negociaciones de aposento, de peajes sombras, de carreteras construidas exclusivamente para que un cacique llegue a sus propiedades, de los invernaderos construidos por encima de quien sea y, sobre todo, del desgraciado entarimado construido sobre el sistema de los llamados testaferros, donde los guardaespaldas y los del antiguo Cuerpo de Ayudantes ostentan la primacía.

Pero es que ya son tantas las veces que hemos extrapolado los problemas básicos, hasta que llegan a ser catástrofes, que todo escandalo perece a las setenta y dos horas, como mucho.

Hemos asistido al descalabro institucional y no nos parece que ha sido algo accidental, muy por el contrario, ya que día a día notamos cómo le sacan provecho al caos con una creciente manipulación de hechos y situaciones, todo con el explícito fin de chantajear a las autoridades.

Ayer alguien me cuestiónó del por qué no me refiero al gran problema militar y simplemente respondí: ¡Porque duele! Porque nadie quiere comprender que continuar con lo mismo que se hacía hace tres o más décadas no se van a conseguir resultados distintos. Se consuma la digresión casi total de la fuerza, principalmente por causas políticas, pero nadie le pone fin. Los destacamentos, puestos y creaciones absurdas de unidades crecen como la verdolaga, lo que nos lleva a una pejiguera totalmente desquiciada. Y todo esto, unido a una política partidaria cada vez más divorciada de los intereses nacionales, que no nos permite discutir sobre necesidad y tiempo. Porque en eso estriban nuestros problemas: ¿Necesidad de qué? ¿Tiempo para qué?

Pero nadie se refiere a esto, solo cuando las nubes de tormenta comienzan a densarse es que comenzamos, ante los primeros rayos, a darnos cuenta que la cosa viene en serio.

Vivimos frente a estos problemas institucionales, como los jugadores que llegan a creerse que por haber tenido una noche de buen juego los dados tienen memoria, pero cuando llegan a darse cuenta de que no es así ya es muy tarde.

Es increíble cómo el accionar político prepotente ha logrado, junto a los caciques de pueblo -porque los hay- y los comerciantes dueños de pueblos, colocar como si fuesen guardianes, policías y militares en cada cosa donde tengan intereses. Pero ni hablar de las instituciones del Estado, donde lo primero que hace la mayoría de estos es buscar su conductor, guardaespaldas y escolta, adicionando a esto aquellos que le sirven de seguridad donde residen.

Cosas sencillas que se han hilvanado para llegar a esta crisis institucional, ya que el tiempo de cuartel y entrenamiento es algo casi nulo, por no decir otra cosa.

¿Hasta dónde ha penetrado la política partidista dentro de la milicia y la policía, para que estos se comporten como miembros de un partido? ¿Será por eso que cualquier acción sencilla que forma parte integral de sus obligaciones es presentada de manera igual a los partidos, es decir, como propaganda y sentido clientelista?

En tanto esto sucede, solo contemplamos al de la mefistofélica sonrisa, quien ha manipulado a las FF.AA y la P.N. proseguir siendo el líder soterrado y maquiavélico de estos organismos. Con esto, no pretendo parecer a la leyendaria Casandra, hija del rey Príamo de Troya, que siempre sabía lo que ocurría y a quien siempre ignoraban. ¡Sí señor!