La paz se construye en forma dinámica desde la cotidianidad. Su carácter cambiante, interactivo y critico lo destacan muchos autores que trabajan educación para la paz. (Jares 1999)

En nuestra sociedad existe violencia y cultura de paz en la convivencia social. La cultura de paz tiene más presencia pero la violencia tiene más visibilidad. La invisibilidad de la cultura de paz genera su negación y a la vez miedo y desconfianza.

Las mujeres son agentes de paz en las comunidades. Encontramos construcción de paz en la interacción social.  ¿Cómo se manifiesta?. Identificamos algunos elementos en estudios etnográficos realizados en comunidades rurales y urbano-marginales como los siguientes:

  • Expresiones de afecto en la interacción social. La práctica del saludo, cercano, corporal en nuestra cultura favorece al intercambio de afectos que transforman sentimientos y emociones como el miedo, la desconfianza y la rabia en acogida y aceptación. El abrazo es una práctica cultural muy presente en la cultura popular y se extiende entre personas independientemente de que existan o no relaciones primarias entre ellas.
  • Solidaridad-cooperación. Tanto en comunidades rurales como en barrios urbano-marginales encontramos las redes informales de solidaridad y cooperación con prácticas de asistencia permanente en: salud-enfermedad, desastres, atención a : niñez, personas adultas mayores, personas con algún tipo de discapacidad, celebración de la muerte.
  • Música-alegría. La música es de las disciplinas que cambia el estado de ánimo de las personas, favorece que actitudes agresivas y violentas se transformen en alegría, placer y armonía.

Escuchar música de diferentes géneros es una necesidad en la cultura popular. El día inicia con música y se acuesta con música. En casi la totalidad de las provincias del país hay grupos de atabales, de música típica, de merengue de calle, hip-hop, reguetton y dembow que son iniciativas creadas y recreadas por población adolescente y joven. Igualmente en danza y teatro. Niñas, niños, adolescentes y jóvenes de estos grupos tienen cierto nivel de empoderamiento y capacidad de liderazgo. Pueden convertirse en animadores socio-culturales que aporten al sistema educativo la articulación del proceso educativo hacia una educación para la paz desde la música, la danza y las manifestaciones artísticas.

La vida escolar pudiese alimentarse de las expresiones de cultura de paz que existen en las comunidades lideradas por adolescentes y jóvenes que se encuentran dentro y fuera del sistema educativo.

Las practicas de cultura de paz necesitan ser reconocidas y fortalecidas desde las políticas sociales y educativas que se desarrollan en las comunidades. No se necesita imponer cultura de paz con modelos externos, los modelos de cultura de paz existen en las comunidades solo necesitan ser identificados, promovidos, expandidos y fortalecidos. Empoderar a la población de su propia práctica y articular lo formal e informal que existe en el contexto social disminuye la violencia y la convierte en alegría y paz.

Este artículo fue publicado originalmente en el periódico HOY