“…Mi unicornio azul ayer se me perdió, no sé si se me fue, no sé si extravió, y yo no tengo más que un unicornio azul, si alguien sabe de él, le ruego información…”   Silvio Rodríguez Domínguez

Para ir concluyendo con nuestro tema – o por lo menos con esta serie- de la suerte del arquitecto contemporánea en sociedad en los que la crisis ha pegado fuerte o que simplemente es sempiterna, recogemos algunos de los conceptos que hemos ido manejando en las últimas semanas de Arquitectura y Energía.

La eficiencia energética como verdadera salida

Independientemente de la conveniencia del uso del término eficiente, para cualquier frase políticamente correcta es una realidad absoluta, valga la redundancia, que la eficiencia energética es, sin duda, el nuevo apellido de la buena arquitectura de toda la vida. La razón de esto es la verdadera necesidad de optimizar los recursos energéticos con los que contamos no solo a la hora de proyectar, sino, además como balance futuro, si cabe el término.   Y cuando hablamos de proyectar, no solo lo hacemos desde el punto de vista de diseño de nueva planta (el unicornio azul de todos los arquitectos) sino de lo que se presenta como la gran alternativa del arquitecto del sur de Europa y de muchas otras partes del mundo con condiciones de economía e infraestructura parecidas y que es la rehabilitación energética.

Pero… ¿Resulta una realidad infranqueable el hecho de que no sea posible para un arquitecto (nacido después de la crisis del petróleo de los 70 o antes de ella incluso), tener la oportunidad de desarrollar proyectos nuevos?  Lo cierto es que en España esto ya no es una posibilidad realista y de ahí la importancia del tema de la rehabilitación para los arquitectos de ese país. Otros aspectos sucedáneos como las reformas, el real estate, las consultorías menores son opciones de supervivencia también, por no hablar de la docencia, pero que tendrían que ser exploradas más ampliamente en otra ocasión. 

Al otro lado del Atlántico

Si cruzamos el océano de la conquista americana y llegamos a un modelo de país llamado República Dominicana tendremos condicionantes económicas y sociales diferentes pero con resultados relativamente parecidos, sobre todo  para el ejercicio de la arquitectura en incluso de otras ramas de las ingenierías.

Dominicana tiene una ventaja sobre cualquiera de los PIGS, y es que su déficit de infraestructuras (habitacional sobre todo)  es superior al de los anteriores y por ende su modelo socioeconómico más proclive al crecimiento. Esto de entrada tendría que garantizar trabajo para muchos proyectistas, en proyectos tipo concurso,  como los de las escuelas del Ministerio de Educación (MINERD) o incluso en materia de hostelería y turismo.

¿Pero qué falla? Probablemente no es un tema de falta de tajo lo no permita trabajo seguro para los arquitectos, parecería ser una falta de proyección a futuro de las necesidades y más aún, una falta de planificación (o de fondos/presupuesto) que impiden el desarrollo de este renglón económico.  Sinceramente,  desde la posición en la que se encuentra el autor de este artículo, es difícil de realizar un análisis certero de la situación más allá de especulaciones de opinólogo.

Desde esta posición solo nos aventuramos  a plantear –grosso modo que dentro de los planes de dignificar la vida del dominicano de menores recursos (del que no tiene acceso a las torres del polígono central o similares), se pueda incluir, en código de acción y no de poesía; un plan de infraestructuras tan esperanzador como el de la barquita, asociado a un crecimiento energético sostenido y sostenible, y que ambas cosas sean partes de un macroplan de referencia social y tecnológica.

En resumen, sobre todo de esta última línea, que un proyecto dado (pongamos para nuestro ejemplo que sea habitacional) cuente con un plan urbanístico medioambientalmente correcto, que garantice un proyecto de emplazamiento, más que amigable con su entorno, integrado en el ecosistema como un elemento de equilibro más.  Que este mismo planeamiento urbano, asegure que las parcelas tengan la configuración y orientación adecuadas de acuerdo al soleamiento/sombras y al régimen de vientos.

Luego de esto que los edificios no sean tragadores de energía, sino que sean organismos vivos que consumen y producen energía para sí mismos y para su entorno arquitectónico. Para esto la integración de sistemas renovables de generación de energía, integrados a la naturaleza del edificio (a su piel, a su estructura a su entorno inmediato), debe ser un punto del check list general del proyecto tanto como lo son las carpinterías o los aparatos sanitarios. 

También, y paralelamente, que la administración asuma un papel de prescriptora, de guardiana, promotora y educadora de la sociedad y en específico de los usuarios de cada proyecto, quienes a su vez se deberían convertir en algo más que usuario; se deberían convertir en actores y en cómplices de los proyectistas.   

Nos gustaría concretar más… Lo seguiremos intentando con nuestros artículos…Igual encontramos a algún  unicornio que a veces sentimos que se nos ha ido. Hasta la próxima.