Las personas que como yo, hemos vivido gran parte de nuestras vidas en un continuo vaivén de bajar y subir de peso, sabemos a “ciencia cierta” que la respuesta a esta pregunta es un SI rotundo y contundente. Hasta hace unos días había vivido esta realidad como si fuese una deficiencia personal, con vergüenza y tristeza. Desde la perspectiva de c… otra vez subí de peso, ¡que desgracia! que estupidez que no pueda controlar mi alimentación (porque en mi caso, estoy clarísima que es un tema de ingesta, lo único que me gusta comer son cosas que se convierten en grasa). Hace unos días una de las compañeras de la Tertulia Feminista Magaly Pineda,subió un artículo a nuestro chat sobre la gordofobia y una iniciativa para visibilizarla como otra de las discriminaciones estructurales naturalizadas en la sociedad.

La gordofobia, en el caso de las mujeres, tiene mucho que ver con la cosificación del cuerpo y esa “obligación” de estar siempre atractivas de acuerdo a los cánones de belleza impuestos. Como afirma la antropóloga y activista Lara Gil, del espacio Cuerpos Empoderados, la delgadez se asocia al cuidado, a hábitos de vida saludables, al autocontrol y al esfuerzo, en consecuencia, se le promociona como el “ideal”. Vivimos en la “cultura de la delgadez” y se naturaliza el acoso y la violación de la intimidad que viven y padecen a diario las personas gordas.

Leer ese artículo al que hago referencia, me ha producido múltiples emociones y sensaciones, ya que no había tenido una aproximación al tema desde este punto de vista, y me ha conflictuado en diversas vías. Por una parte, creo sinceramente que las recomendaciones sobre una alimentación balanceada no están equivocadas, y que en definitivaes muy conveniente y responsable tener una ingesta apegada al equilibrio nutricional que los cuerpos requieren; por otra, también creo que es una idea falsa asumir que toda persona delgada es saludable y su vida se desarrolla desde el autocontrol y dominio de sus impulsos, y toda persona gorda está enferma y-o es alguien que no tiene fuerza de voluntad y es así “porque quiere”.

La delgadez se corresponde con una estética de lo que “debemos” aspirar. El imaginario se construye en el caso de las mujeres, asumiendo que para ser bella hay que ser una sílfide. Me impresionan las novelas de Donoso, y sus caracterizaciones recurrentes sobre las personas gordas, como de “poca clase” y “feas”que no pueden contener su deseo de “atragantarse”. Ese tipo de relato cuasi universal de la gordura, permite que ni siquiera se asuma como insulto o discriminación expresiones como: “que gorda estas; ay que pena volviste a engordar; muchacha, pero te dejaste dañar” y otras muchas que atentan la dignidad personal y son tan cotidianas. Siempre pienso en que si me afectan y me crean inseguridades a mi, a pesar de que voy por la vida creyendo que soy “libre, linda y loca” (como reza un slogan), como pueden resistirlo las chiquillas adolescentes, en ese período crucial de construcción de visiones internas y externas sobre la vida… ¿Cómo se aprende a amar el cuerpo desde ahí? Y me espanta comprender el daño terrible que la gordofobia está produciendo en el mundo.

Otro aspecto interesante, al reflexionar sobre esta situación, es la visión de cómo una persona gorda(sobre todo si es mujer), si rebaja, de forma automática adquiere “seguridad” y “liderazgo” y sobre todo adquiere una necesidad intrínseca de retaliación individualizada, algo así como “sed de venganza”. La violencia está tan legitimada, que en este caso particular, opera desde el desprecio, caracterizando a las personas gordas, como un colectivo deficiente, con un tipo de comportamiento uniforme. Y desde ahí, las personas “normales”, bajo la bandera del “por tu bien” son capaces de operar con mucha crueldad. Todo el mundo se siente con el “derecho” de controlar y regular la vida de las personas gordas. Lo que permite que arrastradas en esa cultura, la gordura generalmente se vive desde la culpa y la vergüenza.

A mí me parece, insisto, que todo el mundo debería aspirar y comprometerse con tener una alimentación sana, no obstante todo el mundo debería ser valorado en su SER y no en si su cuerpo responde a los cánones de belleza impuestos. ¿O es saludable hacerse muchísimas cirugías para aparentar delgadez? ¿Si mi cuerpo está gordo deja de ser “deseable”? ¿Tengo que preocuparme y estar delgada, porque de lo contrario es difícil que resulte “atractiva”? No tengo las respuestas, solo lo dejo en la reflexión…

Me gustaría aportar a la comprensión de que esta situación afecta a miles de personas, que hasta ahora cada quien lo vivecomo si fuese algo individual,pero realmente amerita un abordaje colectivo. Es tiempo de entender que la gordura no significa que alguien está“dañado”.  Creo que es otra forma de reivindicar la consigna feminista “mi cuerpo es mío”, en busca de la aceptación, desestructuración de una cultura que “inferioriza”, recordar que “lo personal es político” y las fobias son un problema de derechos y político.

Para mí la comprensión de que hay un problema social asociado a la gordura y las personas gordas, no es una licencia para ingerir en demasía pan, mantequilla y dulces; más bien es la comprensión de que la llamada “cultura de la delgadez” no es sinónimo de salud, porque puede ser, por ejemplo: la ingesta de miles de pastillas con multiplicidad de efectos secundarios y  una multiplicad de cirugías estéticas innecesarias…