Se considera la obra de arte visual como un testimonio histórico y cultural que comunica contenidos imaginarios en una etapa de creación y en un contexto social, estético, antropológico y comunicativo. Tanto el contenido como el continente de una obra de arte visual, cobran su valor y forma expresiva en el desarrollo sociocultural de los modos de creación y los modos de vida de los productos artístico-visuales.(Ver Keith Moxey: El tiempo de lo visual 2015)
Hemos visto como en la historia de las creaciones visuales se percibe lo que comúnmente se denomina un estilo, una suma de aspectos, diferencias, detalles, procesos y una forma estético-visual propia de un modo de existencia de las imágenes o de un creador determinado.
El hecho mismo de que una obra de arte visual sea vista, memorizada, recibida como mensaje y valorada, indica una proyección y un contexto de producción visual marcado por la historia misma de las formas artísticas; de ahí que la explicación o el modo de explicar las imágenes, se haga visible y legible en el proceso mismo de creación, recepción y comprensión de las imágenes. (Ver E.H. Gombrich: Gombrich esencial, Eds. Debate 1996)
Así las cosas, una imagen se explica a través de los elementos de base que la constituyen, desde el punto de vista de sus valores, categorías o constituyentes visuales; punto, línea, color, dimensión, espacio, orientación, ritmo, estabilidad, composición, elemento o elementos icónicos, sucesión de formas y sucesión de contenido y otros puntos de interés por las obras de arte.
Estos elementos y aspectos de base, sirven para explicar las dos estructuras que se reconocen en una obra de arte visual: estructura de superficie y estructura de profundidad. Ambas estructuras conforman la concentración estética y comunicadora de la obra de arte, siendo así que la visualidad que caracteriza dicha obra, cobra valor en la historia y la cultura-sociedad.
Lo que tiende a demostrar que las imágenes que han surgido en un determinado tiempo de creación, cobran un sello como arte, recepción, valoración y producto que se inserta en la sociedad y permanece en un espacio cultural, donde la obra se orienta a un campo expresivo y genérico, identificable en un proceso histórico-social.
En efecto, al explicar las imágenes en base a una materia histórica o cultural, también el historiador como el espectador apelan a un referente y a un marco artístico productivo, de tal manera que los puntos y pulsos que componen o constituyen dicho marco de imágenes se leen como un conjunto estético-visual y creacional. (Ver P. Francastel: La figura y el lugar, Monte Ávila Editores, Caracas, 1969)
Todo este proceso dará lugar a una explicación analítica, sintética, concentrada, comunicadora, perceptiva y artística. El posicionamiento que explica las imágenes visuales, resume los diferentes modos de ver que han surgido en la historia del arte y la cultura; toda vez que el producto y la productividad dialogan entre sí en el lugar mismo de la representación visual.
Arqueólogos, mitógrafos, filólogos, etnógrafos y especialistas en simbolismo arcaico, así como muchos antropólogos y paleógrafos han contribuido de manera insistente al estudio de las culturas clásicas y modernas en cuyos espacios se crean las imágenes visuales y las diversas culturas de las imágenes.
Los proyectos de investigación histórica surgidos en Alemania, Rusia, China, Italia y Francia, entre otros países , han creado los posicionamientos teóricos y críticos basados en las ideas de la clasicidad y la modernidad.
De ahí que los principios históricos surgidos con propósito de búsqueda científica de las imágenes, hayan creado nuevas posibilidades para establecer un marco de observación y estudio de las especies, fases artísticas y culturales. El estudio de las antigüedades, colecciones de obras, materiales arqueológicos, escrituras en muros y manuscritos, fueron los objetivos y objetos de los grandes proyectos históricos para el conocimiento, análisis y descripción de las imágenes.
Una metodología basada en la sistemática iconológica e iconográfica, surgió precisamente de un grupo de historiadores, discípulos cercanos a la biblioteca de Aby Warburg que se concentraron el estudio de las imágenes clásicas y modernas.
De ahí surgieron los estudios simbólicos para el análisis de la producción visual y de los diferentes contextos sistemáticos de e interdisciplinarios para el conocimiento de la historia del arte. Estudiosos como Erwin Panofsky, Ernst Gombrich, Edgar Wind, Rudolf Wittkower, Fritz Saxl y otros continuaron el estudio de las ideas e imágenes artísticas, investigando las formas simbólicas fundamentadas por el filósofo alemán Ernst Cassirer en su monumental obra titulada Filosofía de las formas simbólicas.(Ver vols. 1,2, y 3 en Ed. Fondo de Cultura Económica)